La Liga o Sociedad de las Naciones, antecedente directo de la ONU y resultado directo del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial, celebró hace exactamente 100 años su primer encuentro, seguramente con expectativas que después no pudo cumplir –menos de dos décadas después se iniciaba la Segunda Guerra Mundial– aunque dejó también algunos logros y sentó las bases para un posterior entendimiento jurídico internacional en busca de una mejor convivencia en el mundo.
La Liga se creó el 28 de junio de 1919, con la idea de establecer acuerdos de paz y reordenar las relaciones internacionales, destrozadas después del primer conflicto bélico que había enfrentado a las mayores potencias de entonces, pero recién tuvo su primera reunión el 15 de noviembre de 1920, en la ciudad suiza de Ginebra, con la presencia de representantes de 42 países.
La denominación de Liga o Sociedad de las Naciones exhibe la primera curiosidad: el acuerdo de Versalles, que dedicó sus primeros 26 artículos a la nueva organización, tuvo sus versiones autenticadas en inglés y en francés. La versión inglesa usó “Liga” y la francesa “Sociedad”.
La segunda rareza estuvo dada por el hecho de que uno de los mayores impulsores de la iniciativa fue el entonces presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, que había difundido sus 14 puntos para lograr una paz duradera y superar los efectos de la guerra. Pero el Congreso estadounidense nunca aprobó el ingreso del país a la nueva organización, y esa fue una de las debilidades de la flamante Liga.
Para Juan Alberto Rial, secretario del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata y docente de derecho internacional público, entre las razones de un accionar limitado aparecen las ausencias de Estados Unidos y, durante un buen tiempo, de la Unión Soviética; la decisión de que todas las medidas debieran aprobarse por unanimidad, y hasta la preeminencia de los intereses de cada Estado por sobre los del conjunto, sobre todo de los grandes jugadores de la organización: Francia y el Reino Unido.
“Los únicos dos Estados que tenían capacidad de mantener la estabilidad del sistema, que eran Francia y el Reino Unido, no lo hicieron en beneficio del sistema mismo sino de sus propio intereses. Eso terminó generando de alguna manera el caldo de cultivo para la Segunda Guerra. Y hay que sumar que la crisis del 30 profundizó los problemas en los países derrotados. Alemania es un buen ejemplo, y termina convirtiéndose en un Estado nazi cuando (Adolf) Hitler gana las elecciones”, reseñó Rial.
Aún así, el académico destaca dos logros: “Entre las enormes virtudes de la Liga está en primer lugar la inclusión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que hoy continúa existiendo. Y también la voluntad de terminar con la diplomacia secreta, forzando a todos los integrantes a dar a conocer todo tratado a los efectos de darle validez jurídica de cara al futuro”.
La Liga nació con 42 países –26 de ellos no europeos– y alcanzó su mayor número cuando llegó a 57 Estados miembro.
La integración era un verdadero intríngulis: en el inicio se vetó la entrada de Alemania, Turquía y la URSS, pero sí se habilitó que ingresaran los dominios y colonias del Reino Unido como India, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. También se aceptaba las colonias que tuvieran autogobierno y cumplieran con los compromisos de la Liga.
A la ausencia de Estados Unidos y el demorado ingreso de la Unión Soviética, Rial agregó como una traba concreta el “consensualismo”: “Todas las decisiones se adoptaban de manera unánime. No existía por entonces la idea de que la organización fuera diferente a la suma de los Estados. La Asamblea y el Consejo –los dos órganos de la Liga– tomaban medidas por unanimidad. No existía la flexibilidad que hay hoy en la ONU de decisiones por mayoría. La simple voluntad de un Estado podía obstaculizar todo”.
Rial sumó otros motivos que derivaron en la corta vida para la Liga: primero, que la guerra seguía siendo un instrumento legítimo, porque no se la prohibió (aunque hoy siguen existiendo conflictos, la ONU prohibió el uso de la fuerza) y, segundo, las duras reparaciones fijadas para los derrotados de la Primera Guerra: los imperios Prusiano, Austro-húngaro y Otomano.
Aún con esas dificultades, la organización pudo anotarse algunos triunfos: ayudó a resolver por la vía pacífica algunos conflictos y hasta propició la firma, en 1928, del Pacto Briand-Kellogg, (por el canciller de Francia, Aristide Briand, y el secretario de Estado de Estados UNidos, Frank Kellogg), por el que 15 países se comprometieron a no usar la guerra como vía de solución de sus litigios.
Las derrotas diplomáticas, sin embargo, fueron más: la organización no logró frenar la invasión del Ruhr alemán por parte de Francia ni la de la Manchuria china por parte de Japón, ni la de la de Abisinia (el imperio etíope) por parte de la Italia fascista, ni evitar la guerra entre Bolivia y Paraguay. Y la Guerra Civil Española y la invasión alemana a Polonia terminaron por darle el tiro de gracia.
Un punto interesante en la breve historia de la Liga está relacionado con sus lenguas: las oficiales eran, ya se dijo, el francés y el inglés, pero en el mismo 1920 surgió la idea de usar el esperanto como lengua de trabajo, una iniciativa aceptada mayoritariamente pero rechazada por París. Desde 1922, sin embargo, la organización recomendó a sus miembros incluir el esperanto en sus programas educativos.
Formalmente la Liga fue disuelta el 18 de abril de 1946, cuando ya existía la ONU, vista como una sucesora aunque no fue tal en términos reales. La carta de fundación de las Naciones Unidas ni siquiera menciona el antecedente de la Liga, aunque la vieja entidad sí le cedió sus archivos y bienes.
“La ONU es resultado de los horrores vividos en las dos guerras. Los países tomaron conciencia de que había cuestiones que no podían dejarse libradas a decisiones unilaterales, y de alguna manera cedieron parte de sus decisiones soberanas, en manos del Consejo de Seguridad”, concluyó Rial.
De igual modo, el Consejo representa un desequilibrio respecto de los demás integrantes de la ONU, en total 193 países, luego que este organismo, de 15 integrantes (cada miembro, un voto), es el único cuyas decisiones los Estados miembro, están obligados a cumplir.
El Consejo está formado por 10 miembros elegidos y cinco permanentes: Estados Unidos, China, Francia, Federación de Rusia y Reino Unido.