Luego de 20 años de ausencia, cuando en 1996 se afincó en la ciudad de paso hacia Buenos Aires, el circo Tihany tuvo el sábado su regreso triunfal con una carpa –enclavada en el parque Scalabrini Ortiz– casi colmada por un espectro amplio de público, desde quienes añoraban la propuesta a sabiendas de su calidad, fundamentalmente en lo que atañe al ilusionismo, hasta niños que visitaban por primera vez un espectáculo del que habían oído hablar desde siempre. Lo cierto es que se trata de un show circense que incorpora recursos tecnológicos que otorgan un gran relieve a cada uno de los números ofrecidos. Por lo que ahora lleva incluso otro nombre, el de Tihany Spectacular, fiel al despliegue del glamour de Broadway, del ilusionismo internacional y del arte circense que circula por las grandes capitales europeas. Tenido por muchos como el mejor circo de América, el Tihany Spectacular dio a conocer Abrakdabra, un show con el acento puesto en las proezas del rosarino Richard Massone, quien es el afiatado sucesor de Franz Czeisler, conocido como el “Gran Tihany” y fundador del circo en 1955.
Con una colorida estética donde un cuerpo de bailarines ofrece una vistosa coreografía, el Tihany da un contexto de gran espectáculo a partir de un set lumínico impresionante y un sonido que eleva los artificios y permite un juego sonoro en el que golpes, caídas y pisadas logran una redundancia extrema en sintonía con lo que ocurre en el escenario.
Al Tihany lo integran 50 artistas internaciones, entre los que destacan el clown que hace de maestro de ceremonia y lleva adelante un hilarante acto con invitados del público; dos equilibristas chinos de destreza admirable; un grupo de acróbatas que con suma plasticidad se arrojan sobre una tela desde riesgosa altura. Y finalmente, aquello que da carnadura al Tihany, porque nació como un gran circo mágico. En manos de Massone, los números de magia se sucedían con apariciones y desapariciones de mujeres en cajas; levitación del propio mago y su asistente, la fabulosa aparición de un helicóptero en una caja donde poco antes no había nada y la simpatía para el relato previo a cada pase del mismo Massone redoblaron los aplausos y certificaron la calidad de un espectáculo destinado a seducir.