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El efecto mariposa va destapando más abusos y acosos sexuales

Ahora el reconocido fotógrafo norteamericano Terry Richardson aparece en la mira de los medios y las redes británicos como un nuevo victimario, un gran abusador como dicen algunos periódicos amarillos que hacen las delicias de las clases populares de la isla.

Será difícil decir que no se trata del efecto mariposa. Hace veinte días la cara regordeta del productor norteamericano Harvey Weinstein ocupaba pantallas televisivas, redes y prensa gráfica a medida que se sumaban denuncias de acoso sexual y violación de actrices famosas y no tanto, y los habitantes de ese planeta llamado Hollywood se agarraban la cabeza –Wainstein Company tiene una injerencia inestimable en las finanzas de la industria–, miraban para otro lado o, tímidamente, admitían haber escuchado, o más directamente sabían que esas cosas pasaban e involucraban a quien para muchos de ellos resultaba un amigo o un socio.

Weinstein fue acumulando denuncias y ya tiene causas iniciadas en varias sedes de la Justicia norteamericana y europea. Tal vez sin mucha contundencia hasta el hermano de Harvey, el también productor Bob Weinstein, fue también acusado de abuso. La voz de las mujeres víctimas fue tornándose ensordecedora al recordar episodios menores pero que se enmarcaban perfectamente en acosos y abusos y se dio fecha y lugar donde fueron sufridos.

Hace pocos días, la oscarizada Jennifer Lawrence contó un episodio que protagonizó cuando tenía 18 años. Lawrence, que en su momento condenó los hechos de Harvey Wenstein –con el que había trabajado–, explicó que los productores de la cinta en la que iba a participar le pidieron que perdiera siete kilos en dos semanas.

“En aquella época, una productora me hizo decir unas líneas desnuda en una fila junto a cinco mujeres que eran mucho, mucho más delgadas que yo”, explicó Lawrence, asegurando que tanto ella como el resto de participantes estaban completamente. “Tras ese momento humillante, la productora me dijo que debería utilizar esas fotos en las que salía desnuda para inspirarme en mi dieta”, relató. Y continuó contando que otro productor le dijo que “no sabía por qué todo el mundo pensaba que estaba gorda” ya que él la consideraba “perfectamente cogible”. Como se ve, los abusos tienen infinidad de formas y todo indicaría que están a la orden del día; muy cerca del cine sin duda y por extensión también cerca de todo aquello fotografiable.

Un fotógrafo ahí

Ahora el reconocido fotógrafo norteamericano Terry Richardson aparece en la mira de los medios y las redes británicos como un nuevo victimario, un gran abusador como dicen algunos periódicos amarillos que hacen las delicias de las clases populares de la isla.

Según asegura el periódico The Telegraph, el vicepresidente ejecutivo de la empresa Condé Nast Internacional (que edita títulos como Vogue o Vanity Fair en 29 mercados internacionales), prohibía a sus filiales volver a trabajar con el fotógrafo Terry Richardson.

El mensaje llegó un día después de que The Sunday Times se cuestionara por qué Richardson, a quien en su artículo The Times apodaba “el Harvey Weinstein de la moda” debido a las numerosas acusaciones de abuso sexual, seguía siendo celebrado y contratado por la industria.

 Un descargo

En 2014, cuando fue acusado de abusos por seis modelos, Richardson escribió una carta a los medios en la que negaba por enésima vez las acusaciones: “Colaboré con mujeres adultas que conocían perfectamente la naturaleza del trabajo. Nunca amenacé a nadie para obligarlo a hacer algo que no quería. Siempre respeto a quienes trabajan conmigo, reconociendo su libertad de elección y aceptando sus decisiones”.

Estadounidense de 52 años, Richardson fue conocido en los noventa por su estética cruda y provocadora, que recuperaba la estética porno de los setenta.  Más tarde viró hacia la sexualidad explícita (en muchas de sus imágenes él mismo aparece practicando actos sexuales con las modelos). En 2000 era uno de los fotógrafos más cotizados en la industria de la moda y también trabajó con estrellas de la música como Beyoncé, Madonna, Lady Gaga o Miley Cyrus, para quien dirigió el controvertido videoclip Wrecking Ball. De su autobiografía fotográfica Terryworld, se afirmaba que “todos hacen ante su cámara lo que no harían para otro”. Pero no todos suscriben esa cita: en los últimos años varias modelos lo acusaron de abuso y comportamiento depredador en las sesiones de fotos, y en 2014 se puso en marcha la campaña #NoMoreTerry, que llamaba a boicotear a cualquier marca o publicación que colaborara con él. El fotógrafo siempre negó las acusaciones, alegando que se trataba de relaciones consentidas, y aseguró que estaba siendo objeto de una “caza de brujas”.

El periodista Ari Paluch: el caso argentino

El periodista Ari Paluch fue desvinculado del programa que conducía en la señal televisiva A24 tras el escándalo generado por la denuncia de acoso sexual hecha pública por una microfonista.

El conductor fue acusado por la microfonista Ariana Charrúa ante las autoridades de que, al finalizar el programa que comparte con Paluch y mientras le quitaba el micrófono, Paluch le “tocó el trasero”. “Esta situación me resultó ingrata, sorpresiva, abusiva, ofensiva, desagradable”, dijo Charrúa.

El animador admitió haber tocado a la microfonista, pero aseguró que el contacto no fue deliberado y que se disculpó de inmediato. Horas más tarde se conocieron imágenes de las cámaras de seguridad sobre el momento en que Paluch y Charrúa están en contacto.

Como la imagen no permite una observación concluyente, el periodista consideró que sólo prueban un roce accidental, mientras que para la mujer muestran la veracidad de su denuncia.

Tras conocerse la denuncia de Charrúa, otras mujeres que trabajaron con Paluch hicieron públicas situaciones que sufrieron con el periodista.

En las últimas horas se sumaron nuevos testimonios contra Paluch por situaciones de acoso y de maltrato en el ámbito laboral.

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