Descripta en 1909, pero con una antigüedad detectada de al menos 2.500 años, el mal de Chagas no tiene ni la atención mediática ni el interés de la industria farmacéutica que merece, en gran medida porque es una enfermedad de “la pobreza” que no promete altas rentabilidades al negocio de los medicamentos.
Pero sigue presente en el país con alrededor de 1.600.000 infectados, de los cuales cerca del 10 por ciento habita en Santa Fe. Además, se está mudando: gracias a las acciones contra el vector transmisor, la vinchuca, se consiguió reducir su incidencia en los ámbitos rurales tradicionalmente endémicos, aunque, incrementó su presencia en las grandes ciudades por vía de las migraciones internas y de naciones limítrofes. Este fenómeno ya tiene nombre: urbanización. Y requiere sumar nuevas estrategias para combatir la enfermedad porque en las urbes, donde el insecto no está presente sino en forma accidental, la transmisión se da preferentemente por vía parental, de madres a hijos durante la gestación. Por eso, el área de Salud santafesina puso énfasis en el control de las embarazadas y “es una de las provincias más avanzadas” en ese sentido, dicen las autoridades. Apuntalan esa afirmación en el hecho de que el 90 por ciento de las mujeres que recurren a los efectores públicos para dar a luz son controladas, lo que permite un seguimiento de los bebés susceptibles de contagio para, en caso de confirmarse la infección, administrarles los tratamientos que a temprana edad permiten una cura total casi imposible de lograr más tarde: los únicos dos medicamentos disponibles hoy reducen drásticamente su efectividad en pacientes mayores de 15 años.
De los registros epidemiológicos se tiene que un tres por ciento de las embarazadas a las que se les realiza el estudio en los hospitales santafesinos dan positivo. Esto permite estimar en alrededor de 1.600 las mujeres que cada año se detecta como infectadas, de las cuales el 60 por ciento lo son en la ciudad de Rosario.
El viernes último se conmemoró el Día Nacional por una Argentina sin Chagas. El objetivo es promover la participación y compromiso comunitario en el trabajo conjunto con las áreas científica, sanitaria y escolar para “desnaturalizar” la enfermedad y “romper el silencio que la rodea”, según la descripción del Ministerio de Salud de la Nación. Se eligió el último viernes de agosto de cada año no en referencia biográfica al infectólogo brasileño Carlos Chagas, quien en 1909 identificó la enfermedad, ni al médico argentino Salvador Mazza, que en 1926 retomó su investigación en el país. Es que en la inminente época estival hay una mayor actividad y reproducción de la vinchuca, portador del Trypanosoma cruzi, parásito causante de la enfermedad. Se produce así un aumento de la presencia del insecto en las viviendas y, en consecuencia, una mayor probabilidad de infecciones por esta vía de transmisión.
De los análisis en los efectores públicos y los datos de los bancos de sangre se infiere que casi uno de cada 10 enfermos en el país habita en Santa Fe. Son unas cien mil personas, claro que con riesgos distribuidos en forma heterogénea: “La zona endémica es el norte, los departamentos 9 de Julio y Vera, y algunas localidades de General Obligado, San Cristóbal y San Justo”, explica el bioquímico Marcelo Nepote, director del Programa Provincial de Chagas. Con todo, las acciones para combatir la vinchuca y modificar los hábitos de orden e higiene de las viviendas –en gran mayoría precarias– en esas regiones dieron buen resultado. Nepote indica que allí, en el registro correspondiente a los años 2004-2005, el 8 por ciento de los exámenes de sangre a niños menores de 15 años dio positivo, una tasa que bajó al 1,5 en el período 2010-2011.
Los estudios están centrados en esta edad por varias razones. El 90 por ciento de las picaduras de vinchuca –se alimenta de sangre humana o animal– ocurren en pequeños de hasta 10 años, porque el insecto tiene hábitos nocturnos y durante el sueño los pequeños tienen menos reflejos para espantarlo que el adulto. Además, es a temprana edad cuando hay más probabilidades de cura. Es que el Chagas es una de las llamadas “enfermedades huérfanas”, de escaso interés para los laboratorios medicinales privados porque la población en riesgo está sumergida en la base de la escala socioeconómica de países emergentes (centro y sur América). Así, hoy existen sólo dos medicamentos para tratarla: el Nifurtimox, lanzado en 1960 por Bayer, y el Benzinidazol, patentado por Roche en 1974. Ambos son efectivos en menores de 15 años, y casi no hay líneas de investigación para desarrollar tratamientos que abarquen a los adultos.
Ninguneada, invisible, la enfermedad igual deja sus rastros: Nepote refiere que “de cada 100 personas que tienen Chagas, 70 no van a tener problemas y podrán vivir su vida en forma relativamente normal, pero los 30 restantes desencadenarán problemas cardíacos, y si no se controlan 10 van a morir” por esa causa.
El director del Programa Provincial de Chagas enfatiza el éxito del control vectorial en la región endémica del norte provincial. “En algunas zonas la vinchuca ya no habita las viviendas, entendidas como el lugar en que se duerme. No está más dentro, sino cerca: en los nidos de pájaros, en los gallineros o corrales o en las pilas de la leña” utilizada para cocción y calefacción. Con la recomendación de alejar esos sitios, la probabilidad de infección se reduce abruptamente.
Esa es una batalla aún no ganada pero bien encaminada. Sin embargo, hace tiempo apareció otro frente de combate. “Poco a poco la enfermedad está migrando de su carácter rural al urbano. Y esto es por el control vectorial que se viene realizando en las zonas tradicionalmente endémicas y por las migraciones de poblaciones infectadas hacia las grandes ciudades. El fenómeno tiene nombre: urbanización de la enfermedad”, refiere Nepote.
Este nuevo escenario requirió sumar estrategias sanitarias. Como en las ciudades la vía de transmisión principal es la de madre a hijo, la vigilancia apunta entonces a las embarazadas. En Santa Fe se le realiza el examen de laboratorio serológico al 90 por ciento de las mujeres que se atienden en los efectores públicos, y en este aspecto es una de las provincias más avanzadas del país. Alrededor del 3 por ciento de los análisis da positivo. En base a este dato, se estima que se detecta unas 1.600 mujeres infectadas en toda la provincia cada año, de las cuales mil corresponden a la ciudad de Rosario. La causa es la alta densidad poblacional de la ciudad –casi la mitad de los santafesinos vive en ella– y la cantidad de migrantes que recibe desde las zonas endémicas de la Argentina o países vecinos.
A partir del registro sistemático de las embarazadas, se puede entonces dar tratamiento a los bebés contagiados durante la gestación. Y los niños que adquieren la enfermedad, si son tratados dentro de los 5 primeros años de vida, se curan.