Científicos del Conicet aprovecharon la característica eléctrica de una molécula obtenida de algas rojas, que ya se utiliza en aplicaciones para alimentos, cosmética y farmacéutica, para desarrollar un spray nasal que, estiman, puede frenar el ingreso de las gotas con el virus del covid-19 al cuerpo humano. La idea es hacer aplicaciones por nariz, junto con boca una de las vías de ingreso del coronavirus, cuatro o seis horas. Comenzarán los ensayos en hospitales porteños.
El spray nasal ya fue aprobado por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Es un medicamento con carragenina como principio activo: una molécula obtenida de ciertas algas rojas, que se usa en las industrias alimentaria, farmacéutica y cosmética. Se encuentra en la estructura de celulosa de las paredes celulares de algas de varias familias de Rhodophyceae. Son las llamadas algas rojas o «musgo irlandés», que vive en aguas frías en las costas del Atlántico Norte.
La carragenina se utiliza en la industria alimentaria como estabilizante, espesante y gelificante, en particular en lácteos. Algunos de esos usos son conocidos desde hace varios siglos. Se deben a una característica de la molécula, un polímero con muchos grupos polares. Esto es, con separación espacial de sus cargas eléctricas. Esa es la propiedad que analizan investigadores del Conicet.
Por tratarse de un compuesto con carga eléctrica negativa, se estima que la carragenina interactúa con las cargas positivas de la superficie de las partículas virales previniendo la penetración de los virus en las células del huésped.
“Numerosos estudios han descrito el potencial antiviral de la carragenina contra distintos tipos de virus respiratorios, como el del resfrío común, el de la influenza y algunos coronavirus. Pero, hasta donde sabemos, todavía nadie probó en seres humanos el efecto de la carragenina sobre el sars-cov-2”, explicó Osvaldo Uchitel, investigador del Conicet y director científico del proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. El desarrollo fue publicado por Nex Ciencia, el sitio de divulgación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“En pocos días iniciaremos los ensayos clínicos con un spray que contiene carragenina para probar su efectividad», anunció el investigador.
El equipo comandado por Uchitel y por el médico Juan Manuel Figueroa, director clínico del proyecto, pondrá a prueba el potencial de la carragenina en dos centros de salud porteños: el Hospital Británico y el Cemic (Centro universitario de Educación Médica). “Estamos en tratativas con centros de salud del conurbano bonaerense para extender el estudio”, anticiparon.
El proyecto apunta a administrar el medicamento a tres poblaciones. Una de ellas es el personal de salud que está a cargo de pacientes con covid-19: “Son personas que están expuestas a un alto riesgo de contagio y queremos ver si podemos protegerlos disminuyendo la tasa de infección que los afecta actualmente”, señala Uchitel. Con ese personal iniciarán el estudio de inmediato.
Otra población son los pacientes que se internan con un cuadro leve de la enfermedad. “Deben iniciar el tratamiento dentro de las 48 horas de efectuado el diagnóstico y aplicarse el spray durante unos 20 días. La expectativa es evitar que esos pacientes se agraven y tengan que pasar a terapia intensiva”, indicó Uchitel a Nex Ciencia.
El último grupo, o grupos, es el de habitantes de zonas donde podría surgir algún foco de infección. En ese caso, se administraría el medicamento a los contactos cercanos para disminuir la probabilidad de contagios.
Uchitel destaca el hecho de que “es un tratamiento muy sencillo, es un spray que se aplica cada cuatro a seis horas en cada orificio nasal, por lo que puede hacerlo cualquier persona sin necesidad de asistencia profesional”.
Hace 600 años, en Irlanda
Los antecedentes sobre el uso de la carragenina se remontan a 600 años en un pueblo de Irlanda llamado Carrigeen. Allí crecían, y lo hacen hoy como en otras zonas del Atlántico Norte, unas algas rojas – Chondrus crispus– que suelen formar una suerte de césped sobre las rocas y se hervían para formar gelatinas que se usaban para la elaboración de postres o yogures.
En el siglo XVIII, los irlandeses emigrados a Estados Unidos encontraron algas semejantes que también podían utilizarse para las mismas aplicaciones.
La carragenina o carragenano se obtuvo por primera vez en forma pura en 1844 mediante extracción en medio alcalino y precipitación con alcohol. En la década de 1930, comenzó su producción industrial en Estados Unidos, que se expandió durante la Segunda Guerra Mundial por la falta de suministro de agar de Japón