Gabriel Ramonet (*)
El emblemático faro Les Eclaireurs, situado sobre el Canal Beagle próximo a la ciudad de Ushuaia y muchas veces confundido con el famoso Faro del Fin del Mundo de Julio Verne, cumple 105 años desde su construcción en 1919, este 23 de enero, y aún hoy sigue siendo una de las principales postales y sitio de mayor atracción de los visitantes de la capital de Tierra del Fuego.
La torre de ladrillos, de 11,5 metros de altura y tres de diámetro, erigida en la parte superior de un grupo de islotes a nueve kilómetros de la bahía de Ushuaia terminó de construirse el 23 de enero de 1919, aunque su inauguración recién se produjo casi dos años más tarde, el 23 de diciembre de 1920.
Según explicaron voceros del Instituto Fueguino de Turismo (Infuetur), la historia del icónico faro comenzó en abril de 1918, cuando el barco de la Armada Argentina “Vicente López” realizó un relevamiento por el Canal Beagle con el fin de encontrar el sitio más apto para instalar una señal luminosa que sirviera de orientación para los barcos que llegaban al puerto.
Por ese entonces, Ushuaia “dependía totalmente” de estas embarcaciones para el suministro de víveres y provisiones, por lo que dotar de mayor seguridad a las maniobras de arribo y salida de los buques era una tarea de supervivencia para la incipiente aldea fueguina.
La Armada concluyó que el mejor lugar para el faro era un grupo de islotes bautizados con el nombre de Les Eclaireurs (los exploradores) por el capitán francés Louis Ferdinand Martial, quien había estado al mando de una expedición por la zona llamada La Romanche en los años 1882 y 1883.
De acuerdo al criterio de los marinos argentinos, el sitio exacto para construir la torre era uno de los peñones “ubicado al noreste de los islotes” y allí empezó a levantarse la estructura, el 19 de diciembre de 1918.
El faro de forma “ligeramente troncocónica” y pintado en tres franjas -roja, blanca y roja- quedó ubicado a 22,5 metros sobre el nivel del mar y con capacidad para emitir luz “de color blanco y rojo a intervalos de cinco segundos”, con un “alcance óptico de 7,2 millas náuticas”.
Actualmente funciona de manera automática y alimentado por paneles solares, precisaron las fuentes consultadas.
Transformado con el tiempo en una postal clásica de Ushuaia y visitado por miles de turistas gracias a una excursión marítima, él Les Eclaireurs se ganó un lugar propio en la toponimia austral, aunque la confusión con el llamado “Faro del Fin del Mundo”, ubicado en Islas de los Estados, sigue produciéndose aún hoy.
En realidad el “Faro de San Juan de Salvamento”, el más antiguo del país, es el que inspiró al escritor francés Julio Verne a escribir la novela “El Faro del Fin del Mundo” publicada en 1905 y que le dio el apodo definitivo a aquella torre lumínica.
El de la Isla de los Estados es un faro completamente diferente al Les Eclaireurs, ya que se trata de una casa de madera de lenga (roble blanco) de 16 lados y de apenas cinco metros de alto (algo más de seis metros incluyendo la bola de metal de su parte superior) con nueve metros de diámetro.
Su construcción data de 1884, cuando la División Expedicionaria al Atlántico Sur, al mando del comodoro Augusto Lasserre, estableció en la isla de los Estados una subprefectura marítima, un penal y una estación de salvamento para auxilio de los numerosos naufragios que se producían en las inmediaciones del cabo de Hornos.
El verdadero Faro del Fin del Mundo estuvo abandonado y en ruinas durante casi un siglo, hasta su reconstrucción en 1998 por un grupo de expedicionarios franceses admiradores de Verne, mientras que una réplica exacta puede visitarse en Ushuaia, dentro del Museo Marítimo donde también funciona el Museo del ex Penal de la ciudad.
Por su parte, el faro Les Eclaireurs “es una de las atracciones turísticas más visitadas por los viajeros que arriban a Tierra del Fuego y navegan el Canal Beagle”, sostuvo Dante Querciali, presidente del Infuetur, en diálogo con Télam.
El funcionario admitió que la asociación de esta torre con el famoso faro de la novela de Verne “es incorrecta pero muy frecuente”, y consideró que más allá de la confusión, Les Eclaireurs “se ha ganado una reputación propia, convirtiéndose en un ícono muy querido dentro del destino” Ushuaia.
“Ha funcionado siempre desafiando todo tipo de tempestades y ya es parte de la historia fueguina”, completó Querciali.
Otro episodio ligado al faro es el naufragio del Monte Cervantes, un buque mixto de carga y pasajeros que se hundió el 22 de enero de 1930, poco después de salir de Ushuaia.
El llamado “Titanic argentino”, con unos 1.500 pasajeros a bordo, chocó contra un bajo fondo, lo que originó una abertura e inundó rápidamente las bodegas y los camarotes más bajos.
El capitán Teodoro Dreyer, único desaparecido tras el incidente, reaccionó a tiempo y antes de quedarse sin motores encalló el buque contra los islotes Les Eclaireurs, una maniobra que permitió a la tripulación bajar los botes salvavidas y salvar a todos los pasajeros.
“Muchos turistas me preguntan si después del hundimiento del Monte Cervantes se instaló el faro Les Eclaireurs como una medida de prevención para evitar otros naufragios. Pero no, el faro estaba en funcionamiento desde hacía diez años”, recordó a Télam Carlos Vairo, director general del Museo Marítimo y del Museo del Presidio de Ushuaia.
Según las crónicas de la época, o el capitán o el piloto Rodolfo Hepe tomaron la decisión equivocada de no llegar hasta el faro para salir de la bahía de Ushuaia, y en su lugar fueron por el paso del mismo nombre. “A veces los atajos llevan a este tipo de desastres”, señaló Vairo.
Una particularidad de aquel episodio es que cuando intentaron rescatar los restos del Monte Cervantes, en 1954, uno de los remolcadores se averió y quedó varado sobre la costa de Ushuaia.
Esa embarcación es el famoso Saint Christopher, que desde entonces permanece en el mismo sitio y con el tiempo se transformó en otra postal de la ciudad donde miles de turistas acuden a diario para fotografiarse.
El faro Les Eclaireurs también fue introduciéndose en la toponimia de la capital fueguina, al punto de que existen hosterías, comercios y hasta una sala de escape que llevan su nombre.
La sala es un entretenimiento que funciona en el Paseo del Fuego, un shopping de Ushuaia, en el que de dos a cinco jugadores disponen de 60 minutos para resolver pistas y salir de un encierro virtual en las instalaciones de la icónica torre del Beagle.
De esta forma, el faro aparece asociado a distintos aspectos de la vida cotidiana fueguina, manteniendo más vigente que nunca su condición de ícono histórico del lugar mientras su luz sigue oficiando como guardián de los navegantes en el ingreso a las tierras del Fin del Mundo.
(*)Télam