Carla Millán, Lorena Sguigna, Estafanía Giménez, Julia Ceruti
¿De qué forma se garantiza el derecho a la educación en tiempos del covid-19? El panorama mundial, y con eso nuestra realidad local, y la no presencialidad de la práctica educativa, nos obligó a repensar nuevas formas de enseñar, vincularnos y conectarnos.
El Sistema Educativo Argentino (SEA) enfrentó grandes desafíos para garantizar el derecho a la educación a partir de la irrupción del estado de excepcionalidad que trajo la pandemia.
En un momento que requiere de la no presencialidad como forma de cuidado colectivo, la conectividad y los dispositivos informáticos aparecen como herramientas indispensables para el sostenimiento del vínculo pedagógico.
Sin embargo, el acceso a los mismos no se encuentra garantizado de manera universal, ¿Qué elementos trae aparejada la educación bajo esta modalidad?; ¿Cómo se llega a todxs y a cada unx? ¿Este nuevo formato se ha instalado para quedarse? Compartimos algunas claves que nos ayuden a entender el momento actual.
Claves de la situación actual
Venimos de un proceso de cuatro años en donde la educación pública fue objeto de desvalorizaciones, ataques y de un fuerte desfinanciamiento que instrumentó la gestión del gobierno de Mauricio Macri, a través de la implementación de políticas neoliberales, que socavaron fuertemente todo el campo educativo.
Desde la suspensión de la Paritaria Nacional Docente, el incumplimiento de la ley de Financiamiento Educativo (Ley Nº 26075, vigente desde 2005), hasta alusiones a la escuela pública como el lugar en donde “se caía”, se evidencian ciertas marcas de época que los tiempos neoliberales transitados dejaron en el devenir de la educación Argentina.
Durante la mayor parte de este año vimos absolutamente conmovida nuestra vida cotidiana a partir del surgimiento de la pandemia y de las medidas que se dispusieron como consecuencia de la misma.
La emergencia sanitaria obligó a construir nuevos formatos para sostener la tarea educativa, donde la mediación tecnológica pasó a ocupar un lugar central.
Pero también la pérdida del espacio áulico, del recreo, del transitar cotidiano por las instituciones y el traslado de algunos de estos elementos a la casa, hizo visible que la escuela es un lugar irremplazable.
En efecto, las instituciones educativas, son espacios que abonan a la constitución de subjetividades, que favorecen el encuentro con el otro y donde se fortalecen los lazos de construcción comunitaria, así, la tarea docente se vuelve un trabajo profesionalizado que no puede realizarlo cualquiera.
En este sentido, la pandemia hizo aún más evidentes las profundas desigualdades que atraviesa hoy la sociedad.
El traslado de la escuela al hogar mostró que no todxs lxs estudiantes cuentan con las herramientas informáticas necesarias para el sostenimiento del vínculo pedagógico, que no disponen de acceso a internet, o de espacios adecuados para realizar las actividades, como tampoco del acompañamiento de personas adultas/referentes que puedan guiar los procesos de aprendizajes.
Desde esta perspectiva, un informe del observatorio Argentinos por la Educación (2020), mostró que uno de cada cinco estudiantes que finaliza la primaria no cuenta con ningún tipo de acceso a internet en su hogar (ni fijo, ni móvil).
Además, la mitad de las conexiones fijas son de banda estrecha, lo que repercute a la hora de sostener encuentros o propuestas sincrónicas de enseñanza, haciendo muy compleja la continuidad del vínculo pedagógico.
En relación a datos concretos, la Encuesta Nacional de Confederación de Trabajadores de la Educación (Ctera), “Salud y Condiciones de trabajo docente en tiempos de emergencia sanitaria covid-19”, evidenció que el 53 por ciento de lxs docentes está pudiendo sostener intercambios regulares sólo con la mitad de sus estudiantes o menos, dato que debe leerse en el contexto de la falta de herramientas y de conectividad, tanto de docentes como de estudiantes.
Situación que se agrava aún más en los sectores populares y las zonas rurales.
Perspectivas: la escuela post pandemia
En este contexto de covid 19, lxs docentes están haciendo enormes esfuerzos para llevar adelante las propuestas pedagógicas, desplegando una multiplicidad de estrategias comunicativas, a través de mensajes de whatsApp, correos electrónicos, llamadas telefónicas, creación de plataformas educativas, impresión de materiales, entre otros.
La tarea llevada a cabo por lxs docentes refleja un gran compromiso con la educación pública y con lxs estudiantes, pero aún así la brecha de desigualdades no ha podido subsanarse.
El pedagogo Philip Meirieu (2020) se interroga respecto a pensar la escuela de después de la pandemia con otras herramientas pedagógicas, que no sean “las de antes” y afirma que los impactos que esta pandemia trajo, vinculados no sólo al cierre de las instituciones, sino al abandono de la presencialidad, nos posicionan ante la necesidad de repensar otras lógicas que puedan suplir las áulicas y que, sobre todo, puedan garantizar el derecho a la educación.
Es innegable que la educación a distancia aumentó las desigualdades, que la educación en casa no es, ni puede ser la escuela, y que es necesario, en estos tiempos, repensar qué institución tenemos y cuál necesitamos construir.
Si tenemos en cuenta que la escuela va más allá de sólo brindar contenidos o de transmitir saberes, resulta prioritario atender y revisar hoy cómo abonamos a la creación de espacios de reflexión, de relaciones y de aprendizajes conjuntos, a partir del encuentro, de la interacción y del vínculo.
Debemos pensar que la conexión y las herramientas tecnológicas no son elementos que igualan oportunidades sino que posibilitan derechos, “el derecho a la educación”.
Siendo conscientes de que la educación en casa nunca será la escuela, necesitamos no sólo garantizar la conectividad de estudiantes y docentes, sino sobre todo propiciar ámbitos que permitan alojar, enseñar y transitar estos tiempos de crisis sanitaria, donde se pueda habitar lo colectivo desde lo singular.