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El cielo estrellado de Grossmugl, un bien a promover

Los habitantes de Grossmugl, un pueblo apartado y oscuro del este austríaco que suele lucir mayor cantidad de estrellas que cualquier otro lugar en el planeta, creen que debería ser tan famoso como el casco antiguo de Viena y lo propusieron como patrimonio universal de la humannidad.

Los habitantes de Grossmugl, un pueblo apartado y oscuro del este austríaco que suele lucir mayor cantidad de estrellas que cualquier otro lugar del planeta, creen que debería ser tan famoso como el casco antiguo de Viena y lo propusieron como patrimonio mundial de la humanidad.

Grossmugl ofrece a sus 1.600 pobladores un panorama espectacular: en las noches claras el cielo se ilumina con más de cinco mil estrellas, probablemente muchas más que las que puedan divisarse desde otros lugares poblados del mundo, reportó la agencia DPA.

Por su situación geográfica particular, las colinas sirven a este poblado de escudo contra las luces de la capital, a 40 kilómetros.

Los astrónomos acuden a menudo a una zona cercana al gran Mugl, un yacimiento celta a la entrada del pueblo que colabora apagando todas las luces cuando se produce un acontecimiento estelar especial.

 “Si nuestro pueblo es tan oscuro, queremos aprovecharlo”, dice el alcalde Karl Lehner, quien charla regularmente con el descubridor de las innumerables posibilidades de Grossmugl, Charly Schillinger, astrónomo amateur y dueño de una casa de huéspedes.

Los astrónomos ya están llegando al pueblo y si obtuviera el estatus de patrimonio de la humanidad esta “puerta a la Vía Láctea” podría convertirse en una gran atracción turística.

Está previsto que pronto se celebre un festival de las estrellas y el propio Schillinger acaricia la idea de un astro-hotel: “Me encantaría”, afirma.

Según los expertos, el pueblo tiene buenas opciones para hacerse con la protección de la Unesco como patrimonio mundial pues esta organización de la ONU está actualmente analizando cómo evitar la cada vez mayor contaminación luminosa del cielo.

“Hace 50 años se veía la Vía Láctea desde Viena, hoy apenas se ven la Luna, Venus y en los días buenos entre veinte y cuarenta estrellas”, dice el astrónomo y director del observatorio vienés Günther Wuchterl.

Wuchterl quiere “preservar el derecho de los hombres a ver la Vía Láctea”, la galaxia que alberga el Sistema Solar que integra la Tierra.

En julio, el comité de Patrimonio Mundial celebrará una conferencia en Brasilia, donde analizará un estudio de Grossmugl.

El principal competidor del pueblecito alpino es el neozelandés Tekapo, cuyos 850 habitantes siguen gozando de nocturna oscuridad.

Pero Grossmugl no se da por vencido: la iluminación de las calles es la más novedosa y respetuosa con las estrellas y las farolas proporcionan una luz anaranjada de atardecer, señala el alcalde de este pueblo donde “todos conocen la Vía Láctea”.

Los haces de luz artificial, tan populares en algunas fiestas, serán prohibidos e inclusive la iluminación de la iglesia se corta a las 22 horas en este católico municipio.

“Es importante que la gente también muestre su apoyo”, dice Lehner. Para que las medidas se impongan es necesario un trabajo de concienciación, pues para los habitantes de Grossmugl su nueva atracción formaba desde hace décadas parte de la normalidad.

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