A más de cuatro meses de iniciada la violenta represión en Siria, el Consejo de Seguridad dela ONU emitió una tímida declaración que condena al régimen de Bachar al Asad por el uso de la fuerza contra civiles, que no incluye sanciones. La demora contrasta con la rápida reacción de las grandes potencias en Libia, donde se libra una batalla contra el histórico líder Muamar Gaddafi.
La declaración no contiene represalias ni solicita que los líderes sirios sean procesados porla Corte PenalInternacional (CPI), como sí lo exigían algunos grupos de derechos humanos. Ante las críticas por la pasiva reacción del organismo, el secretario de Estado de Relaciones Exteriores de Alemania, Werner Hoyer, alertó que una acción militar como en Libia sería inviable debido a que “en ese caso teníamos una resolución dela Unión Africanay dela Ligade Estados Árabes, aquí no tenemos ninguna de las dos cosas ni nada parecido”.
Además recomendó que se trabaje de “forma cautelosa” y desmintió que detrás del lento accionar de la comunidad internacional existan “intereses” particulares.
Esta desaprobación se produjo después de varios días de ataques del ejército sirio en la ciudad de Hama, uno de los bastiones rebeldes, y que en las últimas semanas fue foco de las principales protestas y choques. De acuerdo con varias ONG, los muertos por el puño de hierro de Asad ya superan los 3.000 en todo el territorio. Lo avalado por el Consejo de Seguridad no es una resolución, como en el caso de Libia, sino una declaración no vinculante, emitida cuando el organismo no llega al consenso suficiente para tomar medidas más duras. Los motivos que llevan a las potencias a ser más precavidas son varias.
Siria es un país clave para toda la región y esconde un entramado geopolítico difícil de desentrañar. De acuerdo con Daniel Rajmil, politólogo español especialista en Medio Oriente, “las alianzas internacionales de Siria y su posición estratégica en Oriente Medio son el primer eslabón de un engranaje complejo que amenaza con hacer estallar a toda la región y que Occidente no debe olvidar ante una posible decisión de interferir en el desarrollo de la dinámica del país”, afirmó.
Según reseña un experto, “desde que Al Asad accediera al poder en el año 2000 su política de acercamiento a Irán y sus lazos crecientes con Hezbolá han sido constantes. Parece que ahora, en sus momentos más bajos, dichas alianzas le podrán reportar una ayuda clave para alargar la incógnita y la agonía del futuro de su pueblo”, indicó. “La influencia de Irán en Siria es uno de los primeros factores a tener en cuenta y con el que Occidente chocaría en primer lugar. La amenaza creciente de la violencia sectaria supondría también un reto para cualquier intervención en el país y porque potenciaría un efecto contagio a la mayoría de los países de la región muy difícil de apagar”.
Por ese motivo, “cualquier cambio brusco o estallido de violencia sectaria podría ser un preludio de lo que podría pasar en el Líbano, Arabia Saudita, Jordania, Irán o incluso Israel. Una caída precipitada de Al Asad podría dar rienda suelta al liderazgo de Hezbolá, Irán, Hamas o de otros grupos con los que Siria comparte su influencia en la región”, analizó.
A pesar de que el contexto limita el margen de maniobra de las potencias, se esperaba que fueran adoptadas medidas más duras, como sanciones y prohibiciones que limiten al régimen. Para el representante de Amnistía Internacional ante Naciones Unidas, José Luis Díaz, “la respuesta dela ONUes completamente inadecuada”. “Después de más de cuatro meses de violencia contra los disidentes por parte del régimen sirio, es muy decepcionante que lo máximo que haya podido conseguir el Consejo de Seguridad sea una respuesta tan blanda sin vinculación jurídica y sin remitir la situación al Tribunal Penal Internacional”, afirmó Díaz en un comunicado.
“El presidente Asad ha permitido que sus fuerzas de seguridad lleven a cabo ataques violentos contra los civiles, causando decenas de muertos en Hama en los últimos días. Es crucial que el Consejo de Derechos Humanos dela ONUsea capaz de investigar la situación tan pronto como sea posible”, destacó.
Así, mientras prima el silencio, muchas voces afirman que lejos del panorama político, lo que desmotiva a Occidente a intentar cambiar el rumbo en Siria a favor de la población es la ausencia de “intereses” personales, como sí lo es el petróleo libio. Por el momento, lo que está claro es que la lenta y tibia acción del resto de los países le otorga un cheque en blanco al régimen para atacar a los civiles y apagar cualquier llama de rebelión. Cuando el conflicto recrudece y se convierte en un verdadero riego de sangre, la comunidad internacional pareciera forzada a actuar como espectador frente a la muerte.