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El camino sembrado por mujeres ya no vuelve atrás

Se organizaron, marcharon, reclamaron, llevaron el aborto al Congreso y armaron la mayor movilización desde 1983

El aborto no es ley. Por ahora. Esta madrugada el Senado rechazó la media sanción de Diputados sobre el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, en un recuento final que contempló 38 votos en contra; 31 a favor y 2 abstenciones. Hubo discursos para todos los gustos, pero sobresalieron algunas bestialidades de los legisladores antiderechos. En la plaza, fue abrumadora la ola verde que llegó desde distintos lugares del país, incluida Rosario, mientras el debate se siguió con una inédita atención en cada provincia. Cómo sigue la historia es algo que se escribe desde las primeras horas de este jueves.

Quién gana y quién pierde es difícil de evaluar. El presidente Mauricio Macri habilitó el debate, pero su fracaso en Senadores no es leído como su responsabilidad. Quiebra sin embargo la histórica posición progresista de los radicales y abre una grieta en el peronismo. Pero no en Cambiemos, que sólo se vería debilitado si el aborto fuera ley y tuviera que lidiar con una enemiga interna compleja y antiaborto como Elisa Carrió.

A pesar de todo, ganaron las mujeres. Su peso político y su capacidad de movilizar es muy fuerte. La más fuerte. Pero esa fuerza no pertenece a un partido político, pertenece a las jóvenes, al futuro, a las chicas que quebraron las barreras, que denuncian el abuso, el atropello y el destrato. Ese es el verdadero cambio, el camino verde que no vuelve atrás.

 

El influjo rosarino

Santa Fe y sobre todo Rosario fueron palabras que atravesaron todo el debate sobre el aborto. Fue el ejemplo de la aplicación de un protocolo gracias al cual ya no mueren mujeres. De estas tierras surgió el pañuelo verde, la única cátedra del aborto en una Facultad de Medicina, la fábrica estatal de misoprostol y referentes históricas que expusieron durante el debate. Y en Senadores los santafesinos también tuvieron su protagonismo.

Foto: Ana Isla (enviada especial)

Omar Perotti, legislador por el PJ, arrancó con un confuso discurso en el que no quedaba clara su posición. Si no puedes persuadirlos, confúndelos. Esa pareció ser la máxima aplicada en su discurso. Como si se tratara de una tercera posición posible, el legislador por Santa Fe habló de un nuevo proyecto que comenzaría a tratarse, según dijo, cuando la ley naufragara entre discursos de senadores como el de Rodolfo Utubey, para los cuales la violación no siempre es violenta, y para alguna otra senadora de principios religiosos que reconocieron que ni siquiera leyeron el proyecto. Habló de consenso. Citó a la escritora más emblemática que defiende el proyecto de legalización, es decir Claudia Piñeiro, como si hubiese consensuado con ella. Esa iniciativa, con la que pretendía acallar las voces de una marea verde que aguardaba en la puerta del Congreso, incluye la despenalización. Pero además incluye el “modelo Rosario” tan en boga en estos días, que aplica un protocolo que hizo que, desde 2012 no haya muertes por aborto en la provincia. Se refirió a la salud pública socialista, tan ajena a sus convicciones, ya que votó la mayoría de las leyes propuestas por Cambiemos que establecen recortes a las provincias en aras del financiamiento de actual “modelo” nacional. Perotti habló de una construcción, con un proyecto que repite las excepciones que ya existen en la ley y con un maquillaje de posición “no extrema”, que no dejó conforme a nadie. Para los pañuelos celestes el aborto está mal, en cualquier circunstancia. Para los verdes, sólo vale el proyecto en debate. Perotti, en un difuso medio.

Lejos de aquel, el discurso de otra santafesina, la también justicialista María de los Ángeles Sacnun, tampoco pasó inadvertido: “La muerte por aborto clandestino es un femicidio por omisión del Estado y forma parte de una violencia institucional que no podemos seguir permitiendo”. Recordó la experiencia de una trabajadora de la salud que contó que vio abortos con perejil, con agujas de tejer, con oxaprost en cantidades insuficientes. Todos servicios pagados en las paupérrimas posibilidades al inexperto o a la inexperta del barrio. La mayoría eran mujeres y jóvenes pobres que se llevaron el nombre del abortero a la tumba. “Estas chicas fueron objeto. En todo momento fueron deshumanizadas y juzgadas. Como lo que habían hecho era ilegal, eran repudiadas en el hospital hasta que se iban vivas, muertas o con una causa judicial. La senadora agregó que la trabajadora de la salud a la que hizo mención dijo también que se había arrepentido de no haberlas podido “abrazar y acompañado en ese momento”, sostuvo.

 

El legislador que no habla

Sobre otro peronista, Carlos Reutemann, sólo se sabía que no iba a hablar y que iba a votar en contra. Fiel a un estilo.

Afuera, mientras se sucedían discursos que desnudaban pensamientos de legisladores en muchos casos vacíos de argumentos, la revolución que comenzaron las mujeres, la revolución de las hijas, vestía de verde varias calles de Buenos Aires: hablaban de dos millones de mujeres, quienes no van a dar marcha atrás en este camino donde el aborto legal va a ser ley, quizás no en la madrugada fría de un 9 de agosto, pero va a ser ley. Las mujeres empoderadas ya no vuelven hacia atrás. Y la grieta que trazaron los legisladores que nunca imaginaron participar de este debate se traducirá en votos.

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