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El dudoso privilegio de ser el primero

Por David Narciso.- Bonfatti encarna una primera vez como gobernador de Santa Fe con las dos cámaras controladas por la oposición.

Mónica Fein es la primera mujer en asumir la Intendencia de Rosario; Cristina Fernández debutó como presidenta mujer elegida por voto popular en 2007 y ayer como la primera reelecta; Hermes Binner fue el primer socialista en gobernar una provincia argentina. Ya que los tiempos de la política argentina y santafesina vienen de renovación, vale decir que también Antonio Bonfatti encarna una primera vez, aunque a diferencia del resto, es una primera vez algo compleja: nunca antes un gobernador de Santa Fe gobernó con las dos cámaras legislativas controladas por la oposición. En verdad, en su caso ser el primero resultó un amargo privilegio.

Aunque el socialismo ha gobernado con éxito Rosario habiendo disfrutado de mayoría propia sólo en un breve lapso; y Hermes Binner lo hizo en la provincia con una abrumadora mayoría justicialista en el Senado, ahora Bonfatti inicia una experiencia que no sólo pone a prueba la capacidad de diálogo del socialismo, sino la del sistema institucional en su conjunto, lo que incluye a los socios de la coalición y al justicialismo.

En su condición de gobernador electo, Antonio Bonfatti lanzó señales hacia el peronismo. Lo consultó antes de enviar el proyecto de presupuesto 2012, aceptó sugerencias y de entrada evitó incluir aspectos irritantes para la oposición. También hubo mesa de negociación para cada uno de los proyectos que el Poder Ejecutivo pidió que se tratasen antes del recambio institucional, y si dos o tres quedaron colgados fue más por dificultades con otros sectores sociales que con la oposición en sí.

Desde la vereda de enfrente tomaron nota. Dos encumbradas figuras del peronismo –el presidente de la Cámara de Diputados, Luis Rubeo, y el histórico senador por Belgrano y ahora presidente provisional de la Cámara alta, Alberto Crosetti– reconocieron esos gestos y dieron a entender que hay disposición a corresponderlos.

Esto no implica carta blanca ni mucho menos para el gobierno de Bonfatti. Apenas buen clima para sentarse a negociar cada iniciativa y, desde ya, predisposición para no “joderle la vida”, que con un legislativo de mayoría opositora y enfrentado al Ejecutivo podría complicar seriamente la gobernabilidad. Por eso es que el dibujo institucional que debuta hoy pone a prueba a todo el sistema.

El cruce de señales entre Bonfatti y los justicialistas Rubeo y Crosetti algunos ya lo leen como pista libre para un despegue sin turbulencias. En realidad es lo que desea y para lo que trabaja el gobierno provincial. Sin embargo ninguno peca de inocente a la hora de trazar la hoja de ruta. Y en la cartografía política hay un mojón electoral en 2013, que si bien es para cargos legislativos, definirá en buena parte el escenario de recambio 2015, tanto a nivel local como nacional.

Otro interrogante en esa hoja de ruta es el futuro de las relaciones entre el Frente Amplio Progresista y la Casa Rosada, que en ningún caso será ajeno a la suerte de la gestión Bonfatti. Con 22 diputados y cuatro senadores, el FAP no va a pasar desapercibido en el Congreso, por lo cual el kirchnerismo testeará día a día el perfil opositor que decida cultivar. Sin vueltas: ya ocurrió durante la gestión Binner que ciertos proyectos o necesidades del gobierno provincial avanzaron o se frenaron de acuerdo a cómo se posicionaba el socialismo en Buenos Aires, en especial en el período 2009-2011, en el que Cristina Fernández poroteaba cada voto en el Congreso.

Es lo que le tocó a Bonfatti. Es el dudoso privilegio de ser primero también él.

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