Todo está preparado en el Hospital Universitario Austral –que es una obra del Opus Dei de nuestro país, es decir de la Iglesia católica– para que mañana la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sea sometida a la intervención quirúrgica que, según todos los pronósticos, pondrá fin al tumor de tiroides que padece. Una eminencia en cirugía de cabeza y cuello, como lo es el doctor Pedro Saco, tendrá a su cargo la operación, junto con un equipo de excelencia. En rigor de verdad, el nivel de excelencia en ese instituto de salud es la constante. Por ejemplo, y sólo por nombrar a algunos profesionales, forma parte del staf médico el actual presidente de la Academia Nacional de Medicina, doctor José Navia.
El hospital Austral, que posee un edificio moderno e inteligente, está calificado como uno de los mejores hospitales clínicas de Latinoamérica y realiza una labor esencialmente solidaria. Como dijo un sacerdote a quien esto escribe días antes de que se conociera la noticia del cáncer de Cristina, “en el instituto se atiende a personas pobres, como a quienes pueden vivir en un barrio privado. No se discrimina a nadie”. La misma institución señala que es una asociación civil sin fines de lucro, comprometida con una profunda labor asistencial solidaria, tanto en la comunidad a la que pertenece como también en el resto del país. Hay más de cien mil historias clínicas pediátricas y el 25 por ciento de ellas son de familias sin recursos. Es un “hospital –se remarca– que defiende la vida y la dignidad de la persona humana”.
Todo indica que, de no mediar imprevistos en el marco de los riesgos que conllevan las intervenciones quirúrgicas, la presidenta, afortunadamente, sorteará con éxito la circunstancia que se produjo en su salud.
Por el contrario, no parece que puedan mejorarse algunos argentinos que padecen, lamentablemente, de ese cáncer de carácter mental que los pierde irremediablemente en el fango del odio, del rencor o vaya a saberse de qué extraña conjunción de sentimientos aberrantes. Estas personas, que por suerte parecen ser los menos, son víctimas de una increíble toxina que ellos mismos generan y que al fin termina matando su armonía, más tarde o más temprano.
La religión oriental llama a esto “karma”; la ciencia “principio de acción y reacción” (que se cumple inexorablemente en la vida física y metafísica) y Jesús le dio forma con estas palabras: “(…) así que todas las cosas que querais que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la ley y los profetas”.
Ya el sabio del judaísmo, el gran rabino Hillel, cuando le preguntaron cómo se podía resumir la Torá (libro sagrado de los judíos) dijo: “Todo aquello que es odiado por ti, no lo hagas a tu prójimo. Eso es toda la Torá; el resto no es más que una explicación”.
El principio de “causa y efecto”, no ha sido debidamente comprendido por algunos seres humanos, y especialmente por algunos argentinos, lanzados al resentimiento y la confrontación venenosa cuando de política u otros asuntos se trata. Tal enfrentamiento de buena parte de la dirigencia política, desde los mismos albores de la Patria, flaco favor le hizo al pueblo en todos los tiempos. Pero esa confrontación, a veces rayana con el odio y otra veces convertida en odio mismo, es factible también hallarla entre las personas comunes.
Apenas conocida la noticia de la enfermedad de Cristina, en muchos foros se publicaron no sólo bromas de mal gusto, sino deseos para la presidenta que son de lamentar.
En una nota publicada por el diario Clarín el día 30 de diciembre pasado y que se titula sugestivamente: “Una internación entre confort y religión”, algunos participantes en el foro han tenido palabras desagradables para con la vida de la presidenta, que reflejan la naturaleza del propio corazón. Podríamos reproducir, por ejemplo, las expresiones de una lectora Stella Maris, pero lo que no ha hecho el moderador del foro en cuestión (vaya a saberse por qué, aunque lo presumimos) preferimos hacerlo aquí por razones que no necesitan aclaraciones.
Con todo, y afortunadamente hay mucha gente como Marga que en el mismo espacio ha expresado: “Qué pena me da leer cuánto odio destilan las palabras. La vida es un ida y vuelta: lo que uno desea para el otro cae sobre uno mismo. Mucha salud y suerte para nuestra señora presidenta. Aunque yo no la he votado le deseo lo mejor como ser humano”.
Tales palabras reflejan la sensatez que debe tenerse ante circunstancias determinantes como son la salud y la vida de las personas. En tales casos, no hay Kirchner, no hay Macri, ni Binner, ni Alfonsín, ni ningún otro apellido político, sino que hay vida que debe defenderse siempre. De la misma manera en que deberían defenderse ciertos valores fundamentales, en el marco de un gran y sublime acuerdo, para el bien de todos los argentinos.
Pero debe reconocerse que algunos padecen esa enfermedad tan mala, de carácter mental, que impide la concreción de los sueños de millones de seres humanos. Es necesario, imprescindible, en esta sociedad, extirpar el tumor del rencor que siempre puso en riesgo la salud de la Nación.