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El Día que Maradona obligó a Dios a hacer trampa, según refirió el Ángel de la Guarda

Un relato de Darío Germán Barone a 35 años del gol contra los ingleses que será recordado por generaciones y ya nadie se atreve a cuestionar
Lo que sigue es un relato de Darío Germán Barone

 

La historia que voy a contarles me la reveló un Ángel de la Guarda, allá por 2002, una noche fría de invierno, cuando volvía con unas copas de más, de una fiesta, y tuvo que actuar para protegerme. El Ángel era el borracho, ¡¡¡eh…!!!, no crean lo contrario. Pero bueno, para no mezclar las cosas y hacer el relato sencillo, voy a contar la versión del Espíritu Celeste como si yo fuera él. Es decir, como si yo no existiese y el querubín se la contara a ustedes directamente.

Ahí vamos:

A Dios le gusta el Fútbol y lo jugaba seguido.
Aquel mes de junio de 1986, para Dios, fue realmente inolvidable y además le sucedió algo para lo que no estaba preparado. Tuvo miedo. Un día de ese mes, el domingo 22, un mortal obligó a Dios a hacer trampa.
Ustedes saben que la camiseta número 10 celeste y blanca le pertenece y le pertenecerá para siempre a DIEGO ARMANDO MARADONA, en amistosos o por los puntos, es suya, la utilizó en mundiales juveniles y de mayores. Fue Campeón Mundial en ambas categorías y también lució como debe ser la cinta de capitán. La casaca argentina número diez tenía algo más, algo misterioso, algo místico, sí señor. Y no me voy a engañar, esa camiseta número 10 de Argentina sigue teniendo, aun hoy, algo más, algo que todas las demás camisetas del mundo no tienen ni tendrán.

Me parecía una locura cuando en la peña celestial de los miércoles, un arcángel tiró sobre la mesa de discusión futbolera que DIOS, si sí, Dios, el “barba”, el “todopoderoso”, el verdadero, el padre de Jesús, el “posta posta”, se metía en el cuerpo de Maradona para disfrutar jugando al fútbol.

Al principio lo agarramos para la joda, pero investigamos con San Pedro y con San Paolo de Nápoles y concluimos que quizás no era ridículo pensar que, verdaderamente, Dios se disfrazaba de futbolista en esas oportunidades en las que Diego Armando Maradona hacía cosas imposibles de realizar y de comprender por otro mortal. Y es así, el mismo DIOS me confesó en persona, cómo se dieron los hechos en ese 22 de junio de 1986, en el Estadio Azteca de México, cuando tuvo miedo y terminó haciendo trampa. Pero que compensó luego con un gol histórico y definitivo por los tiempos de los tiempos.

La camiseta Argentina con el número “10” le pertenece “al DIEGO”, no hay dudas de eso. Pero cuando surgió la idea de retirarla de la Selección Argentina, después del partido homenaje, del “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”, a mí no me pareció una buena medida.

Por el contrario, me preocupaba que “el barba” no quisiera disfrazarse más de futbolista, porque no encontraría esa “10” argentina en las canchas del mundo. Que cuando quisiera jugar un rato con la celeste y blanca con el “10” en la espalda y no la encontrara, no querría entrar en ningún otro cuerpo argentino.

Hay una explicación, y es que solamente en Argentina las camisetas números “10” tienen esa cosa misteriosa. El 10 en argentina, no es un futbolista más. El 10 es el 10. La 10, viste, tiene ese no sé qué, ese…, digo…, qué sé yo, esa magia… Sino, basta repasar a los ídolos de cada club argentino. Bochini, Riquelme, Alonso, Aimar, Márcico, el negro Palma, Zanabria, Carlovich y podría escribir todo el día sobre grandes magos con la “10ego” en el lomo. Pero esa no es la idea. Ah, y les aviso, prepárense que dentro de unos años vendrá Lionel, el pibito… pero esa será también otra historia.

La idea es contar sobre el día que Dios sorprendió al mundo, o mejor dicho a los ingleses y al mundo. Y además el Día que D10s sorprendió a Dios. Fue un 22 de junio de 1986, se jugaban los cuartos de final del Mundial de México y la historia registraría 2 hechos inolvidables (entre muchos otros sucesos ocurridos en ese día y en ese partido). Como aperitivo, les cuento que ese mes, DIOS había decidido divertirse jugando al fútbol y se metió como siempre en el cuerpo de un mortal, en el cuerpo de Diego Armando Maradona.

El primer hecho es conocido, erróneamente, como “La Mano de Dios”. En realidad, tendría que denominarse “El Día que un Mortal obligó a Dios a hacer trampa”. Aunque suene dura la palabra trampa, aunque suene ofensiva la frase. El segundo momento histórico fue al ratito nomás, cuando un tipo desparramó rivales y convirtió un gol que la gente recuerda, equivocadamente, como “El Mejor Gol de la Historia del Fútbol Mundial”. Pero el que tendría que recordarse como el “GOL de La Mano de Dios” o en todo caso como “El Gol dibujado por La Mano de Dios”.

En las Alturas, Diego Dios.

Argentina frente a Inglaterra, ese era el partido. Ya les dije que en el cuerpo de Diego estaba Dios. Aunque el que dominaba las acciones y los movimientos era el Señor. Maradona que solo era el envase, el instrumento, en los días que Dios estaba en su cuerpo sentía todo lo que pasaba a su alrededor, pero no más allá que como espectador privilegiado… aunque las patadas y los golpes los sentía igual, esos días, sobre todo los días siguientes. Maradona, o Dios, era la figura del partido hasta ese momento, y aún faltaba lo mejor.

Entonces se produce la acción de juego, 6 minutos del segundo tiempo, gran jugada del 10 gambeteando en diagonal, pase, rebote y pelota en lo alto, cayendo aproximadamente en el punto del penal. Quedan frente a frente el arquero Shilton y Maradona. Los demás jugadores son testigos de lujo. En el Azteca los espectadores en silencio profundo. Saltan los dos… el arquero estira los brazos y debe ganar en lo alto, por contextura física y por la posibilidad de utilizar las manos… Salta el “pelusa” y se eleva más de lo normal… En las alturas gana Diego, o Dios, ¿quién si no? La esfera blanca a lunares negros ya va camino de la red. Diego, Dios, o ambos, levanta la mano en el festejo, el puño izquierdo al cielo, como mostrando desde donde había partido la pelota.

Los ingleses que protestan, pero relativamente poco, son caballeros, pero no tanto, entienden enseguida el mensaje y se estremecen porque se dan cuenta de que eso era sólo el comienzo. Esos ingleses que estaban en el campo de juego sintieron en sus corazones que todavía faltaba la mejor parte de la obra. La mejor parte para el mundo, para los argentinos, pero no para ellos.

Las imágenes no alcanzan a demostrar, todavía hoy, que fue con la mano. Hacen falta cientos de repeticiones en cámara lenta, y hoy todavía no puede verse más allá de los avances tecnológicos, el impacto exacto entre balón y puño. Solo una fotografía, parece tener la verdad de aquella mano. Fue la “LA MANO DE DIOS” dijo Maradona. Hasta acá lo que más o menos conocíamos todos… Pero pasó algo en las alturas…

Fue la “LA MANO DE DIOS” dijo él, para no tener que explicarle a todo el mundo lo que había ocurrido. Pero ya es tiempo, ya es la hora de qué el mundo se entere cómo fue y qué paso. Te pido que lo hagas público recién cuando Diego Armando Maradona ya se encuentre en el Cielo, este sentado en la mesa de DIOS.

Como ya les había dicho, Dios era el que movía el cuerpo del “10” en ese junio de México ‘86. Bueno, el Destino de aquella jugada estaba escrito. La pelota era del arquero. Dios no iba hacer trampa. Pero cuando el guardavalla y el jugador se encuentran en lo alto, Maradona se acuerda de los ingleses, de las Malvinas, de nuestros soldados, de todo eso que le hacía brotar la rabia maradoniana. Y decide dejar de ser el presta cuerpo por un ratito, unilateralmente extiende el brazo y cierra el puño.

Fue mucha la fuerza que debió hacer Diego para vencer la inercia de Dios, que dominaba su cuerpo, como ya he contado. Porque éste se negaba a ser cómplice de la pequeña trampita vengadora del humano insolente.

Aunque Dios no tuvo más remedio que aceptarlo cuando el argentino le sugirió, amenazante, que si no lo permitía iba a dejar el fútbol para siempre. Y fue ahí, sí señores, justo ahí, cuando se asustó Dios. El “todopoderoso” tuvo miedo, sabía que el muchacho fogueado en la villa no estaba mintiendo. Y cayó en la cuenta de que, si eso ocurría, que Maradona se retirase del fútbol, él se quedaría sin el instrumento ideal para seguir divirtiéndose con el juego que más apasiona a las masas y a los dioses, a nosotros los ángeles y a los santos, también.

Todo pasó en milésimas de segundo. Lo que tendría que conocerse como “El Día que un Mortal obligó a Dios a hacer trampa”, se conoce como el Día de “La Mano de Dios”.

En lo Terreno, Dios Diego.

Lo que les conté antes tendría incidencia unos minutos más tarde. Los ingleses sabían que algo faltaba para que la obra esté terminada. Y Dios, temeroso de perder su diversión favorita, sospechando que Maradona se retire del fútbol definitivamente, como había sugerido en su enojo allá en las alturas, decidió realizar la pintura jamás igualada por otro hombre.

El poema futbolístico más maravilloso que se pueda escribir sobre una cancha de fútbol. La jugada más soñada por chicos y por grandes, futbolistas o no. Fue la unión de gambetas siempre imaginadas y casi nunca logradas, y mucho menos todas juntas. Fue así como nació la jugada. El gen de esa apuesta maestra fue la insolencia de Maradona y su golpe de puño a la bocha que terminó en gol, en aquel primer gol de Diego a los ingleses.

Una fantasía dejada en libertad y hecha realidad, una obra maestra, escrita, dirigida y actuada por el MAESTRO. Un inglés para acá, otro para allá, un toquecito desequilibrante, una desaceleración para engañar y un saltito para engrandecer la jugada. Pasaron 10 segundos, pie y pelota se besan 10 veces. Pelota y pie, o la mano de Dios dibujando, se besan 10 veces. Desde la mitad de la cancha arrancó el “10” hacia el arco del pobre Shilton que ya entraba en la historia inmortal, muy a su pesar.

Esta vez Diego se dejó llevar, porque estaba volando. Porque él también estaba maravillado por lo que sentía. Con lo que observaba desde adentro. Sí, desde adentro, todo un lujo. Bien merecido, por cierto. Diego era espectador de privilegio de lo que hacía la fuerza de Dios, con su cuerpo como instrumento, con sus piernas como pinceles de artistas o plumas de poetas.

Ese poema de fútbol fue escrito por LA MANO DE DIOS. Esa “sucesión de mentiras bien contadas, de frustrados planes perfectamente ideados, donde la inteligencia libre hizo lo que tenía ganas de hacer”, como sentenció Jorge Valdano (otro privilegiado que estaba sobre el campo de juego), fue narrada por la imaginación de Dios. Esa pintura de un Gol, nada más que de un Gol, pero nada menos que de eso para los mortales, fue dibujada por LA MANO DE DIOS.

Por eso no me vengan a decir que el primero de los dos goles a los ingleses fue el de la mano de Dios. ¡¡¡¡Por favor!!!! El segundo gol a los ingleses ese, ese sí que fue el de la mano de Dios. El que todos llaman “El Mejor Gol de la Historia del Fútbol Mundial” es para mí, “EL GOL INVENTADO POR LA MANO DE DIOS”.

Observen a su alrededor, piensen en todos los paisajes que pudieron ver en su vida, y los que quisieran ver, en las maravillas del mundo. Hagan memoria de las cosas bellas que recuerden. Concéntrense en aromas, lugares, gestos y murmullos, gritos, susurros y silencios. Piensen en los ruidos y en las melodías. Todo, todo lo que ustedes imaginaron se familiarizan, se asemejan a esa jugada memorable. No lo duden, ese gol tiene la marca registrada de las cosas bellas y simples que conforman este mundo. Este mundo creado por LA MANO DE DIOS.

La misma MANO que nos dejó el relato perfecto, la historia del gol que contaremos de generación en generación. EL GOL DE LA MANO DE DIOS fue el segundo, no jodan más con el primero.

Ahora hay que agradecerle al genio, a Diego Armando Maradona, agradecerle que dejó jugar a Dios en su interior. Que dejó fluir el fútbol por sus venas, por su alma, por su cuerpo. Gracias DIEGO por ser DIOS. Y también, gracias, DIOS por ser DIEGO.

Otra vez recuerdo cuando se decía que la “10” es de EL y no de otro. Y pedían sacarla de circulación en homenaje. Reitero el argumento que tengo para decir que está bien no retirar la “10” CELESTE y BLANCA. Esa camiseta hizo feliz a Dios (a ambos Dioses), y es en ella donde buscará un nuevo cuerpo, un nuevo instrumento que genere placeres, que genere emociones y que genere sueños. No corten la posibilidad de esos sueños, no le hagan eso a los miles de pibitos que sueñan con ser como Maradona y usar la “10”. Cada chico que comienza a jugar con una pelota es un Dios esperando usar la “10” que utilizó Maradona.

Estoy seguro de que aparecerá el sucesor, estoy convencido que cuando se ponga la “10”, alguien se meterá en su cuerpo para jugar. La “10” de la Selección Argentina no debe retirase, porque hay alguien esperando entrar en ella. Y ese alguien no es precisamente un mortal…

Así me contó el Ángel de la Guarda la historia sobre Maradona, Dios y aquel partido contra los ingleses. Y así se la transcribí a ustedes. No recuerdo bien como se despidió. Aunque me parece que cuando se iba alcancé a escuchar que nombraba una historia sobre Fangio y otra sobre Gaby Sabatini. Y volvió a decir un nombre nuevo, algo así como Messi o L10nel… que no me sonaba en aquel momento, pero ahora lo entiendo perfectamente… Después, después me desperté…

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