Randy Stagnaro / Tiempo Argentino
Son el mismo país. El del derrumbe productivo y el de la euforia de los mercados. Y suceden en simultáneo. De un lado, el Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos) y el sector privado publican, uno detrás de otro, datos que muestran la enorme caída de la industria, la construcción y el comercio, del salario y del empleo. Del otro, analistas, consultoras y bancos dan cuenta del “veranito financiero”, con dólar estable, caída sin pausa de las tasas de interés y reducción del riesgo país.
¿Cómo es posible que uno y otro convivan en el mismo territorio? La explicación es sencilla y, al mismo tiempo, ominosa.
Hasta diciembre, la economía real y las finanzas fueron de la mano en el mismo sentido. El desplome del peso, la corrida cambiaria, las tasas de interés por las nubes y la crisis financiera fueron acompañados por el derrumbe económico. Incluso la crisis argentina estaba inmersa en una más general, que afectaba a Turquía y Brasil, entre otros muchos mercados emergentes, y –lo que es lo más importante– a las economías desarrolladas. El bajón bursátil del último trimestre del año pasado en Estados Unidos y Europa fue uno de los que más capital destruyó en la historia.
Pero luego algo pasó. La FED, el banco central de Estados Unidos, anunció que detendría la suba de tasas de interés y que incluso podría llegar a bajarlas. “Hemos escuchado a los mercados”, dijo Jerome Powell, su jefe. Y así volvió a fluir hacia los mercados el dinero barato, volátil y altamente especulativo.
Los bancos, los fondos de inversión y todos los fondos especulativos primero llenaron las posibilidades de inversión en los mercados desarrollados y luego, muy rápidamente, se volcaron hacia los mercados emergentes, revirtiendo la fuga que protagonizaron hasta hacía poco tiempo.
Ésa es la explicación por la cual el valor de las acciones que cotizan en la Bolsa porteña mejoró en u$s 6.212 millones en poco más de un mes. Grupo Financiero Galicia mejoró su valor en un 32,3% y Banco Macro en un 32,1%. El principal índice de la Bolsa porteña, el S&P Merval, creció un 17,3%.
“En las primeras cuatro semanas del año se vio un ingreso de capitales hacia mercados como el argentino que permitió una suba de los activos financieros y una apreciación de las monedas respecto del dólar”, dijo Diego Martínez Burzaco, jefe de Estrategia de MB Inversiones.
Si el inversor que aplicó antes que nadie sus dólares a las acciones del Grupo Financiero Galicia decidiera retirarse ahora mismo, tendría en su poder un 30% más de dólares que al inicio, y todo en apenas un mes. Esto porque el dólar está prácticamente en el mismo valor en pesos.
Este proceso se parece al que ya se vivió en la Argentina entre 2016 y 2018, período en el que las inversiones financieras crecieron un 740% mientras que las productivas cayeron un 14%, según un trabajo de la Universidad de Avellaneda.
Pero se diferencia en que el aparato productivo argentino actual está mucho más debilitado que el de 2016, y aumentan las posibilidades de que la profundidad de la recesión haga caer la recaudación tributaria, una de las patas sobre la que se asienta el déficit cero. A ello hay que sumarle la crisis política del gobierno de Cambiemos, que busca consolidar la figura del presidente Mauricio Macri para lograr su reelección, algo que no está nada asegurado.
Por ello, el actual proceso de ingreso de capitales del exterior es de muy corto plazo, lo que indicaría que se trata de fondos altamente especulativos. Y que no tienen nada que ver con la producción. Se trata de un veranito financiero muy costoso para los argentinos de a pie: cada vez el Estado debe destinar más recursos para pagar la deuda que se genera con el arribo de fondos especulativos.
El gobierno nacional ha creado un relato con este veranito financiero. El vicejefe de Gabinete, Andrés Ibarra, embelleció la especulación financiera. Dijo en conferencia de prensa, tras una reunión de gabinete: “Estamos conformes porque los mercados en general están reaccionando muy bien a las medidas que se han tomado en materia de ordenamiento y el planteo del déficit cero para este año, para disminuir sustancialmente la vulnerabilidad de la economía argentina en materia de financiamiento”.
No sólo eso: aseguró que la baja de la tasa de interés estaba vinculada a una baja de la inflación y a un escenario de nuevos brotes verdes. “En este sentido somos optimistas, porque esto va a dar algunas señales, y ya las hay en materia de reactivación económica”, expresó.
Ese mismo día el Indec informó que en diciembre la industria se desplomó un 14,7% y la construcción un 20,5% en diciembre; además, los fabricantes de autos avisaron que la producción cayó en enero un 32,3% y Came señaló que las ventas minoristas retrocedieron un 11,6% en el primer mes del año respecto de enero de 2018.
Son el mismo país. Mientras que uno se queda, el otro vuela como las golondrinas apenas cambian las actuales condiciones financieras.