Una adolescente de 15 años se quema una pierna con el fuego que usa para cocinar o iluminarse en la noche en una comunidad remota de Mozambique, herida que es tratada con savia de una planta del lugar, hasta que un hombre llega con remedios, la pierna se cura y la joven hoy es técnica en Medicina y tiene una casa de ladrillos, una de las tantas historias de vida sobre su trabajo en África que comparte el sacerdote argentino Juan Gabriel Arias.
El hombre que llegó con las medicinas es él, que está ahora en Argentina para festejar sus 25 años como sacerdote, que define a Mozambique como el país que eligió, el que «le rompió» la cabeza desde el primer viaje que hizo en 2000, en el que elige vivir desde hace 7, y que a su regreso le dará la ciudadanía.
Tiene a su cargo una misión católica que recibe diferentes apoyos de la Fundación Messi, del papa Francisco, de médicos solidarios, de donantes anónimos, de Cascos Blancos y otras instituciones, pero siempre va por más, porque las carencias son sostenidas en la zona de Mangundze.
Cuando se googlea Mangundze en español todas las referencias salen asociadas al padre Juan.
Hay que indagar un poco más, en portugués, la lengua oficial de Mozambique, para encontrar algún otro dato que indica que ese lugar está en el sur de la provincia de Gaza, a 260 kilómetros de Maputo, capital del país.
La entrevista es en una parroquia del barrio porteño de Barracas, que estuvo a su cargo hace unos años, antes de su vida permanente mozambiqueña, cuando formaba parte del movimiento de curas villeros, y el edificio está pintado de celeste y blanco, todo un indicio futbolero.
«¿Es hincha de Racing?», le pregunta el reportero gráfico mientras hacen la producción de fotos.
«No, no soy hincha, soy un enfermo de Racing», es la respuesta del padre Juan, un fanatismo que lo ha hecho popular en redes y que trasladó al continente africano donde también pintó albiceleste su iglesia, y además es uno de los socios fundadores de Racing de Mozambique.
Es un entusiasta del diálogo, tiene mucho para contar porque hace, y se nota. De vez en cuando ríe con ganas, y repite el «¿viste?» tan argentino a lo largo de su relato que inicia destacando el proyecto centrado en desayunos que reciben 15 mil chicas y chicos en 46 escuelas de la zona gracias al aporte de la Fundación Messi.
Sobre cómo llegan esos desayunos a zonas de tan difícil acceso, dice: «La parroquia tiene 45 comunidades a cargo. La más lejana está a 90 kilómetros y con el auto tardamos tres horas y media para llegar. El chofer de la misión va con el alimento que es instantáneo y lo distribuye. Les deja la comida para un mes y los preparan las mamás con agua de pozo, es un problema al agua. Falta. Ese es otro de los proyectos que tengo: construir pozos de agua. Ahora estoy haciendo bastantes. Construir un pozo de agua puede salir entre 6 mil a 8 mil dólares».
Esas comidas y el agua necesaria para prepararlas tienen su impacto: «Cuando empezamos a dar desayunos en las escuelas se acabó la deserción escolar. Hay muchos lugares donde ese desayuno es la única comida que tienen, y para recibirlo los chicos tienen que ir a la escuela. Todos los proyectos son de promoción humana, para recibir algo, tenés que dar algo», explica.
Sobre si con la construcción de casas usa el mismo criterio, el sacerdote señala: «Es todo un tema porque tengo que ser justo. Primero elegir a las personas o familias que vamos a beneficiar y eso lo hago por medio de la gente de las comunidades que presentan los casos, después los visito y veo que sea realmente una persona que vive en la indigencia, en condiciones muy malas, hay muchas personas viviendo en chozas de paja, muchas».
Así vivía la adolescente cuya historia inicia esta crónica, y aportes como el de un donante anónimo argentino que se comunicó con el padre Juan por mensaje privado de Twitter, significó un cambio de vida. Ese donante, a quien el sacerdote conoció recién en este viaje, ya donó dinero para, al menos, seis casas. «Rezá para que me vaya bien en el trabajo, es lo único que pidió a cambio», cuenta el cura sobre ese benefactor.
Esas casas, que construyen trabajadores del lugar con su comunidad, son una habitación de material con baño, puerta y ventanas, algo que parece obvio, pero que en ese contexto no lo es. «Le cambiás totalmente la calidad de vida, es muy fuerte y eso lo hago con amigos y estos donantes que aparecen gracias a las redes sociales. Cuando hacemos la ceremonia de inauguración de la casa también hay que explicarle a la gente cómo usar la ventana, cómo cerrar la puerta. Nunca en su vida tuvieron llaves».
El rol de las mujeres en estas comunidades
«Generalmente las mujeres son más responsables con los trabajos y fundamentalmente con la administración del dinero. Me preocupo por promover a la mujer, porque Mozambique es una sociedad machista, si bien el gobierno promueve la participación de mujeres, el cambio cultural cuesta, pero por lo menos hay una decisión política. Pero en la sociedad es terrible».
En Mozambique, en marzo de 2022, se logró la paridad de género a nivel de gabinete, convirtiéndose en uno de los 14 países en los que las mujeres ocupan al menos el 50 por ciento de los puestos ministeriales. Cuenta el sacerdote que «después de las misas nos sentamos a comer y los animadores de las comunidades ya saben que tienen que venir mujeres también, si no, no me siento a la mesa. Igualmente yo tengo que ir despacio, porque el mensaje del Evangelio tiene que inculcarse, no puedo ir como un extranjero y chocar con la cultura, imponer».
Sobre si la ablación de clítoris es una práctica en esas comunidades, Arias manifiesta: «Gracias a Dios no, no es como en otros países africanos. Sí hay casos de fístulas, y por eso también otro proyecto muy grande que tenemos es con médicos voluntarios de Argentina, España y México que hacen operaciones».
La fístula obstétrica es un agujero entre el canal de parto y la vejiga o el recto causado por la labor de parto prolongada y obstruida sin acceso a un tratamiento médico oportuno y de alta calidad, de acuerdo a la definición de Naciones Unidas. Esos profesionales de la salud se financian sus viajes y el sacerdote gestiona apoyos que recibe de la delegación diplomática argentina en Mozambique y de Cascos Blancos.
«Hay personas de 70 o 80 años que nunca vieron un médico en su vida», comparte el religioso. «El curanderismo de las personas que conocen las plantas y los remedios que hay en la naturaleza está muy bien, y a mí incluso me interesa saber», dice.
Un alarmante índice de suicidios entre jóvenes de 15 a 25 años
Hay otra realidad que también le preocupa y ocupa: «Mozambique es el país el mundo que tiene el mayor índice de suicidios entre jóvenes de 15 a 25 años porque viven en total indigencia no pueden estudiar, no tienen trabajo, no tienen esperanza de nada. Mi manera de ser cura es ser para los demás, lo que yo no tuve, que es una imagen paterna, trato de dárselas a ellos. Y darle esperanzas, por eso gestiono becas para que estudien y les voy consiguiendo trabajo», explica.
Sobre paternidad, él reconoce al papa Francisco como «su padre». Se conocen desde hace años, y Juan visita el Vaticano una vez al año.
«Siempre me cuidó, me protegió, siempre está muy cerca de los curas a los que nos gusta trabajar con los pobres», destaca.
Al otro argentino famoso que colabora con su misión, Leo Messi, no lo conoce. El apoyo de su Fundación llega a través de Jorge, el padre del futbolista, a quien tampoco conoce personalmente.
El nuevo proyecto del sacerdote implica trabajo para las comunidades gracias a la amarula, un fruto africano con el que se hace licor, para lo cual logró un acuerdo con una empresa sudafricana.
En su misión se juega fútbol con camisetas de Racing, club que dona vestimenta a su sosías de Mozambique.
Juegan varones y mujeres, es que «la selección mozambiqueña de mujeres es muy fuerte en África y te diría que casi mejor a nivel nacional que la de hombres».
Juan Gabriel Arias quiere «vivir toda la vida en Mozambique, y quiero ser enterrado ahí. Argentina es mi país de nacimiento, lo quiero, pero Mozambique es el país que elegí».
Para colaborar con la misión de Mangundze comunicarse con el sacerdote a través de de la cuente de X (ex Twitter) @P_JuanGabriel o de Facebook: Juan Gabriel Arias.