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El “ChicoDinamitaAmor” de los Killer Burritos

Con producción local, Coki editó su nuevo disco junto a su badna. Canciones que adelantó en el concierto del Parque España y seguirá mostrando en los shows venideros. Buenas historias, crónicas de un tiempo y el poderoso sonido del mejor rock rosarino.

Nuevo disco de este combo rosarino, que gran calidad, amantes de Lou Reed, Neil Young, Tom Petty y la cosa más oscura y reventada del rock pero con especial acento en la canción rockera, con muy buen gusto, y con grandes letras.
El disco abre con las guitarras bien al frente, una batería electrónica y el hitazo de “ChicoDinamitaAmor”, al que sigue la lenta “El chico que bailaba lento”, donde Coki De Bernardi, nacido en Cañada Gómez, pero rosarino adoptado, se mete en la piel de un chico que sufre bullyng, pero lo hace desde un lugar que evita los golpes bajos y el drama artificial de talk show. Al contrario le da un mirada más “Elephant”, el filme de Gus Van Sant.
Amigo y compañero de Fito Páez, a quien los KIller Burritos le dieron la formación más rockera que jamás haya tenido entre 2008 y 2009, De Bernardi ya es un gárbola colgada de alguna cornisa mirando lo que sucede en su ciudad para contar una buena historia, como lo hace en “Villa Cristal”.
Coki contó que “Villa Cristal” es una canción que le escribió a su hija Antonio, en donde le cuenta lo bueno y lo malo de la vida, aunque De Bernardi reivindica la calle como un lugar para crecer en libertad.
“Las hadas vuelan/ Villa Cristal en la vereda siempre fue mejor/no tengas miedo/todos vinimos a este mundo para dejarlo”, es el estribillo que canta Coki, mientras la banda estalla detrás de él.
“Titanic te” es una balada cruda, con la batería y las guitarras de Coki y Franco Mascotti al frente, mientras el personaje central se mete en la piel de un loco astronauta que aterriza su taxi espacial o su Apolo 38 en el patio de su chica, que vive en un chalecito de Rosario y quiere tomar el té, en el Titanic, ya hundido.
Una de las características de Coki es vestir musicalmente sus cuentos plagados de noche, rosas, coca, asfalto, la brisa del río, los colores del Canalla, alcohol, corazones destrozas, lunas rojas, coches destrozados en un choque mortal y mucho rock.
El escritor estadounidense Chuck Palanhiuk desembarca en Rosario con su “Club de la Pelea” con mucho rock, porque como hombre nocturno Coki también termino varias jornadas a las piñas, con la nariz rota contra el empedrado, por deporte, o por buscar una buena paliza como Hank Chinaski, el personaje de Charles Bukowski en “Hollywood”.
Tito Barrera en batería, Miguel Villalba en bajo y Marcos Prietto en teclados le dan un aire fresco y movido a la bonita “Barquito”, donde luego se lucen las guitarras, mientras Coki cuenta el fin del verano a bordo de un velerito.
“En la faquir de la suburbia”, Coki mete otra vez la literatura en tiempos rockeros darks, bien oscuros, para ir armando la pirámide que conforma a un mito urbano, que tal vez viva en las villas que crecen en Rosario al costado de la Avenida Circunvalación. Y la canción es imperdible, cargada de pasión y dolor, con la sangre bullendo en cada acorde.
“Parque de canciones” es pura americana, esa mezcla de rock, country y folk, con lindos acordes de guitarras y buen acompañamiento de teclados de Carlos Vandera, donde Coki reivindica el poder que cada canción tiene en su compositor y en el que escucha, y lo rodea de aquellos viejos parques de diversiones nómades que iban de pueblo en pueblo.
“La sombra” va del country al rock más Velvet Underground, mientras Coki mete poesía nocturna, solitaria y suicida, mientras la banda vuelve a brillas en los segmentos instrumentales.
“Alfombra voladora” es menos sombría, más fresca, con las guitarras dando un color a lo The Clash, Coki se mete en el camino de los excesos químicos y los delirios, volando drogado en una alfombra voladora “De Tablada al Luna Park, de Cañada a ver el mar, de las drogas a mi mamá”, en una frase que encierra mil sentidos.
Este álbum se cierra con “Dinamita2”, la continuidad de “ChicoDinamitaAmor”, con la voz de Coki, la guitarra punzante y apenas un colchón de teclados, marcando las primeras estrofas, hasta que la batería con golpes de marcha militar le da un toque heroico al estribillo, mientras la guitarra gruñe y así todos los Killer Burritos se meten en la esa oda nocturna, esa canción para buscar a este “ChicoDinamitaAmor”, que siguió y encontró la senda del perdedor, en una urbe gigantesca y cruel como Rosario o Buenos Aires.

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