Mundano, cómplice, siempre cercano, feliz de cantar, feliz de poder hacerlo una vez más (aunque con cierta nostalgia en la mirada), más allá de todo lo que pase o le pase.
Diego El Cigala (Ramón Jiménez Salazar, Madrid, 1968) pasó una vez más, el viernes por la noche, por el Centro de Convenciones del City Center Rosario, esta vez con Indestructible, un material diferente en su producción, porque es bastante más que un show, casi una excusa para repasar momentos de su obra y recorrido.
De hecho, el mismo nombre lleva su disco editado a fines de 2016, pero Indestructible, el alma de la salsa es también, entre muchos otras cosas, un recorrido audiovisual imperdible por la historia del género desde sus inicios hasta que «El Cigala lo hace suyo», a partir de un documental, mezcla de road movie y viaje homérico con el propio Cigala de protagonista, de la mano del talentoso realizador cubano David Pareja, que obtuvo ocho nominaciones a los recientes premios Goya de la Academia Española de Cine.
De este modo, con la salsa bien al frente y arreglos especialmente creados para el disco y el show por José Aguirre, director de la Cali Big Band, la banda de nueve músicos que lo acompaña en este periplo y que completa su extraordinario pianista, el catalán Jaime Calabuch, el del viernes fue un show atípico en relación con las presentaciones anteriores del artista madrileño en la ciudad, frente a un público un poco obsecuente y claramente incondicional que aplaudió y ovacionó todo más allá de, en principio, algunos problemas de sonido (la banda muy por delante de la voz) que opacaron el comienzo del show. Y si bien la presentación tuvo sus desniveles, sigue poniendo al artista en el lugar de lo que es: un monstruo sagrado de la música internacional, o «el mostro de los mostros» como lo llamó alguna vez Rosario Flores.
De este modo, dispuesto a hacer retumbar timbales y tambores pero siempre con un pie en el tablao que lo vio nacer en el corazón del Rastro madrileño hace casi cinco décadas, la noche, que de Indestructible saltó a los tracklists de materiales anteriores, abrió con «Moreno soy» (también conocida como «Nací moreno»), para dar paso a verdaderas gemas de la historia de la música del Caribe como «Si te contara», de su disco Dos lágrimas; «Amar y vivir», «Juanito Alimaña», el incandescente bolero «Inolvidable» conocido a través de Bebo & Cigala, «El paso de la encarnación», otro salto al pasado con su siempre bella versión de «Corazón loco», y de vuelta a Indestructible con «Periódico de ayer», para dar paso a «20 años», «El Ratón» y «Hacha y machete», éxitos inoxidables de la historia de la salsa, y volver a la emoción con «Lágrimas negras».
Un momento aparte, un show dentro del mismo show con la banda fuera de escena, fueron los tres temas elegidos para repasar a sólo piano junto al siempre sorprendente Calabuch, claramente su mayor aliado en escena, donde el cantaor lució su indiscutible caudal vocal, ése que brilla entre las estridencias y los quiebres del cante flamenco, siempre atento a las sutilezas. Si su versión de «Te quiero, te quiero» de su compatriota, el recordado Nino Bravo, sirvió para alcanzar el momento de mayor complicidad con el público (con coros incluidos), fue su particular modo de interpretar «Cóncavo y convexo», popularizada por Roberto Carlos, lo que llevó a los presentes a disfrutar uno de los puntos más altos del show, para cerrar con su conocida versión de «Garganta con arena», de Cacho Castaña, incluida en Cigala & Tango.
El concierto terminó con una versión «intervenida» de «Indestructible», clásico de otros tiempos que popularizó Ray Barretto en los 70, que habla de cómo recuperarse de las grandes pérdidas (en poco tiempo, El Cigala perdió a su mujer y a su madre), momento en el que los colombianos de la Cali Big Band mostraron todo su esplendor de percusiones salseras, entre timbales y congas, y coros y metales, para el lucimiento de trompetas y trombones.
Un cerrado aplauso y algunas ovaciones daban por sentado que, tras los habituales saludos a proscenio, las dos horas de show cerrarían con los clásicos bises. No fue así; los reclamos, esta vez, no se hicieron oír y primó el silencio. El Cigala, que casi no habló a público, no regresó al escenario como lo suele hacer. Los presentes, algo desconcertados, comenzaron a retirarse, seguramente, a la espera de un pronto regreso para volver a aplaudirlo de pie como él se merece.
50…
Son los años que el 27 de diciembre cumplirá Diego Ramón Jiménez Salazar, conocido mundialmente como El Cigala, cantaor flamenco de origen gitano, con nacionalidad dominicana desde 2014. El nombre Diego es el resultado de una disputa familiar producida entre su padre y su tío en la pila bautismal, y Cigala, un apodo que recibió de los hermanos Losada, sus guitarristas, en relación al crustáceo marino del mismo nombre, por su delgadez y sus intensos ojos negros