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El Concejo apuntala al bar cooperativa de la Terminal

Por Guillermo Correa. Aprobó créditos para la Nueva Terraza, la última de las empresas recuperadas por sus propios empleados.

“Se iba a resolver fácil, pero después se empezó a complicar, hubo bastantes marchas y contramarchas… Y felizmente salió”, se alivia Edgardo Peresín. No es para menos: gastronómico de profesión durante las últimas dos décadas, Peresín tuvo que asumir de golpe y porrazo otro papel, el de organizar, junto a sus compañeros, la supervivencia del bar donde todos trabajaban. Cooperativa de Trabajo Nueva Terraza es el nombre de la organización que está a cargo del comercio. Así, el primer y mayor restaurante que se ve al ingresar por el hall central de la Estación de Ómnibus “Mariano Moreno” es, desde septiembre del año pasado, una empresa recuperada por sus trabajadores. Y ahora, en la última sesión antes del receso por las elecciones primarias, la cooperativa recibió un respaldo clave, principalmente económico, pero también político: los ediles aprobaron por unanimidad un pedido al Ejecutivo para que se concedan 13 créditos de 7.000 pesos. Es un préstamo por cada integrante de la cooperativa, y la suma de 91 mil pesos es para que puedan atravesar el inminente cuello de botella que se les avecina: por las reformas en la Terminal, no podrán quedarse donde están, y además de mudarse deberán afrontar el pago de un canon para seguir existiendo.

“La idea nuestra es tener todo el nuevo local armado y cuando haya que cerrar, mudarnos. Nosotros somos trece, no podemos tener cerrado o estar un mes parados. Ni diez días podemos”, advierte y lamenta Peresín, que precisamente es quien lleva las cuentas: es el tesorero de la cooperativa.

Nueva Terraza se hizo cargo de la quiebra de Terminal Terraza SA, sociedad que se conformó en diciembre de 1976. Después de décadas de presencia en la Terminal, sin previo aviso, cerró. “La empresa nos dejó sin indemnización, sin nada. Tuvimos que remar con un montón de cosas, que es bastante duro”, reconoce Peresín, también devenido vocero de la cooperativa.

Los trabajadores ocupan ahora unos 300 metros cuadrados de superficie en un sector que dejará de existir con el nuevo diseño de la Terminal, cuyas obras estarán completadas antes de fin de año. Y por ello afrontaron su primer gran julepe: no estaban en el plan. “El tema era que la empresa que estaba antes no negoció nunca con la gente de la Terminal. Y cuando fuimos a preguntar qué iba a pasar con nosotros, no había más lugar”, recuerda el tesorero.

Pero el lugar se lo hicieron igual. Tras una corta pero infartante movida, en seis meses pasaron de perder todo a hacer sobrevivir la fuente laboral, inscribir la cooperativa y buscar toda la ayuda que puedan darles. Ya tienen casi asegurado el nuevo lugar: “No tenemos firmado la ubicación exacta. Pero hablado sí: es uno de los últimos locales –otros no hay– y vamos a quedar con 90 metros cuadrados libres y otros 60 metros en planta alta. Arriba pensamos tener depósito y cocina, y abajo cafetería, para aprovechar todo”, dice Peresín.

Pero también aclara que el tema no es fácil: si ocuparan el espacio que ahora tienen, deberían  afrontar un canon de 1.800.000 pesos, cifra que asusta a cualquiera. Y en el lugar que tendrán, que estaría cercano al nuevo acceso a la Terminal por calle Castellanos, donde también habrá una playa de estacionamiento, deben cumplir con un canon de unos 600.000 pesos. “Los créditos son para pagar una parte de eso”, explica Peresín.

También cuenta que el canon se paga por única vez y allí tendrían los derechos por 20 años. Pero también deberán afrontar con el alquiler del local y, obviamente, comprar insumos, lidiar con proveedores, manejar la higiene, llevar los balances y hacer todo lo que tiene que hacer una empresa gastronómica.

Pero el tesorero dice que eso ya no los asusta. “Hoy nosotros estamos más o menos bien. Bien… Del 1 al 10 estamos en un cinco, un seis. Pero a cómo estábamos antes…”, explica. Peresín insiste en que si la empresa “aunque sea” hubiera negociado un lugar para ellos, todo hubiera sido diferente.  Pero no: “Tuvimos que movernos, pedir apoyo del Concejo, de todos. El año pasado, en septiembre y octubre, cuando arrancamos, era todo sombras. Ahora parecería un paraíso. Pero igual hay que terminar de pagar el local, un montón de cosas”, dice el cooperativista.

Entre ese “montón de cosas” Peresín cita los sueldos, bastante menores a lo que tenían cuando estaban en relación de dependencia y percibían, por ejemplo, la antigüedad del convenio gastronómico y el aguinaldo. “Hoy apenas sacamos 1.500 pesos. No podemos sacar más que lo necesario para subsistir y seguir: no podemos vaciar el negocio, hacemos una economía de guerra a rajatablas”, concluye.