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El discreto encanto de correr no tiene límites para los ultramaratonistas

El rosarino Dimack Reyt fue declarado campeón argentino de la "Ultramaratón 24 horas" tras correr 185 kilómetros el último sábado de octubre en un circuito de la capital santiagueña. Al deportista amateur lo espera ahora la “Spartatlon” griega, donde deberá recorrer 246 kilómetros en 36 horas

Omar Marsili*

El discreto encanto de correr no tiene límites y los míticos 42 kilómetros y 195 metros del maratón quedan entre las competencias cortas y casi casi racionales. Aumenta lento pero constante la cantidad de participantes en pruebas de 6, 12, 24 horas y es justo en esta disciplina en la que el rosarino Dimack Reyt logró su corona del año 2021 el pasado 23 de octubre en Santiago del Estero.

Organizado por la Asociación Argentina de Ultramaratonistas, el último sábado de octubre a las ocho de la mañana se inició la carrera en la costanera sur de la capital santiagueña que tuvo su final el domingo a la misma hora y que dejó como campeón nacional al rosarino Reyt.

“Es un circuito de 1.600 metros en el que se dan vueltas, y yo hice 115 vueltas con 185,6 kilómetros”, afirmó satisfecho el ultramaratonista y agregó: “El ritmo va variando porque se alterna entre trote y caminata. Se arranca más ágil pero mi plan era preciso, como sabía que iba a hacer calor, estimo que caminé un 15 por ciento en  distintas proporciones según las horas”.

El ultramaratonista amateur que, en lo cotidiano trabaja como médico especializado en clínica y acupuntura neurofuncional, tiene 52 años, hace casi 20 años que se dedica a correr y desde 2016 se entrena para esta difícil prueba en la que acaba de triunfar.

Corriendo siempre

Las costumbres cambian y desde los primeros juegos olímpicos en la Grecia antigua con una distancia de “un estadio” –192 metros– hasta la actualidad, los hábitos han variado y hoy se llegan a correr distancias inverosímiles, difíciles de creer. Es cierto que hay para todos los gustos y todos los temperamentos.

La distancia grafica una conducta de alto rendimiento. La competencia en sí es solo la meta, lo curioso es la etapa anterior. Años de entrenamientos, preparar el cuerpo, la memoria muscular y la cabeza. Se trata de decirle a la mente que el agotamiento debe esperar, a los pies que las ampollas no existen y a los brazos que remen constantes y enérgicos. Todo debe funcionar para el proyecto de la carrera, un paso fundamental y a veces se torna muy complejo de cumplir.

Todo eso junto logró hacer funcionar Reyt durante el sábado 23 de octubre y parte del día siguiente en Santiago del Estero. “Se sale muy poco de la pista para cambiarse remeras, medias o ir al baño. Comer e hidratarse se hace en movimiento y por eso, prácticamente no hay pausa”, aclaró el corredor. Reyt también destacó que apenas caminó un 15 por ciento de la carrera, que comió solamente una porción de pizza y algunas frutas, pero que bebió hasta 30 litros de agua.

No es tarea de un día

Dimack se inició en la infancia con la gimnasia deportiva. Cuenta la leyenda urbana que el apelativo de “monito” viene por la destreza en el gimnasio y, desde entonces, mantiene una adicción por la vida sana y atlética. Cuenta que el espacio intervertebral que tiene es tan reducido que la placa radiográfica asusta.

No hay lluvia que lo detenga ni viento que lo amilane; horas de entrenamiento, tenacidad y la cabeza puesta en la meta hicieron que la naturaleza retribuyera con esta merecida conquista.

Sí, ese vecino que vemos correr por La Florida y la costanera con la gorra blanca es campeón nacional, y hoy cambió la gorra blanca por la corona de laureles que seguirá sobre su cabeza todos los días.

Esta marca es el pasaporte a la emblemática “Spartatlón”, la ultramaratón que une Atenas con Esparta repitiendo los pasos de la leyenda de Filípides –escrita cuatrocientos años después– y narra la historia del soldado ateniense que corrió a Esparta a pedir apoyo militar para enfrentar a los persas en la gesta de Maratón.

Ahora, el nuevo desafío de Reyt es recorrer 246 kilómetros en 36 horas y besar los pies de la escultura de Leónidas y disfrutar el agua de la fuente en el ánfora servido por una sacerdotisa, esa misma agua sagrada del río Eurotes.

*Autor del libro “El maratonista”

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