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El espíritu democrático del fútbol brasileño se le planta a Bolsonaro con Sócrates como bandera

Jair quiere el regreso del juego y le responden desde dentro. El césped y las tribunas guardan la memoria de las manifestaciones en la dictadura, y vuelve una figura emblemática: el ex capitán del Corinthians. En los últimos días, la barra de la parcialidad paulista organizó una manifestación

Especial para El Ciudadano

“Son jóvenes y atléticos, no tienen riesgo de morir”, dijo en estos días Jair Bolsonaro. Hablaba de los futbolistas profesionales de su país, en el marco del intenso lobby que viene haciendo para que el campeonato de fútbol en su país regrese a la actividad lo antes posible. En Europa, con el verano cerca y el virus en camino de salida, la Bundesliga ya volvió y otras ligas están próximas a hacerlo, aunque sin público y con protocolos de prevención. En Brasil, donde el gobierno federal es el principal obstáculo para llevar adelante medidas sanitarias, la realidad de la pandemia es muy diferente. El país ya suma 34 mil muertes, manteniendo una negra serie de más de mil fallecimientos diarios desde hace varias jornadas, con 600 mil contagios y un pico de la curva que todavía está lejos.

Los jugadores profesionales, sin patologías previas y con edades entre 18 y 40 años, está claro que no son la principal población de riesgo determinada por la OMS. Sin embargo, la prioridad de Bolsonaro no es la salud de sus actores. Hoy, cada noche por televisión se informan centenares de muertes en todas las regiones. Y en este contexto, al gobierno le vendría bien que se reinicie el Brasieirao. Con la pasión futbolera del país que levantó cinco Copas del mundo, la vuelta de la pelota ayudaría a cambiar la agenda.

Cuando se estaba discutiendo la fecha para el regreso, los cariocas de Vasco Da Gama informaron esta semana que tienen 16 contagiados en su plantel. Y otro de los grandes, el Corinthians de San Pablo, salió con los tapones de punta encabezando la resistencia. «Hoy, cualquier debate es menor. Expresamos nuestra solidaridad con cada brasileño afectado. El nuestro es un deporte de equipo, no se puede jugar solo. Y el fútbol pierde mucho como producto cuando transmite que para que la pelota ruede, es suficiente con decir qué club está más preparado, mientras se suman de a mil muertes por día. No podemos volver hasta que no esté controlado el virus”, expresó en una Carta Abierta el presidente corinthiano, Andrés Sánchez, con abrumadora elocuencia

La patria futbolera a las calles

El último domingo 31, en medio del clima de politización del país, el fútbol dijo presente. Las hinchadas de varios clubes protagonizaron movilizaciones por la democracia y contra el racismo. Hubo marchas en San Pablo, Belo Horizonte y Río de Janeiro, con consignas en contra de Bolsonaro. La barra del Corinthians, los “Gavioes da Fiel”, fue promotora de la movida. Y desde la cuenta oficial de Twitter del club, se posteó un video con un mensaje: “No seríamos nosotros, si nos quedásemos en silencio”. En los actos, se sumó la solidaridad al Black Live Matters, repudiando el asesinato de Estados Unidos de George Floyd.

“Es que no es sólo una hinchada. Los Gavióes es también una expresión cultural y social, tiene incluso una escola do samba. Somos más de 112 mil socios y más de cincuenta años de historia”, afirma uno de sus integrantes, Guilherme Salermo, que es periodista y responsable en Sao Paulo de la cuenta en redes sociales “Corinthians En Español”.

Desde Brasil, explica para El Ciudadano: “En estos días, veo algunos hinchas que cuestionaron la movilización, o que hablemos de fútbol y política. Pero si un corinthiano te dice eso, es porque apoya a Bolsonaro y va en contra de historia del club. Para nosotros, la lucha por la democracia marcó una identidad del club”.

Salermo agrega: «Cuando Corinthians publicó el domingo un Twitter en su cuenta respaldando el movimiento anti fascista y por la democracia, hubo usuarios que en las redes salieron a decir que el club se despegue de las movilizaciones. Dicen que las protestas incluyeron lenguaje violento. ¿Pero no dicen nada de la violencia del discurso de Bolsonaro y su política?».

Sócrates, por la democracia

En 1964, un golpe militar terminó en Brasil con el gobierno de Joao Goulart. Y cuando el país llevaba ya casi veinte años sin poder votar en elecciones presidenciales directas, el fútbol sorprendió con un llamado a la recuperación democrática. En 1981, Socrates, por entonces capitán y figura del Corinthians y de la selección, empezó con los reclamos. Cada vez que le preguntaban por algún gol, recordaba que el pueblo no podía elegir a sus gobernantes.

“Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos”, solía decir. Su nombre completo era Socrates Sampaio de Sousa Veira. Jugaba con elegancia con la 10 del Timáo fue capitán y manejó los hilos del mediocampo de su seleccionado en el Mundial del ’82 en España, donde brilló en el partido contra la Argentina de Maradona y Kempes.


También fue parte de la vistosa canarinha del’ 86. En el debut, dolido con el terremoto que había causado tanto dolor ahí mismlo en tierras aztecas pocos meses antes, improvisó una vincha con una media a la que le pintó «México sigue de pie». El mensaje llegó televisado a todo el mundo. En otro partido, la leyenda fue «No a la violencia». Años después, en un libro autobiográfico, Socrates diría: «Quería salir al campo portando en la frente mi denuncia de las atrocidades absurdas que se dan en la humanidad».

Aquel Corinthians de Socrates ganó el campeonato paulista dos años seguidos, en 1982 y 1983. Y hacía algo más que jugar bien al fútbol. Todos sus jugadores salían a la cancha con la consigna “Democracia Corinthiana” en la espalda de sus camisetas. Pedían el regreso de Brasil a la institucionalidad. Y hacia adentro del club, promovían la horizontalidad. Los salarios y premios se discutían en asamblea, de las que participaban desde el utilero hasta el cuerpo técnico.

El célebre escritor uruguayo Eduardo Galeano, los recordó así: “Esos jugadores del Corinthians habían tomado el poder. Se reunían y decidían todo. El método de trabajo, los sistemas de juego, la distribución del dinero, todo. En esos dos años de luminosidad democrática, el club convocó a las mayores multitudes, hizo posible el milagro de ganar dos veces seguidas el campeonato paulista y ofreció un fútbol vistoso.”

En abril de 1984, Socrates había sido uno de los oradores de un histórico acto multisectorial en San Pablo ante un millón de personas, que pidió elecciones directas en Brasil. Esa noche, entre otros, habló un tal Lula Da Silva, por entonces joven referente sindical metalúrgico.

Contra Bolsonaro

A fines de 2018, antes de las últimas elecciones presidenciales, el fútbol brasilero partió aguas. Bolsonaro, por entonces diputado, durante la campaña visitó varios estadios y posó con distintas camisetas.

Rivaldo, figura de la selección que ganó el Mundial de Japón, llamó a apoyarlo. En otra línea, Juninho Perncambucano, que también había sido referente de la canarinha, salió fuerte: «Hubo brasileños torturados y asesinados en la dictadura. Es desesperante ver a gente apoyando una intervención militar. El Ejército existe para defender el país, proteger las fronteras, no para matar a brasileños en la favela. Me revuelco cuando veo jugadores y ex jugadores de derecha. Nosotros venimos de abajo, somos pueblo. ¿Cómo vamos a ponernos del otro lado? ¿Vas a apoyar al fascista Bolsonaro, hermano mío?”, dijo.

Hace poco, cuando se inició la pandemia, el actual capitán de la selección brasilera, Dani Alves, pidió por Instagram al presidente que respete a la población y firmó con el hashtag «Quedate en casa». Aunque tímido, un valioso posicionamiento. «Son ejemplos aislados -dice el periodista Guilherme Salermo-. La realidad es que sería muy importante si todos los jugadores más reconocidos levantarán la voz. Neymar tiene una cantidad de seguidores inmensa. Y nunca dice nada».

La barra democrática

Rodrigo González Tapia, más conocido como Digáo, es el presidente de la barra del Corinthians. En estos días fue uno de los promotores de la marcha por San Pablo. Y en 2018, antes de las elecciones en el país, publicó esta declaración destinada a los seguidores del Corinthians: “Usted, que es asociado a Gaviões ¿conoce la historia de nuestra barra? ¿Sabía que en nuestra fundación, en 1969, el país vivía en plena dictadura militar? ¿Sabía usted que en el periodo de nuestra fundación teníamos entre nuestros objetivos principales el de derrocar a un dictador que se mantenía dentro de nuestro club? ¿Sabía usted que nuestros fundadores sufrieron mucho por el simple hecho de llevar la bandera en favor de la democracia y los derechos del pueblo? Somos una barra que defiende los derechos de nuestro pueblo y no podemos dejar que nuestro mayor representante, el que gobierna el país, esté contra nosotros y contra todo aquello por lo que luchamos”.

A comienzos de los ‘80, en tiempos de la Democracia Corinthiana, el vestuario del Timáo era un espacio de libertad en un país con dictadura. Allí, antes de cada partido, se ponía música y sonaba “Andar con fé”, de Gilberto Gil. “La gente me dio el poder por ser un futbolista popular”, decía por entonces Socrates. Que se divertía con la pelota en los pies y hacía pensar cada vez que hablaba, como el filósofo griego. Había llegado al mundo en el ‘54 en Belém. Llevaba ese nombre porque su papá estaba leyendo La República, de Platón, para cuando él nació. Sus hermanos se llamaron Sófocles y Sóstenes. Y el cuarto fue Raymundo, que de grande con el apodo de Raí, fue estrella de San Pablo, la selección y el PSG. Raro caso el de esta familia humilde del norte brasilero, de la que salieron dos cracks tan fenomenales.

“Quiero morir un domingo y que el Corinthians levante una copa ese día”, había dicho cuando ya estaba cerca del final, peleando contra problemas en su hígado.

Y falleció un domingo nomás, en 2011 y con el Timão celebrando ese día un campeonato. Sus jugadores levantaron el puño en e círculo central, a modo de homenaje.

Lo llamaban el Doctor, porque cuando ya jugaba en Primera se había podido recibir de médico, como quería su familia. Hoy, en plena pandemia, su país se juega una final importante y seguro extraña lo mejor de aquel Socrates, para atender enfermos y defender la libertad. Para que la pesadilla que hoy viven pueda ser un recuerdo, para poder volver a divertirse con una pelota, como él lo hacía.

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