Las reservas internacionales del Banco Central cayeron 29.000 millones de dólares en lo que va del año, con descensos provocados por la corrida cambiaria en dos etapas.
Las reservas finalizaron este viernes en 49.561 millones de dólares. Fueron 579 millones más que el jueves, la primera suba diaria desde el 7 de septiembre y a causa del alza de la cotización de los títulos públicos que integran el conjunto. La semana pasada entraron al país, además, 930 millones de dólares especulativos: inversores financieros que compraron Letras Capitalizables emitidas por Hacienda, atraídos por tasas del 50 por ciento y el compromiso del gobierno en el Presupuesto 2019 de mantener el dólar en torno a los 40 pesos.
De los 29.051 millones de dólares que se fueron de las reservas a lo largo de este año, el 85% son billetes tomados por el país como crédito en el mercado internacional, en el Fondo Monetario y en el Banco de Basilea, es decir, deuda que aún hay que pagar.
El Ejecutivo de Cambiemos apuesta, como plan C, a otro desembolso multimillonario del Fondo Monetario Internacional (FMI) que espera para las próximas semanas y con el cual intentará fortalecer el poder de fuego del Banco Central para contener la cotización de las divisas.
El ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli concedió que puede haber «entre 60 y 90 días de pax cambiaria» con aumento de reservas por la llegada de dólares financieros. Por poco, aclara el economista: hacia fin de año habrá –avisa– nuevas presiones sobre el tipo de cambio.
Versiones oficiales coinciden en otro cambio de estrategia, siempre dentro del sistema financiero, sin políticas públicas para la economía real. Esos trascendidos apuntan a que el Banco Central ponga en marcha próximamente un sistema de bandas de flotación. Esto es, un piso y un techo dentro del cual permitirá mover al precio del dólar pero, que, de perforarse cualquiera de ellos, tendrá el «permiso» del FMI para intervenir con compra o venta de divisas para encausar de nuevo la paridad.
«La clave será que el piso del dólar no esté lejos del spot actual –cotización inmediata, transacciones de contado– para aprovechar el potencial ingreso de capitales financieros y que el Central refuerce reservas, o bien el Tesoro compre dólares financieros con los pesos depositados y con eso recompre Letes en dólares a tasas altas», opinó Federico Furiase, del estudio EcoGo.
Con tasas en pesos de entre 50 y 60 por ciento, las gestiones de Luis Caputo en el Central y de Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda buscan por distintas vías frenar de una vez por todas la elevada demanda de dólares por la desconfianza en el peso, según el argumento oficial.
De la tormenta a la crisis
Las reservas iniciaron el año en 55.731 millones de dólares y a los pocos días, el 11 de enero, saltaron a 63.906 por una emisión de deuda que realizó el gobierno al observar que el mercado de crédito se podía complicar, como finalmente sucedió.
La cartera de fondos comenzó a partir de ahí un descenso por goteo por pagos de compromisos y variaciones a la baja de las divisas frente al dólar, los títulos externos y otros instrumentos financieros. Esa historia empezó a agravarse el 25 de abril, cuando las reservas rompieron el piso de 60.000 millones de dólares para cerrar en 59.424. Fue el principio de una crisis cambiaria que duró al menos hasta mediados de septiembre.
Entre el 25 de abril y el 21 de junio, las reservas bajaron unos 10.946 millones de dólares debido a las ventas que realizó el Central para responder a la demanda de los inversores que decidieron salir de las Lebac, la bomba de tiempo que dejó el antecesor de Caputo, Federico Sturzenegger. En ese lapso, el Central tomó un préstamo de 2.000 millones de dólares del Banco de Basilea (Banco de Pagos Internacionales) que fueron directamente a reforzar las reservas disponibles.
Drenaje, especulación y después
Si se observa el cuadro histórico desde el récord del año, el 11 de enero con 63.906 millones de dólares, la primera etapa del terremoto cambiario se llevó 15.428 millones de dólares. La crisis de las divisas se había iniciado porque el peso perdió terreno frente al dólar luego de que el alza en las tasas de interés estadounidenses atrajera a los inversionistas, que sacaron su dinero para colocarlo en Estados Unidos.
Algunos analistas ponen ese dato como motivo inicial y el agravamiento en cuestiones internas: los impuestos sobre la renta financiera de inversores extranjeros motivó una mayor salida de divisas, dicen, principalmente impulsada por bancos como el JP Morgan y el BNP Paribas, más fondos de inversión. Consecuencias, en suma, de apostar a los especuladores que se retiran apenas divisan mejores rendimientos porque se retiraron todas las restricciones para el ingreso y egreso de capitales.
Endeudarse para quedar peor
El presidente Mauricio Macri anunció el 8 de mayo que la Argentina volvía a solicitar ayuda financiera «preventiva» al FMI tras 15 años y el crédito se activó un mes y medio después, cuando el 22 de junio las reservas anotaron el ingreso de 15.000 millones de dólares del organismo prestador de última instancia.
El 16 de mayo, el jefe del Estado brindó una conferencia de prensa en Olivos en la que aseguró que la «turbulencia» había sido «superada». Quedó en posición adelantada, porque continuó la demanda de dólares y la suba de la cotización. Con un reducido sistema financiero local y la plaza internacional cerrada, la Argentina se enfrentaba a la posibilidad de quedarse sin financiamiento y eso provocó un mayor aumento de la desconfianza de los inversores.
Gracias a la deuda contraída con el FMI, las reservas saltaron a 63.274 millones de dólares, con lo que el gobierno esperaba dar finalmente por terminada la crisis, pero una vez más hubo errores de cálculos y esto no ocurrió. El mismo día en que se confirmó el acuerdo con el Fondo, incluso, se conoció que la Argentina había sido reclasificada como «mercado emergente» por el indicador MSCI, con lo que la cuestión se daría vuelta y llegarían unos 4.000 millones de dólares para negocios financieros, pero esto tampoco se dio y, encima, la nueva etiqueta llegó atada a la amenaza de bajarla si el país amagaba con regular el flujo de capitales para frenar la fuga.
Con la crisis de la lira turca y su contagio a las monedas de los países emergentes, la sangría de reservas se recalentó hasta descender a los 49.651 millones de dólares el viernes, bajando entonces otros 13.623 millones de dólares respecto del nivel de junio. Así, en las dos etapas de la crisis cambiaria, las reservas del Central perdieron 29.051 millones de dólares. La primera parte fue fuga de billetes que habían llegado para la bicicleta financiera. La segunda fue la salida de los dólares que prestó el FMI, por ende, deuda que le quedó al país.