Psicólogas especializadas en procesos migratorios y residentes en Cataluña explican los problemas que puede generar instalarse en una nueva cultura, detectan “duelos migratorios” como “el complejo proceso de reorganización personal y el gran esfuerzo psicológico de adaptación a esos cambios” y apuntan las posibles herramientas para sobrellevarlo, luego de que dos gemelas se precipitaran por un balcón, tras lo cual una murió y otra sigue internada.
El 21 de febrero, dos adolescentes de 12 años procedentes de Argentina saltaron del balcón del departamento que acogía a su familia hacía dos años en Sallent, un municipio de 6805 personas al interior de Cataluña, y una falleció. La repercusión y gravedad del caso deja en evidencia diversos problemas sociales, como la falta de abordaje y análisis psicológico en los procesos migratorios, señalaron las especialistas.
Instalarse en una nueva sociedad genera un proceso de aculturación psicológica, que es el choque e integración de las dos culturas (del país de origen con el de acogida) que atraviesa la persona y el grupo familiar al llegar, coinciden María Belén Agostí y Cecilia Inés Pellegrini, madres migradas y psicólogas especializadas en procesos migratorios y educación emocional.
Según Pellegrini, migrar implica adaptarse de manera rápida a una nueva cultura y enfrentar los siete duelos migratorios: “La nostalgia que produce la separación de la familia y amigos, la pérdida del estatus social, del grupo de pertenencia, de la lengua materna, de la cultura, de los paisajes y riesgos físicos; que suponen un complejo proceso de reorganización personal y un gran esfuerzo psicológico de adaptación a esos cambios”.
Agostí incorpora la preparación emocional y la paciencia como herramientas necesarias para afrontar la burocracia de trámites, vivienda, escuela, etc. que pueden sobrellevarse recurriendo a la empatía y recomendaciones de personas que hayan vivido el mismo proceso, en paralelo a la compañía profesional.
Las consecuencias de migrar “no son respuestas anormales, sino respuestas normales a situaciones anormales” que se pueden expresar en manifestaciones psicológicas a nivel cognitivo (dificultades de concentración y atención, preocupación, desconfianza), a nivel emocional y fisiológico (inseguridad, ansiedad, miedo, tristeza, llanto, tensión muscular) y a nivel comportamental (inquietud, conductas agresivas y defensivas, dificultad para dormir y despertarse, pesadillas, pérdida y/o aumento del apetito).
Para reducir el impacto de las consecuencias psicológicas es necesario crear un proyecto realista
Las profesionales de la salud indican que para reducir el impacto de las consecuencias psicológicas es necesario crear un proyecto realista, “acompañarse de personas especialistas en migración, generar redes de apoyo, contar con paciencia, optimismo, reflexión y tolerancia”.
Además, agrega Pellegrini, es necesario “considerar a la escuela como institución aliada que puede detectar posibles necesidades de atención psicológica en nuestros hijos e hijas y esto requiere la implicación de la sociedad de acogida, en cuanto a acciones, a políticas, sociales y comunitarias para ayudar a la integración del migrante. La integración social, la lengua y los aprendizajes escolares sólo los pueden aprender a partir de relaciones afectivas y sentimiento de seguridad”.
Si el proceso de la adolescencia, donde se resignifica la infancia y se reconstruye la personalidad, creando grupos de pertenencia y una «separación-rivalidad» ante las referencias adultas y familiares, “sucede en un contexto de migración, el panorama es más complejo. Los hijos e hijas que migran por primera vez en plena adolescencia deberán atravesar un proceso de desculturización y aculturación, como así también, una nueva construcción de identidad de adolescente en el nuevo país”, dice Pellegrini.
“Sentirán como toda persona adolescente la presión de pertenecer y ser aceptado por un grupo y sobre todo el proceso de emancipación al mundo adulto en un país nuevo. Es importante estimular, apoyar y acompañar para que consoliden relaciones con sus pares en el interior de la escuela, club deportivo, etc.,”, indica la especialista.
La escuela tiene un rol fundamental en la inserción de una familia a una nueva cultura y, sobre todo, en la integración de las personas menores institucionalizadas. “El reconocimiento recíproco facilitará la adaptación”, dice Agostí.
Y ejemplifica con el programa de educación emocional que funciona desde hace un año en el colegio público al que asiste su hija, que “tiene como misión sensibilizar e informar a niños y profesores sobre temas como acoso escolar, regulación de las emociones, inclusión, consciencia emocional, etc. El colegio ofrece a padres y madres reuniones, donde podemos dialogar con los referentes del programa y encontrar soluciones a situaciones que puedan resultar problemáticas y sobre todo de difícil resolución”.
Se vive en sociedades en alerta, preparadas para huir o atacar
Por su parte, Pellegrini complementa el análisis clasificando a “la escuela como una institución viva, conformada por la sociedad, por lo tanto, un reflejo de ella”.
E incorpora la necesidad de “aprender sobre la diversidad en todos sus ámbitos: diversidad sexual, neurodivergencias, migración. Ser distinto en un contexto en donde la mayoría son «iguales o parecidos» no es fácil, porque todavía seguimos viviendo como una sociedad en alerta, preparada para huir o atacar, y la persona diferente, muchas veces se lo usa como chivo expiatorio de todas las culpas y tensiones. En este contexto pueden surgir reacciones de rechazo generando actos de racismo y xenofobia.”
Las tragedias ponen en evidencia problemas invisibilizados y abren el juego a pensar las herramientas que tenemos para su abordaje. Desde este lugar, Pellegrini dice que “la escuela, como sociedad, debe contribuir a superar desigualdades y promover la cohesión social en contextos multiculturales, con estrategias de inclusión e integración y con la participación de las familias”.
A la vez, completa, “debe contar con el apoyo de otros agentes e instituciones públicas. Es necesario sensibilizar, hacer pensar, activar la empatía y la solidaridad con campañas preventivas. Como así también establecer sistemas de detección de conflictos o situaciones complejas como medida de prevención, logrando intervenir con rapidez ante cualquier acto racista o xenófobo”.
Por último, como madres y profesionales inmigrantes, las especialistas indicaron la delicadeza del tema y expresaron su respeto a la familia y personas allegadas de las víctimas. Desde este lugar, aclararon que enfocan su aporte en un “análisis generalista” para que el sistema educativo, como institución fundamental en el desarrollo de la sociedad, esté preparado para abordar la diversidad.
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