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El centrojás que gambeteó todas las condenas

Jueces de Cámara revocaron una sentencia por tenencia de arma, porque la Policía no buscó testigos cuando la incautó.

La Cámara Penal revocó una condena por portación de arma de fuego contra Orlando David Gutiérrez, conocido como Toro y habitué en la crónica policial de los últimos 15 años, quien había sido detenido tras una batahola dentro de un after céntrico en 2012. Los magistrados consideraron que había duda razonable –o sea que los uniformados bien pudieron haberle plantado la pistola incautada–, hicieron caer la sentencia a cuatro años de cárcel dictada en primera instancia y absolvieron al hombre, quien supo integrar como volante central el primer equipo de fútbol de Tiro Federal cuando este club ganó el Torneo Argentino A. Es la última de una larga cadena de acusaciones contra Gutiérrez que la Justicia no pudo probar.

En la mañana del 12 de mayo de 2012 el encargado del after Zoom de Maipú al 800 llamó a la Policía porque se había desatado una pelea que supuestamente había incluido exhibición de armas de fuego en el interior del local, dijeron entonces fuentes del caso. En el exterior del boliche terminaron presos cinco hombres y dos mujeres que se subían a un auto BMW propiedad de Orlando Gutiérrez, entonces de 37 años. Los uniformados dijeron haber secuestrado tres armas de fuego: dos pistolas 9 milímetros y un revólver 357 tipo Magnum.

Por el episodio la jueza María Isabel Mas Varela condenó a Gutiérrez y a otros dos hombres por la portación de arma de fuego. En el caso del Toro, la condena fue de cuatro años de cárcel que sus abogados, Adrián Ruiz y José Ferrara, apelaron. Entonces, la decisión sobre el caso quedó a cargo de la Cámara Penal, integrada por los jueces Daniel Acosta, Carlos Carbone y Georgina Depetris.

Según describió en su voto el camarista Acosta, los policías afirmaban haber observado cómo Gutiérrez tiraba dentro de su auto una pistola 9 milímetros cargada, con bala en recámara, y con la numeración limada, y cómo una de las mujeres hacía lo propio con un bolso donde había un arma similar, que fue hallado, según los uniformados, en la vereda. La tercera fue incautada, de acuerdo con esta versión, dentro del auto.

La defensa, por su parte, basó su estrategia en la ausencia de testigos que hubiesen visto al acusado con el arma en su poder y afirmó que desde un primer momento Gutiérrez, sin perder la calma, pidió que se observaran las cámaras de seguridad de un estacionamiento que apuntaban directo hacia el lugar de la detención, afirmando que jamás se lo vería con la pistola, que juró le había sido plantada por los policías. La Fiscalía de Cámaras, a su turno, pidió la confirmación del fallo y que en ese caso Gutiérrez volviera tras las rejas, ya que estaba con una morigeración de prisión.

El juez Acosta sostuvo que la idea de la norma es no dejar librada la documentación y validez de los actos irreproductibles, como el secuestro, al arbitrio exclusivo de la Policía interviniente en función de auxiliar de la justicia, aunque expresó que no se advertía nulidad alguna en el procedimiento. Aunque sostuvo que no se le puede dar al acta policial “plena credibilidad”, lo cual “devaluaría la función de los jueces”. Así valoró “indicios o datos verosímiles que erosionaron el peso convictivo de la actuación”, como que al arrojar un arma con una bala en la recámara el acusado hubiera puesto en riesgo la vida de terceros y, fundamentalmente: “La falta de diligencia en la obtención por parte de la Policía de las filmaciones disponibles en el emprendimiento de cocheras próximo al lugar del hecho (…)  no condice con el de la evidenciada al momento de determinarse la intervención de un móvil policial ubicado a varios kilómetros del lugar del hecho (en Lima y La Paz); móvil que, por otra parte, transportaba al oficial que documenta toda la actuación labrada respecto de Gutiérrez”. Así, por duda razonable, votó revocar el fallo y absolver a Gutiérrez, con la venia de su par Carbone. En tanto, Depetris se abstuvo.

El centrojás

El Toro es conocido en el ambiente futbolístico como aquel número 5 de Tiro Federal que salió campeón del torneo Argentino A en los años 1999 y 2000. Luego, cuando su carrera futbolística llegó a un techo, decidió tomar el dinero que había juntado e invertirlo en boliches, contaron allegados. Es así como llegó a tener cuatro conocidos locales nocturnos en el departamento Rosario, uno de ellos el célebre Ezeiza, de Servando Bayo al 1400, donde el 19 de marzo de 2010 fue asesinado el ex líder de la barra brava de Newell’s, Roberto “Pimpi” Caminos. Le imputaron encubrimiento, aunque fue desvinculado, tal como sucedió en todas las causas que ha acumulado en su prontuario. Antes, en enero de 2007, el Toro cayó preso tras un encontronazo con un hombre conocido como Bola en la puerta de un cantobar de Santa Fe y Presidente Roca, cuando la Policía dijo haberle incautado un revólver. El Bola es padre de uno de los jóvenes que años después sería condenado como autor del homicidio de Pimpi.

Promesa

Aunque en la última década lo mencionaron en otros incidentes resonantes que involucraron tiros y grandes sumas de dinero, nunca hubo pruebas en su contra para condenarlo. Así, lo apuntaron en vano de ser el asesino de Carlos Cotugno, un empleado de Laboratorios Apolo asesinado el 22 de febrero de 2011 cuando intentó capturar a un hombre que había robado 70 mil pesos destinados al pago de salarios. Unos meses antes había sido detenido por el asalto que había sufrido el dueño de una empresa de catering de Suipacha al 900, a quien le pegaron un tiro en la pierna, pero también pudo zafar. También fue vinculado con una tentativa de robo a dos empresarios cordobeses, ocurrido en junio de 2010 en el kilómetro cero de la autopista Rosario-Santa Fe, pero pudo esquivar la acusación: dijo que estaba en la zona porque había ido a ver al padre Ignacio para agradecerle que hubiese sido desvinculado del crimen de Pimpi.

Antes lo involucraron en dos asaltos consecutivos y con jugosos botines contra la cantante de cumbia Dalila, a mediados de la década pasada, y también en otros dos robos en los que las víctimas terminaron baleadas en las piernas: un publicista que intentó evitar que le sacaran su Rolex en la playa de estacionamiento del complejo Village y el dueño de dos telecentros que pretendió eludir al asaltante que le sacó un maletín con 40 mil pesos.

En este último caso, el Toro cayó minutos después frente al Parque Independencia. Su coartada resultó eficaz: dijo que cada martes iba al cementerio El Salvador a visitar la tumba de su hermano muerto.

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