El disparo de Sarmiento impactó en el travesaño. El rebote provocó un zapatazo de Leal que Musso sacó como pudo. En ese momento, cierre de la primera parte, Newell’s se sentía ganador y empezó inconscientemente a pensar en el Clásico. Nunca se imaginó que todo podía cambiar. Pero el destino, mucho más en el fútbol, tiene caprichos que son imposibles de anticipar. Y la Lepra pasó de la alegría al ceño fruncido sin darse cuenta.
Fue empate. En ese entretiempo impensado, en el final casi festejado. Porque todo cambió de repente. Sin que hubiera tiempo a reaccionar. Todo se fue desencadenando como si hubiera estado predestinado. Es que a este Newell’s le cuesta tanto ser feliz, que un simple soplido le derrumba cualquier estructura que intenta armar.
Sarmiento se tomó el posterior. Y en su cabeza seguro que se cruzó perderse el Clásico, ese partido que esperó una vida. Pidió el cambio, pero no pensó que era el principio de un final distinto al que en ese momento la Lepra disfrutaba.
Enseguida llegó el empate, tras otra distracción aérea de la defensa. Y Torres miró al banco y se desplomó en la cancha. Otro lesionado, otro que pensó en no perderse el Clásico. Pero había un partido en el Coloso y Newell’s ya no lo ganaba con comodidad.
No fue todo. El fútbol a veces es siniestro. Y Paz, el mejor jugador de la Lepra en el torneo, cometió dos faltas consecutivas y por más que imploró piedad, Penel lo expulsó. Problema para lo que quedaba del partido ante Racing. Dolor de cabeza para Llop de cara a Central, donde tampoco podrá usar a Escobar, ya vendido para tapar agujeros financieros.
Casi lo gana Racing en el final. Pero Bianchi despejó en la línea para evitar una caída que en el cierre del primer tiempo no pasaba por la cabeza de nadie.
A esa altura nadie pensaba en el partido con Racing. Los hinchas gritaban «que el domingo cueste lo que cueste…», Sarmiento y Torres rezaban por recuperarse rápido, Paz se lamentaba al cielo por no estar con Central, y Llop empezaba a armar el rompecabezas ante tanta complicación. El Clásico apareció una semana antes. Y Newell’s se distrajo y lo pagó caro. Y no se fue feliz, se fue preocupado.