El dolor de ya no ser. El gigante caído en desgracia. La debacle deportiva de Atenas de Córdoba encontró en la noche del martes su último eslabón al descender a la Liga Argentina tras perder en el quinto partido de la serie por la permanencia en la A ante San Lorenzo por 73 a 62. El delirio de los pibes del Ciclón tuvo su contraste con el llanto y desconsuelo del Griego, que no pudo en el rectángulo, aunque a los verdaderos culpables habrá que buscarlos también por otro lado.
San Lorenzo y Atenas compartieron las mieles de haber conocido la gloria. No por casualidad fueron los dueños de la Liga durante largo tiempo, establecieron dominio y dinastía. Los cordobeses son los máximos ganadores históricos y con su pasaje al infierno deportivo, el básquet argentino pierde al último elenco que se sostenía inamovible desde los años de la aparición de la que fuera allá por los 80 la mejor noticia para el deporte de la anaranjada en el país.
San Lorenzo y Atenas comparten la hiel de ya no ser. De ver que la época dorada se escribe en tiempo pasado y que el presente no depara más que un esfuerzo desmesurado para poder llegar a pertenecer.
Y tras temporadas de bajas defensas, de determinaciones erróneas, de presupuestos bajos y no siempre bien usados, les tocó definir cuál de los dos debía dejar su lugar. Esta vez no había salvación. Y fue Atenas tras apasionante serie que demostró su poder de convocatoria. El Pando fue descomunal para el Ciclón y el Poli Cerutti explotó para el Griego, a punto tal que su despedida (Atenas inaugurará su nuevo estadio) fue en la A, ahí no hubo descenso.
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Pero el quinto fue casi todo de San Lorenzo, con más temple, determinación y algo menos de nervios. Marín (21, 8 rebotes) fue el corazón, Pelorosso la chispa del final, Lucas Pérez la emoción jugando en una pierna y Manuel Rodríguez el futuro.
Atenas batalló, pero fue dejando de creer, se apagó ante lo que vio inexorable. Konsztad, Cantón, Mariani y los pibes le pusieron garra, pero no hubo forma. Venía pasando cerca, pero esta vez la bala dio en el corazón del básquet cordobés, y para muchos del básquet argentino, porque este Atenas que hoy sufre es el Atenas que muchos aprendieron a querer, por Milanesio, por Campana, por Osella, por Oberto, por Palladino, por Herrmann, por Lo Grippo, por los cordobeses y los que supieron adoptar.
A reconstruir, a volver a ser. A veces no hay otra opción.