Los países más industrializados del mundo se entusiasman con una recuperación impulsada por Estados Unidos durante este año, pero ya se preguntan cuán sólidas son las bases de ese crecimiento.
Al menos así surge de la última edición de la influyente revista The Economist, que en su tapa advierte: “Cuidado. El mundo no está listo para la próxima recesión”.
La publicación londinense destaca que las proyecciones del FMI determinan que este será el primer año desde 2007 –nada menos– en que la economía de todos los países ricos crecerá.
Se estima que será una expansión de algo más del 2 por ciento en total, algo que no ocurría desde 2010, situación que dispararía el postergado aumento de tasas de interés en los Estados Unidos.
La hipótesis de The Economist –en general, compartida por el FMI– es que la situación de todos modos es frágil.
Por un lado, está el peso de las híper endeudadas economías del Mediterráneo, así como la desaceleración del crecimiento de China y de otros países “emergentes”.
Pero, además, los analistas notan que pocas economías del mundo lograron evitar una recesión durante la última década, situación que hace pensar que puede haber más crisis en los próximos años.
Y que, como los gobiernos del cuadrante noroeste del mundo más Japón ya usaron todo su “arsenal” para tratar de salir de la crisis, sus bancos centrales se hayan quedado sin “municiones” para pelear la próxima batalla contra la desaceleración.
Algo de esto sabe el jefe del Banco Central Europeo, Mario Draghi quien, como un director técnico que ya no sabe qué método utilizar para motivar a sus jugadores, a fines del mes pasado arengó con fuerza a los gobiernos del viejo continente para dejar de lado la timidez y encarar medidas drásticas.
Claro que la mirada de Draghi tiene mucho que ver con las políticas de ajuste sobre el sistema laboral, que los latinoamericanos conocen de la década del 90.
Draghi convocó a usar el “estímulo” que brinda su institución como un colchón que permita encarar reformas laborales y hacer de la “flexibilidad económica” parte del “ADN común” de los europeos.
“Es crucial que las reformas estructurales se apliquen con rapidez”, enfatizó entonces el integrante de la “troika” –que también integran el FMI y la Comisión Europea–.
Entre los problemas de los que Europa todavía no puede salir se encuentran, de acuerdo con la enumeración que realizó Draghi: un “exceso de deuda que afecta a parte de la unión”, el “elevado nivel de desempleo estructural que persigue a demasiados países” y la “necesidad de perfeccionar el diseño institucional” de la ahora cuestionada “unión monetaria”.
Sobre esos puntos planteó también sus dudas la ortodoxa The Economist.
La publicación destacó que la proporción de deuda con respeto al producto bruto “aumentó un 50 por ciento desde 2007” y que en Gran Bretaña y España la deuda se ha “más que duplicado”.
Como se puede ver, varios de los problemas que dispararon la crisis más grande desde el crac de 1929 siguen en pie para las economías desarrolladas que no encuentran todavía nuevas respuestas para viejos interrogantes.