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El dolor del recuerdo y la responsabilidad de estar vivos en el documental «Los versos salvados»

El film del realizador uruguayo Gabriel Szollosy, estrenado esta semana en la plataforma Cine.ar Play con acceso gratuito por siete días, narra la historia en primera persona de Celina Galeano, militante de los años 70 que debió parir en cautiverio y tiene a su marido desaparecido  

El documental Los versos salvados, del montevideano Gabriel Szollosy, estrenado esta semana en la plataforma Cine.ar Play con acceso gratuito por una semana narra la historia en primera persona de Celina Galeano, militante de los años 70 que debió parir en cautiverio, perdió a su esposo (hoy desaparecido) y fluctúa entre el dolor de lo vivido y la responsabilidad que siente por continuar aún con vida.

«No creo que Celina necesite exorcizar nada. El exorcismo es para expulsar demonios. Celina, al contrario, asumió el compromiso del sobreviviente de dar testimonio. Ella misma lo dice bien claro en la película, y también lo suele repetir su hija, Fernanda: «Si una está viva es para algo». Ese algo es dar a conocer lo que pasó. La libertad no es hacer lo que uno quiere, sino hacer aquello que uno debe hacer. Así que nada de exorcismos», dijo el director del film.

A través de versos y prosas escritos a lo largo de los años, el documental cuenta las vicisitudes que vive Celina para poder publicar y cómo eso, en parte, se relaciona con su vida, su formación, su familia y su presente en su chacra de Piedra de Afilar, Uruguay.

Así, a Celina Galeano se la puede ver dando de comer a sus gallinas, participando en una marcha en Buenos Aires junto a su hija nacida en cautiverio o preocupada, junto con sus amigos, por los agrotóxicos a los que son sometidos en el campo uruguayo.

«Cuando nos conocimos le pasé a Celina mis películas. Cuando las vio, entendió que la forma documental, y sobre todo en el estilo poético que suelo abordar, podrían ser el mejor vehículo para dar a conocer su historia. Yo no sabía nada de eso y fue recién ahí cuando me lo contó. La idea de hacer un documental partió de ella. Al final se convirtieron en unos seis años de trabajo», comentó Szollosy.

Respecto de qué es lo que más le impactó de los versos de Celina, Szollosy expresó: «Incluso más allá de lo explícitamente testimoniales e impactantes que pudieran resultar, lo que más me atrajo es la propia materialidad y las capas de olvido que los iban sepultando. Es el proceso de la memoria como tal, la visión que desvela al documentalista lo que me atrajo. Pensemos en el proceso de escribir a mano durante años y años, el trabajo de pasar a máquina, luego a la computadora. Celina me los imprimió en papel, luego me pidió que le devolviera el cuadernillo grapado por ella misma. Desde ese punto de vista estamos hablando de algo tan anacrónico, un mundo que ya no es. Celina espera que alguien se los publique, pero las cosas ya van por otro lado. Las toneladas y toneladas de expedientes judiciales, muertos, desaparecidos, y el mundo que sigue con su matraca. Esa es la lectura que hago de los versos. Siempre me quedó en la cabeza la primera conversación que tuve con Celina cuando nos conocimos, una frase que ya ni sé quién de los dos dijo: «Tanta vida para terminar en nada»».

Los versos de Celina que transitan el documental reflejan en parte de la historia argentina reciente. «Esa parte de la historia argentina es también parte de la historia de Uruguay. Por generación yo no lo viví conscientemente. Podría decir que yo soy un producto educativo de la dictadura. En mi entorno de crianza no tuve, al menos que yo supiera, relación con la parte dura de todo esto. Ingresé a la escuela cuando empezaba la dictadura y, cuando se acabó, yo salía del bachillerato. Como documentalista, durante mucho tiempo me sentí muy mal, como sapo de otro pozo. El renacer del documental en el Río de la Plata se dio principalmente por gente que tenía urgencias muy jodidas que hacer saber al mundo. Yo no tenía nada de eso. Hasta que finalmente hace unos años me despaché con Adagio. A mi modo, claro. Lo que los versos de Celina me dicen, al igual que otras películas de mis colegas, son cosas que yo no las sabía. Aún hoy sigo sorprendiéndome de cómo sucedió todo. De cómo sigue sucediendo todo. Por eso, y aunque suene a cliché, Los versos salvados son, sobre todo, para que yo mismo pueda entender algo más sobre el mundo en el que vivo».

Finalmente, respecto de la militante, la madre y la escritora, y de cómo definiría cada uno de esos perfiles de Celina, el director concluyó: «La productora colombiana de la película, Diana Kuéllar, quien además es mi compañera, cuando conoció a Celina dio la mejor definición de ella. Dijo: «Ahora no le tengo miedo a la vejez»».
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