Portal MATE / Opinión
En los últimos dos meses del gobierno del Frente de Todos y a pesar de los incentivos instrumentados desde el Ministerio de Economía, se produjo una fuerte retracción en la liquidación de divisas por parte de los exportadores. Entre octubre y noviembre de 2023 se exportaron bienes por U$S10.257 millones, pero sólo ingresaron al mercado de cambio U$S7.189 millones. Es decir que en ese bimestre se produjo un retraso de U$S3.068 millones en la liquidación de divisas provenientes de las ventas externas.
La megadevaluación instrumentada por el gobierno de la alianza Milei-Macri hizo que el tipo de cambio real saltara a máximos históricos, superando incluso los niveles alcanzados durante el gobierno de Macri en su peor momento, cuando se había quebrado el esquema de fuga privada sostenida en el endeudamiento público con el sector financiero internacional.
El tipo de cambio definido por el nuevo gobierno se encuentra un 60% por encima del valor que tenía el dólar MEP en los meses previos al inicio del proceso electoral (junio y julio). La inflación acumulada desde el mes de agosto hasta diciembre se encuentra entre un 86% (si la inflación de diciembre fuera del 20%) y un 94% (si la inflación de diciembre fuera del 25%). Aplicando esos porcentajes para actualizar el valor “preelectoral” del dólar MEP, llegaríamos a una cotización entre $930 y $970 por dólar. Estos valores están en línea con la cotización promedio del dólar MEP en lo que va del nuevo gobierno ($974).
Por otro lado, el nuevo tipo de cambio se encuentra un 200% por encima del valor promedio que tuvo en el mes previo al inicio del proceso electoral. Es decir que la devaluación acumulada en el dólar oficial duplicó el incremento de los precios y también duplicó el incremento en la cotización del dólar MEP.
Estas últimas son las razones que explican que la “brecha” sea relativamente baja en este momento. Fue el dólar oficial el que “saltó la brecha”.
Algo que caracteriza al proceso inflacionario que padece nuestro país en los últimos años es su fuerte vinculación con el tipo de cambio. La devaluación del peso encarece el precio interno “en pesos” de los bienes exportables y de las importaciones. Esta situación hace prever que este nuevo tipo de cambio real tan alto no tardará mucho en comenzar a caer por la aceleración inflacionaria que impulsó, sobre todo en un contexto político de liberalización extrema de la economía local.
La combinación de un tipo de cambio tan alto pero que amenaza caer en términos reales y una brecha tan baja es la razón por la cual están ingresando ahora las divisas de exportaciones que se realizaron en los meses de octubre y noviembre pero que no se liquidaron en ese momento especulando con la promesa devaluatoria del candidato que, primero en las PASO y luego en las generales, quedó investido como el candidato de la oposición.
Desde la devaluación, el BCRA transita una racha “compradora”, con un acumulado de algo más de U$S2.000 millones, un valor algo menor al atraso en las liquidaciones de octubre y noviembre (U$S3.000 millones). No hay ninguna novedad ni ningún milagro en esto, es lo mismo que ocurrió en el inicio del gobierno de Macri cuando se liquidaron exportaciones que se habían realizado sobre el final del segundo gobierno de CFK.
Es también lo opuesto a lo que ocurrió en el inicio del gobierno del Frente de Todos, cuando los exportadores ya habían adelantado la liquidación antes de que se fuera Macri, a cuenta de exportaciones que tendrían lugar en los primeros meses del gobierno de Alberto Fernández. La conducta es sencilla, se atrasa la liquidación cuando está por asumir un gobierno de derecha y se adelanta cuando se está por ir.
Síntesis y despedida (sin helicóptero)
El sector externo fue uno de los problemas más complejos que el gobierno del Frente de Todos no pudo resolver. Desde el momento de asumir y como consecuencia del brutal endeudamiento externo (público y privado) del gobierno de Cambiemos, los vencimientos de capital y los pagos de intereses significaron una sangría permanente a lo largo de los 4 años. A esos pagos se sumó la fuga permanente por parte del sector privado, que por diferentes mecanismos logró dolarizar parte de los excedentes.
Estos elementos nos permiten explicar que durante los dos primeros años del gobierno del FDT no se haya podido acumular reservas a pesar de un intercambio comercial con superávit acumulado de casi U$S30 mil millones.
En ese contexto tuvo lugar el acuerdo con el FMI que implicó, entre otras cosas, la adopción de un ritmo devaluatorio nominal equivalente al nivel inflacionario.
En 2022 el superávit comercial cayó de U$S14.600 millones (2021) a U$S7.000, en gran medida por las importaciones energéticas. Paralelamente, el déficit en los pagos de la balanza de servicios pasó de U$S480 millones (2021) a U$S5.150, impulsado principalmente por los viajes al exterior.
La inflación internacional desatada por la guerra se amplificó internamente por la nueva política cambiaria y por la incapacidad del gobierno para desacoplar precios internos con mayores retenciones. Esto generó una retroalimentación entre estas variables que debilitó aún más la moneda nacional.
Finalmente, en 2023 y con una de las peores sequías de la historia, el intercambio comercial se hizo fuertemente deficitario, con una salida neta de U$S7.890 millones en los primeros 11 meses del año. En ese mismo período, los pagos por servicios implicaron una salida neta de U$S4.640 millones.
Esta mayor inestabilidad del frente externo y la firme decisión política del gobierno de sostener el nivel de actividad y empleo, tuvieron como consecuencia inevitable un nuevo salto en el ritmo inflacionario en relación con el de 2022.
Sobre la segunda mitad del año, sobrevinieron las presiones del FMI y de la oposición política para lograr una desestabilización total de la economía argentina, con el objetivo de sacar de la cancha electoral al oficialismo lo antes posible y lograr que el gobierno se retirara en un contexto de hiperinflación, lo que finalmente serviría para justificar cualquier tipo de medida económica para un gobierno opositor entrante.
Hubo corridas cambiarias sobre los mercados paralelos de divisas, se intentó desatar una corrida bancaria contra los depósitos. El FMI puso al gobierno entre la espada y el default: frenó los desembolsos pactados para la previa de las elecciones y luego obligó a una devaluación de la moneda para finalmente realizarlos.
Los malabares del ministro-candidato por el oficialismo, Sergio Massa, no fueron suficientes para ganar en la segunda vuelta, pero sí alcanzaron para que la presidencia de Alberto Fernández llegara a su último mes con una economía a la que no lograron hacer estallar.
Ese es el gran mérito de Unión por la Patria en estas elecciones, haber impedido que esta presidencia tuviera ese -único- factor común con la presidencia de Raúl Alfonsín: el triste final. El nuevo gobierno va a tener que montar su política de ajuste brutal sobre un fantasma: el fantasma de una hiperinflación que no ocurrió.