“La adicción es una enfermedad. Es complejo porque muchas veces terminamos siendo cómplices; sin querer serlo somos coadictos”, afirma Lorena, una de las integrantes del grupo Nar Anon que la semana pasada cumplió diecisiete años en Rosario y convoca a familiares y amigos de adictos por compartir su experiencia con el fin de hallar solución a los problemas que tienen en común. El flagelo del consumo de drogas, con una escalada notable en los últimos años, lleva a que más gente consulte o se sume a los grupos, que también se multiplicaron en localidades vecinas.
“La familia sufre porque todos sus miembros son afectados emocionalmente y a veces físicamente. Nuestro objetivo primordial es ayudar a los familiares de los adictos con comprensión apropiada”, explica Lorena, cuya pareja pelea cada día para no caer en el consumo. Nar Anon es gratuito, anónimo, no religioso y libre para familiares o amigos que tienen a un adicto en su entorno.
En el caso de Lorena, “es complejo porque muchas veces terminamos siendo cómplices sin querer serlo. Aprendemos a fortalecernos, a poner límites, primero con uno y luego con los demás. Hay gente que llega a una reunión y cree que ya es suficiente, que ya va a saber cómo manejarse con el familiar o el amigo, y lleva bastante tiempo manejarlo. Éste es un grupo donde compartimos experiencia para adquirir fortalezas, Acá viene gente de todas las edades, de distintas clases sociales, afectada por la adicción de un ser querido”, relata.
Los grupos no cuentan con el apoyo de profesionales de la salud con ni contención psicológica: “Esto no es una clínica, ni hay diagnóstico; simplemente nos reunimos para compartir lo que al familiar le está sucediendo respecto de la adicción de alguien cercano”, cuenta Lorena.
La mujer describe qué ocurre en una primera visita al grupo, cuáles son los temas en común que se plantean: “Uno llega negado, destrozado. No concebía a la adicción como una enfermedad al no entender de qué se trataba; quedaba encerrada en el mismo círculo. Lo más recurrente, con el afán de que el otro se «cure» termina facilitando o creando crisis. Cada vez llegan más adolescentes, siempre decimos que si ven algo raro que acudan, que vengan al grupo a interiorizarse de qué se trata”.
Nar Anon surgió en Estados Unidos en los años 60 y hace diecisiete que funciona en Rosario como un desprendimiento de Narcóticos Anónimos donde sí participan adictos.
“Es una hermandad, y cuando se suma un nuevo integrante, éste llega enojado porque cree que su pareja o familiar se lo hace a propósito. El programa da herramientas para que uno pueda vivir mejor. Poder hablar con gente que te entiende y no te juzga. Cuando uno habla con gente amiga, que no pasa por nuestra situación, te dice «dejalo», y no es fácil. En mi caso, a mi pareja llegué a tenerle odio y ahora le tengo compasión. Trato de ayudarlo desde mi lugar, con límites. Si primero puedo controlarme podré ayudar al adicto. Para el familiar también existe el «sólo por hoy»”, concluye Lorena.