Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano
“La red Fabi, como se la conoció por la sigla de los cuatro países que la formaron, Francia, Inglaterra, Estados Unidos e Italia, se creó en el contexto del final de la Primera Guerra Mundial con el objetivo de vigilar las actividades germánicas en la región y contrarrestar la propaganda alemana en el Río de la Plata. La neutralidad de la Argentina, que el gobierno de Hipólito Yrigoyen sostuvo incluso después del ingreso en la guerra de Estados Unidos, fue considerada como un apoyo velado a Alemania”, responden en forma conjunta el grupo formado por Hernán Díaz (coordinador), Pascual Muñoz, Walter Koppmann, Sabrina Asquini, Lucas Glasman y Cristian Aquino, quienes escribieron el libro <Espionaje y revolución en el Río de la Plata<. Allí se abordan los archivos secretos de una red diplomática de persecución al maximalismo (1918-1919), que explora una red de espionaje creada poco antes de que concluya la Gran Guerra por las embajadas de las potencias aliadas de Francia, Inglaterra, Estados Unidos e Italia. A continuación el grupo de investigadores señalan los pormenores de la red de espionaje en nuestro país.
Trabajo en grupo
Hace unos años, Hernán Díaz estaba investigando en archivos franceses y se encontró con una carpeta que tenía por asunto el espionaje en el Río de la Plata durante la Primera Guerra Mundial. El historiador decidió entonces trabajar a partir de un grupo que logró amplificar la investigación en nuestro país con un excelente resultado. “El trabajo colectivo forma parte de nuestras aspiraciones y prácticas. La mayor parte de los autores participamos del Cehti (Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas), un centro de estudios autogestionado en el que apostamos por estudiar la historia de las trabajadoras y los trabajadores, el movimiento obrero y las izquierdas en un terreno de intercambio y debate franco y riguroso entre investigadores”, señaló el equipo de trabajo que dio vida al texto. Al mismo tiempo agregaron que se trata de “un proyecto más general para superar el aislamiento al que nos confina la dinámica del actual sistema científico fuertemente individualista y competitivo”.
La red Fabi fue establecida en nuestro país por las potencias mundiales y tolerada por las autoridades nacionales, en el marco de la Primera Guerra Mundial en un primer momento en oposición al imperio alemán. Sin embargo, al finalizar el conflicto bélico, los espías continuaron hurgando en nuestra sociedad. En ese sentido, “al igual que el control sobre posibles nexos argentino-alemanes, fueron interpretadas las huelgas en los ferrocarriles y frigoríficos de capital inglés o norteamericano y la intervención que el gobierno radical tuvo sobre ellos. A su vez, desde fines de 1918 la red fue adquiriendo un creciente interés por aquello que en la época se llamaba «maximalismo», es decir, por aquellos militantes, grupos, periódicos que se manifestaban favorables a la Revolución Rusa, ya fuesen anarquistas, rusos pro-bolcheviques o socialistas revolucionarios, entre otros”, explica el equipo de historiadores.
Las dos orillas
“La red se desarrolló tanto en Buenos Aires como en Montevideo, ya que las embajadas tenían jurisdicción en los dos países. En ambas ciudades, el movimiento obrero había demostrado una gran combatividad y sus dirigentes circulaban con facilidad entre una y otra, eludiendo las detenciones y deportaciones. Los materiales producidos por esta red de espionaje sobre organizaciones obreras y de izquierda sumaron unos 70 documentos de distinto tipo y extensión: informes manuscritos o escritos a máquina en francés, inglés y español; panfletos, recortes y ejemplares de periódicos. Entre los documentos sobresale un listado con 400 nombres de militantes que fueron sindicados como los más peligrosos en el Río de la Plata. Este listado, que tiene nombres, apellidos, e incluye muchas veces el origen, la profesión y alguna observación sobre su militancia o peligrosidad, está reproducido en la segunda parte del libro junto con una breve reseña nuestra de una buena parte de ellos”, explicaron los autores del libro.
Espiar al obrero
Cuando se firmó el armisticio comenzaron a circular entre las embajadas de los países aliados informaciones sobre un posible intento de asesinato a Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos; Georges Clemenceau, primer ministro francés, y David Lloyd George, primer ministro británico. La espera de una acción revanchista de organizaciones pro-germánicas se mezcló con el temor que emanaba de la Revolución Rusa, a la cual se la asociaba también con posiciones anti-aliadas. “En seguida los gobiernos de estos países constituyeron una comisión específica que comenzó a investigar la actividad de bolcheviques o maximalistas, estudiando los periódicos, organizaciones, dirigentes y tendencias que reivindicaban la revolución de los soviets. A través de ella, lograron distinguir aquellos sectores que, dentro del anarquismo, socialismo y de la comunidad rusa, simpatizaron con el maximalismo. Aunque informaron sobre algunos de los conflictos obreros del momento, no se interesaron por las organizaciones obreras en sí mismas sino por algunos dirigentes a los que vieron involucrados con el dinero alemán o que se alinearon con la revolución”, señalaron los autores.
La policía descontrolada
“La huelga de policías de Rosario tuvo una importante repercusión dentro y fuera del país. Se trató de una huelga del personal policial en la cual se reclamaba el pago de salarios adeudados con los métodos de la asamblea, el paro y la manifestación callejera. Dos puntos de su pliego de reclamos sirven para graficar el grado de acercamiento que tuvieron los huelguistas con el resto del movimiento obrero de la ciudad: en el punto 12 se solicitaba la abstención de la intervención de los agentes en los conflictos entre el capital y el trabajo, así como en todo movimiento que tendiese al bienestar y la libertad del pueblo. Asimismo, en el punto 15, se pedía llamativamente la eliminación completa de toda instrucción militar”, afirmó el grupo de historiadores y agregó: “Aunque el movimiento producido fue reprimido y el jefe de policía removido, esto no evitó la profunda desconfianza que recayó tanto sobre la policía argentina como en el gobierno radical y su capacidad de controlarla. De hecho, la red recogió panfletos de propaganda anarquista dirigidos a los agentes de policía y del escuadrón de seguridad en los cuales se los invitaba a acompañar al pueblo como lo habían hecho sus pares de Rusia y Alemania. Si bien este volante no tenía fecha, por su contenido se puede suponer que fue confeccionado en los primeros días de enero de 1919”.