Marcelo Bielsa cambió definitivamente su relación con la prensa deportiva a un perfill más distante desde esa gira inicial que encaró con el seleccionado argentino, de cuyo debut en Venezuela (2-0) se cumplirán este lunes 20 años.
El quiebre no se dio en Maracaibo, sede del primer encuentro amistoso, sino para la segunda escala de ese periplo asumido con jugadores que, por esos días, solamente militaban en el ámbito local.
La postura intransigente del DT rosarino con los periodistas se consagró en la ciudad de Torrance, situada en el condado de Los Ángeles, donde la Argentina tenía previsto enfrentar a México el miércoles 10 de febrero de 1999.
En esa localidad enclavada en el estado de California se alojó la delegación «albiceleste», a la espera del encuentro con los mexicanos en el Memorial Coliseum. En un mismo establecimiento hotelero convivían protagonistas y representantes de la prensa, sin restricciones.
Un núcleo de periodistas alojados en ese hotel le formuló a Bielsa una singular petición. Al entrenador del seleccionado que acababa de llegar a su cargo se le solicitó mantener “una charla de fútbol”, con la intención de que el conocimiento entre DT y periodismo se profundizara.
A pesar de cierto recelo al principio, el ex técnico de Newell’s aceptó la propuesta de conversar con los enviados, con una única condición: “Nada de lo que se diga en esa charla puede salir a la luz”.
Los periodistas presentes en ese momento aceptaron la sugerencia del entrenador. La charla se dio una vez concluida la cena, en un amplio salón del hotel en el que la mayoría de los
presentes (alrededor de 20 personas) estaba alojado.
Antes de iniciar el intercambio con el periodismo, Bielsa volvió a expresar su incredulidad y dijo: “Esperemos que de esta conversación no tengamos que arrepentirnos ni ustedes ni yo. Que sea un pacto de caballeros”, espetó.
El diálogo se extendió por casi dos horas. El entrenador contó las conversaciones que había mantenido con su antecesor en el cargo, Daniel Passarella, y reveló el “legado” que le había dejado el luego presidente de River Plate.
También entregó precisiones respecto de qué movimientos que había ensayado en el Vélez campeón del Clausura ’98 pensaba replicar en el seleccionado, qué otros de los Newell’s que dirigió. Aportó pormenores y detalles de determinados jugadores, adelantó convocatorias futuras y rivales a examinar, entre otras cosas.
Un periodista, que por aquellos días también era conocido por su profesión de abogado, llegó al hotel, mientras la charla promediaba. Sorprendido por no haber sido invitado al cónclave (por aquellos tiempos no proliferaban los teléfonos celulares ni estaban disponibles redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram), dejó las pertenencias que traía en su habitación y bajó inmediatamente al salón para sumarse a la reunión.
Obviamente, una vez concluido el encuentro, el hombre en cuestión buscó indagar respecto de lo que “se había hablado”, al tiempo que se le advirtió del carácter “secreto” de la conversación entre los periodistas y el DT.
Al lunes siguiente, en un programa deportivo de gran audiencia, ese mismo periodista que no presenció ni la mitad de la charla reveló detalladamente el tenor de la conversación. El entrenador se enteró casi de inmediato…