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El deseo com motor de nuevas búsquedas narrativas

El realizador santafesino Santiago Gilart habla de la polémica comedia sexual “Las hermanas L”.  El film, estrenado en Rosario, fue codirigido además por Eva Bär, Alejandro Montiel y Diego Schipani.

Por Javier Hernández/ El Ciudadano.

Transgresora y sensual; grotesca, cómica, erótica y kitsch, también podría alcanzar una definición más amplia: polémica. Desde un título que por su cercanía lograría ir acompañado perfectamente por la mítica frase: “Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia”, Las hermanas L. es el resto de lo que en un momento se pensó en titular como Las hermanas Legrand, una comedia definida por sus directores como “multiorgásmica”.

El film, estrenado ayer en Rosario, cuenta con las actuaciones de Silvina Acosta, Florencia Braier, Esteban Meloni, Elías Viñoles y Willy Lemos, con la participación especial de Soledad Silveyra y Daniel Fanego.

Con el deseo como punto de partida, el film de los cineastas Eva Bär, Alejandro Montiel,  Diego Schipani  y Santiago Giralt (UPA! Una película argentina, Toda la gente sola) busca trabajar sobre un nuevo modelo de hombre –varón y mujer– en el cine, que no excluya el deseo como motor narrativo.

“Sentíamos que veníamos de diez años del llamado Nuevo Cine Argentino en donde los personajes eran abúlicos, no tenían ningún tipo de deseo, ninguna situación de calentura sexual o deseo erótico”, dijo a El Ciudadano Santiago Giralt.

Sobre esta premisa, la historia se centra en dos hermanas (Eva y Sofía), que están enemistadas desde hace tiempo. Tras el misterioso retorno de Sofía de un viaje, ésta se irá a vivir al departamento donde su hermana vive con su marido. El hecho provocará que reaparezcan viejos rencores, antiguos odios y nuevas tensiones, sobre todo sexuales.

—¿Por qué no se llamó “Las hermanas Legrand”?

—La película se llamaba Las hermanas Legrand porque nos pareció un nombre bárbaro, sin pensar demasiado en ninguna consecuencia. Nosotros trabajamos en un modelo de producción muy independiente pero, como convocamos a figuras populares, solemos tener más visibilidad o resonancia de lo que pensamos. Las hermanas L. se hizo entre cuatro amigos y la filmamos con mucho esfuerzo; en el medio de toda esa circunstancia se sumó Soledad Silveyra. Cuando ella empezó a ensayar con nosotros, la prensa se enteró y salió publicado que iba a hacer una película que se llamaría Las hermanas Legrand. Ahí me llamó una asistente de la producción de Mirtha Legrand y me dijo que se habían enterado del nombre del film y expresó: “Mirtha no está tranquila con lo que leyó”.

—¿Qué hicieron ustedes frente a eso?

—Al rato, por otro de los directores, nos dicen que Mirtha quería saber de qué se trataba la película y que vayamos a hablar con ella. Ese mismo día, a las tres de la tarde, estábamos esperando que Mirtha terminara su almuerzo en el canal para tener una reunión con ella.

—¿Cómo fue ese encuentro?

—El estudio estaba vacío y Mirtha sentada con una luz que le apuntaba sólo a ella. Llegamos los cuatro directores junto a dos productoras y cuando nos vio dijo: “Ah, estos necesitan venir en patota”. No sé cómo imagina el mundo ella, por ahí se pensó que éramos como una productora que tenía gente más grande atrás. Después fue directa y nos dijo: “Chicos, estoy preocupada por esto, mi hermana está retirada; miren que sino les hago juicio”. Nosotros le dijimos que no queríamos tener un problema con ella, y que le pusimos ese nombre porque era una humorada y representaba una idea del glamour y un modelo de cine y fama que la gente reconocía fácilmente. Mirtha no era que no nos permitía que los personajes se llamen Legrand, sino que no quería que lo usemos en el título. Pero le dimos el guión tal cual era para que lo leyera. Dos semanas más tarde nos llamó el nieto de Mirtha (Ignacio Viale) y nos dijo que aunque estaba todo bien con la película prefería que no usáramos el apellido en el título. Finalmente, decidimos conservar una letra, dejando como una huella del anterior.

—Hablando de la ficción, Eva y Sofía son dos hermanas enemistadas que vuelven a juntarse; desde ese disparador, ¿cómo se empieza a contar la historia?

—Las hermanas tienen que volver a vivir juntas y se establece una tensión de deseo entre la hermana que llega y el marido de la otra. En toda la película hay una premisa previa: sentíamos que veníamos de diez años del Nuevo Cine Argentino en donde los personajes eran abúlicos, no tenían ningún tipo de deseo, ninguna situación de calentura sexual o deseo erótico. Todas las películas argentinas independientes que vimos en esa década estaban armadas con personajes sin deseo, por lo que quisimos contar una historia donde el deseo fuera lo que rompiera con todo, desde los lazos de hermandad hasta poner en riesgo todas las cosas. Una de las hermanas se enamorará de un menor de edad; la otra del marido de su hermana; el padre de ellos es gay; o sea todos tuvieron que romper con algo por su deseo. En la peli es importantísimo cómo el deseo se expresa, por eso tiene tanto sexo.

—Pero ese sexo no se ve…

—No, no hay nada explícito. Es jugado porque la mirada sexual no está construida como deseo desde el hombre medio heterosexual. Si vos prendés Tinelli, hay como una mirada sobre el desnudo femenino y masculino muy masculina. En esta película yo digo: “Filmamos tanto bultos como escotes”, o sea todo lo que sea una parte del cuerpo deseable; no hay una mirada centrada en un sólo aspecto y eso genera un poco de incomodidad.

—¿Por qué creés que se armó tanto revuelo en torno a eso?

—La película tiene muchas masturbaciones, y no sé por qué eso genera ese pudor espantoso. En la película el deseo, a veces, se puede expresar con otros, pero cuando el cuerpo se frustra el deseo sigue generando impulsos, que hacen que por momentos se tenga que estar siguiendo el estado de calentura de los personajes para ver cómo se enfrentan a la situación que sigue.

—¿Cómo llegó Silveyra al elenco?

—Yo estaba haciendo una obra de teatro como actor en el (Centro Cultural Ricardo) Rojas, y la directora de la obra era amiga de Soledad Silveyra y le alcanzó el guión. A los dos o tres días nos llamó por teléfono y nos dijo: “Me encantó el guión”, y así se incorporó. Algo que me encantó de ella es que pone el cuerpo y encarna todo. Venía de una experiencia que la había dejado un poco descorazonada y, cuando agarró el guión, al toque dijo que quería estar.

—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con ella?

—Tan buena que quiero seguir haciéndolo. Me quedé con ganas de más. Mabel es un personaje increíble. Solita empezó a jugar un personaje totalmente desbocado y nosotros lo disfrutamos tanto que solamente la dejamos volar. Yo siento que cuando entra en escena son momentos que si todo está encendido, más allá de lo erótico, se pone todo a fuego. Hay una escena que pasa de la madre amorosa y humana a una especie de monstruo, y saca una personalidad horrible que me encantó cómo lo hizo.

—¿Qué te posibilitó trabajar como parte de un equipo de directores?

—Nos conocemos mucho. Yo fui productor asociado de la película que dirigieron dos de mis compañeros. Después, Alejandro fue asistente mío en Toda la gente sola; otro fue director de arte en otras anteriores. Hacemos intercambios y todas nuestras películas fueron generadas por la misma productora. Cuando dirigís en grupo el color de uno está mucho más mezclado con el color de los otros; no hay una voz que se impone sino que el grupo va pensando como una misma cabeza.

—¿Cómo pensás que va a ser recibido este film por el público argentino?

—Hasta ahora me sorprende la reacción del público. Siento que al público heterosexual masculino le gusta mucho la película porque se estimula con las chicas y queda contento; y por otro lado las mujeres más power y guerreras se sienten identificadas con los personajes porque les gustan estos modelos de damas más contemporáneos.

—Y Mirtha, ¿cómo lo puede tomar?

—Ella ya vio el guión en su momento, así que se sabe qué puede esperar de la película (risas).

Un director que hace cine de autor

Santiago Giralt nació el 1º de Junio de 1977 en Venado Tuerto. Desde muy joven, en la escuela, comenzó a filmar cortometrajes y sacar fotos, al tiempo que dirigió una novela radial. También escribió y protagonizó una obra escolar como primera incursión en la comedia, un género del que parece entender sus coordenadas.

En 1995 se mudó a Buenos Aires, donde estudió en la Universidad del Cine (1995-1999). Se graduó como licenciado en Cinematografía con Orientación en Dirección. Filmó varios cortometrajes y trabajó en proyectos fílmicos como Sólo por hoy, de Ariel Rotter y No quiero volver a casa, de Albertina Carri. En el 2000 ganó la beca de la Fundación Antorchas para asistir al Banff Center of the Arts, donde fue un residente artístico. Participó como coguionista de la película Cordero de Dios, de Lucía Cedrón, y ambos ganaron el premio al mejor guión en el Festival de La Habana. También tuvo una colaboración autoral en La rabia, de Albertina Carri, y trabajó para Alberto Lecchi.

En 2006, rodó junto con Camila Toker y Tamae Garateguy UPA! Una película argentina, y al año siguiente, junto con un importante equipo, Las hermanas L., al tiempo que su primera película en solitario fue Toda la gente sola (2009). Por otra parte, en la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata se presentó en carácter de preestreno su último trabajo, rodado el año pasado. Se trata de Antes del estreno, film que narra el intenso drama de una actriz que prepara el estreno de una obra teatral.

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