“Los índices de incidencia del estrés en todo el círculo familiar están creciendo año a año a pasos agigantados, trayendo consecuencias altamente negativas a miles de hogares argentinos, con manifestaciones físicas y psíquicas difíciles de revertir”, aseguró la licenciada en psicología Paula Saravia. Según la especialista, la frase que caracteriza a estas familias que acuden a diario a instituciones médicas en busca de ayuda, con el fin de poder mejorar su calidad de vida es: “Estamos todos estresados”.
Si bien históricamente los más afectados por esta situación eran habitualmente los jefes de hogar, en la actualidad el estrés y sus implicancias alcanzaron a mujeres e hijos, afectando a todo el núcleo familiar de igual manera.
“El estrés no hace distinción de clases sociales –dijo Saravia–. Sin embargo, en el caso de los pacientes que atendemos en nuestra institución, nos encontramos frente a familias de un nivel socioeconómico alto, integradas por hombres y mujeres exigidos en lo laboral cuyos hijos son también exigidos por demás desde todo punto de vista”.
Si bien sin tratamiento la situación se tornaría cada vez más compleja, los especialistas advierten una mayor toma de conciencia por parte de la sociedad en general, la cual se manifiesta en un notorio incremento en las consultas médicas a especialistas e instituciones referentes en el tratamiento del estrés.
Los hijos, en el centro de la escena
“Las familias que sufren de estrés están compuestas en general por adultos muy autoexigentes y exitosos en lo personal y laboral. Son padres que a su vez esperan y exigen a sus hijos altos rendimientos académicos, artísticos y deportivos”, señaló la especialista, quien remarcó: “Cuando uno indaga cada caso, se topa habitualmente con que estos hijos perdieron los espacios de recreación, distensión y placer. La vorágine los ha llevado en algunos casos a presentar tensión alta e insomnio pese a su corta edad, y a caer en situaciones de agotamiento que se manifiesta en un estado de cansancio permanente”.
Según Saravia, a este tipo de chicos “no les alcanzan las horas de sueño, tienen todo el día obsesivamente programado por sus padres y su rutina es ajustadísima, no permitiéndoles disfrutar de esta etapa de sus vidas. Hasta acusan dolores físicos por andar de un lugar al otro cargando material de estudio, o haciendo actividades permanentemente”.
“Cuando estos hijos se dan cuenta de que no pueden estar a la altura de las exigencias familiares, se frustran intensamente y buscan salidas a esta frustración a través de excesos que los terminan perjudicando (comida, adicciones y demás). A esto se suma la pérdida del diálogo y de la contención familiar, lo que hace un cóctel peligroso”, describió la especialista, para quien a estos hijos les cuesta detectar qué les está pasando. Son en realidad víctimas de padres que llevan por delante la llamada zanahoria del exitismo”.
La mujer, desgastada
“En el caso de la mujer, los índices de estrés están creciendo también marcadamente, por las mismas razones antes expuestas. Ésta situación se acrecienta por la inexistencia de «válvulas de escape» que ayuden a revertir su incidencia”, explicó y agregó: “En consonancia con la situación de los hijos, la mujer que responde a este modelo de familia pasa gran parte del día en el auto llevando a sus hijos de un lado a otro, produciéndole un desgaste terrible al tratar de coordinar agendas propias y ajenas”.
Esto se acrecienta al sumar a las presiones de su familia las de su entorno laboral y profesional, a las que suele sumarse una gran cantidad de trabajo del hogar, sin contar muchas veces con la ayuda de su cónyuge, quien vuelve cansado y estresado de su trabajo.
Saravia consideró que “son mujeres que se olvidan de ser mujeres y pasan a ser una máquina. En este momento es cuando dejan de verse lindas y atractivas y se origina una importante pérdida de autoestima. Poco a poco, a causa de las exigencias diarias, se va renunciando a espacios en común tanto con el cónyuge como con los hijos, y viene esta sensación de que se ha perdido el rumbo, profundizándose la sensación de malestar”.
Consecuencias y soluciones
El estrés puede acarrear a alguno o todos los integrantes de la familia consecuencias como distintas enfermedades psicosomáticas, sean digestivas (síndrome de intestino irritable), respiratorias (asma bronquial, hiperventilación) o cardíacas (angina de pecho). Las enfermedades endócrinas como obesidad, hipotiroidismo y diabetes, además de las enfermedades dermatológicas son emparentadas a este tipo de estrés.
Claro que una gran ayuda a este tratamiento será la recuperación de los espacios familiares y una vía para lograrlo será compartir espacios de relajación, recreación y de encuentro en el ámbito cotidiano; por ejemplo compartiendo almuerzos y cenas, evitando durante estos la presencia de la televisión –la cual interfiere con el diálogo–, proponiendo un juego de mesa, y otra actividad en conjunto. Asimismo, el deporte es muy importante para revertir el estrés en la persona, por lo cual se recomienda practicarlos, de manera individual y conjunta, como por ejemplo una caminata, trekking, clase de danza, o cualquier otra similar.
Cabe señalar que la alimentación es fundamental a la hora de cuidar no sólo la salud en general, sino a ayudarla a recomponerse ante una situación de estrés. Es por eso que la especialista recomienda encontrar un equilibrio cuando el tiempo no permite la elaboración de comida casera. “Para ello sugerimos diseñar una estrategia viable en el contexto particular que nos movemos: ya sea listando lugares y opciones saludables al comprar comida elaborada, o surtiéndonos de platos pre-elaborados para tener a mano en el freezer y ¿por qué no?, hacer de la elaboración de un plato saludable una actividad lúdica que involucre a varios integrantes de la familia en un fin de semana”.