La música en el Poli es ensordecedora, el cubo gigante es una de las vedettes del torneo y las mascotas, los concursos y la animación en cada tiempo de descanso se lleva la atención.
La globalización de la NBA se comió al mundo Fiba y los dirigentes vieron que era negocio. Y compraron.
El Poli tiene, como en toda cancha, sus stands de venta de comida rápida y bebidas (hamburguesa 16 pesos, alfajor 8, café 10, gaseosa 15), pero también despliega todo un panorama de puestos comerciales a lo largo del anillo interno que rodea el estadio.
Así una casa de deportes marplatense tiene montada una mini cancha de básquet donde los chicos lanzan, juegan e intentan ganarse un premio.
También uno de los auspiciantes de Manu Ginóbili colocó un sitio imitando a un locker (casillero de vestuario) NBA con las camisetas argentinas colgadas. Se puede pasar y fotografiarse. A cada uno de sus flancos un Manu gigante te saluda y te invita a medirte con un metro que supera a la mismísima réplica del bahiense.
Y si de recuerdos se trata la oferta no es demasiado variada aunque los precios están por las nubes. Una bufanda (60) o una pelota (60) pueden cerrar en el presupuesto, mientras que una camiseta se hace costosa para el bolsillo (250 pesos).
Y fuera del estadio, las ventas informales se multiplican, con las típicas banderas y productos propios de cada evento que involucre a un seleccionado argentino, pero son más de entrecasa, como el choripán. Adentro, aunque todavía no apareció el popcorn, todo es más parecido a la NBA.
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