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El Chino Pita fue un fenómeno que cautivó tanto al público rosarino como al porteño

Dueño de un gran estilo, la gente lo adoraba y las entradas para sus combates volaban en cuestión de horas. El Estadio Norte y el Luna Park fueron los escenarios de sus mejores peleas, aunque también brilló en Estados Unidos, donde lo bautizaron como “el nuevo talento de Sudamérica”
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Se llamaba Raúl Oscar Pietta, pero al ingresar al mundo del boxeo lo bautizaron “El Chino Pita” por sus ojos achinados. Y ese nombre se le pegó para siempre. Nació en la provincia de Córdoba un 14 de septiembre de 1933, pero comenzó a practicar en el histórico Rosarino Boxing Club, donde supo llegar con méritos propios a los corazones rosarinos tras sus grandes actuaciones en el Estadio Norte y en el Luna Park.

El Chino Pita demostró ser poseedor de un boxeo tan pulido como contundente y marcó su huella con perfección de maestro, cautivando incluso al público estadounidense en su estadía en el país del norte. Ademásse convirtió en el mejor boxeador medio mediano (hoy welter) de Sudamérica en los años 50.

Una gran carrera

A fines de 1945 Pita arranca su etapa amateur arriba del ring, militando en la categoría mosca y recibiendo las primeras lecciones bajo las órdenes de “Lito” Muñiz, con quien se inició en el camino de la fama, para continuar luego su campaña más sobresaliente con la experta dirección del veterano profesor Juan Umberto Natale y el no menos eficaz Alejandro Ammi.

Sus comienzos hicieron prever que estaban en presencia de un pugilista con mucho futuro. Y lo demostró con el correr de los años: primero se consagró campeón argentino y luego latinoamericano en Guayaquil. Hasta integró la delegación olímpica argentina que participó de la cita de 1948 en Londres, cuando apenas tenía 14 años. Tras la experiencia olímpica en Europa y ya afianzado en la categoría liviano, Pita debutó como profesional en 1951, derrotando en Rosario a Ismael Guevara, por nocaut en el tercer round. Proseguiría así con una campaña brillante, permaneciendo invicto durante casi cinco años.

Sus fenomenales actuaciones y el título rosarino le abrieron las puertas del Luna Park, el 6 de febrero de 1952, derrotando al chileno Guillermo Pizarro. En ese entonces y después de más de cuatro años de estar vacante el cetro argentino, las autoridades resuelven que este sea nuevamente ocupado, designando como rival del Chino Pita al riojano Alfonso Moreno.

El evento se realizó en el Palacio de los Deportes porteño un 26 de diciembre de 1953, en el cual Pita, con Pablo Muñiz y Alejandro Ammi en el rincón, se consagró campeón de los medio medianos con una amplia victoria. Al año siguiente logra vencer por abandono en el noveno round a Ramón Vargas adjudicándose de esta manera el titulo provincial, convirtiéndose en el campeón de las tres coronas.

Pita en Estados Unidos

El 1955 se le abrió las puertas a mayores posibilidades, ya que sus grandes actuaciones impresionaron al promotor estadounidense Charles Johston, representante del Rosarino Boxing Club en la Meca del boxeo mundial, quien lo llevó al país del norte junto a su entrenador Alejandro Ammi.

En esa gira realizó dos combates, los que fueron suficientes para dejar una huella imborrable en el ambiento boxístico neoyorquino. Por su estilo, bagaje técnico y estampa, Pita deslumbró ni bien pisó el gimnasio Stilman de Nueva York, causando una inmejorable impresión desde las primeras sesiones de guanteo y donde comenzaron a llamarlo “The New Talent of South”: “El Nuevo Talento de Sudamérica”.

El 25 de abril de 1955 demostraría allí sus extraordinarias capacidades boxísticas en el Maple Arena de Brockton contra el local Frid Monforte, un rival peligroso por su talento defensivo. Pero el argentino lo venció sin sobresaltos, castigándolo a voluntad sobre el final y ganando con el veredicto unánime.

En su segunda pelea se cruzaría con el valor canadiense Gene Poirier. Este combate tuvo lugar el 20 de junio de 1955 en el Saint Nicholas Arena de Nueva York. Fue una pelea épica, con momentos tremendos. Pita cayó dos veces en el segundo round y una vez más en el cuarto, pero se repuso de manera extraordinaria y a partir del quinto asalto emprendió una remontada tan increíble como letal, demoliendo a su rival de tal manera que debió ser retirado por sus asistentes al final del octavo asalto y no salió a combatir en el noveno.

Su regreso a la Argentina

El Chino regresaría feliz por los triunfos traídos de la Meca del boxeo, sumada la noticia que había sido incluido en el décimo puesto del ranking mundial por la revista “The Ring”, lo que despertaría muchísimos deseos de realizar una segunda campaña a los Estados Unidos y lograr pelear por el título del mundo. Pero eso nunca ocurriría y el sueño de aspirar a la pelea por la consagración mundial se fue diluyendo con los años.

Instalado en Argentina, realizó varios combates pero al estilo norteamericano, muy ofensivo y descuidado en el intercambio de golpes, saliendo victorioso en varios aunque con poco éxito comercial. Fue cuando el mismo Pita reconocería su baja calidad, lo que sería determinante en su futuro deterioro físico y posterior caída.

Esa su gran preocupación intentó resolverla descartando ese boxeo sucio que había aprendido en Estados Unidos. Pero entonces vino la derrota ante el mendocino Cirilo Gil y con ello la pérdida del título argentino. De esta manera Pita fue llegando al final de su carrera y despidiéndose de su amado público, realizó su último combate en el Estadio Norte de Rosario, que lució repleto, al punto que mucha gente que no logró conseguir una entrada se quedó alentando al Chino Pita desde afuera. Lo esperaba un rival en excelentes condiciones, el rosarino Julio “La Pantera del Saladillo” Ocampo. Fue una pelea durísima, la cual Pita perdió por nockaut en el décimo round: el ídolo había caído ante la mirada de sus fanáticos.

Un halo de admiración intocable aún giraba sobre la figura deportiva de Pita, el cordobés de escuela boxística rosarina que supo enamorar al público, pero que esta vez le tocaba besar la lona. Y mientras el árbitro contaba los diez segundos, el estadio estaba enmudecido: reinaba un silencio de tumba,

El gran púgil no se levantaba. Al llegar a la cuenta de diez, el silencio fue quebrado por el llanto que llegó desde las tribunas al ver al ídolo caído. De esta manera concluiría la carrera profesional de uno de los máximos referentes boxísticos argentino del Siglo XX, retirándose con un récord de 49 victorias (26 KO), un empate y 5 derrotas.

(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.

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