“Un fantasma recorre la ciudad y la provincia. Es el fantasma de Miguel Lifschitz”. El dirigente peronista que dice con ironía la frase no resiste la propia risa al escucharse. “Es que tantos años de militancia en el viejo PC los tengo que aprovechar en algo, ¿no?”, agrega. Con una encuesta en sus manos de 500 casos positivos en toda Santa Fe, realizada hace una semana en varios centros urbanos distribuidos de norte a sur, el hombre que ya ha pasado los 75 años, pero luce de un poco más de 60, muestra que el dirigente con mejor impronta por estos lados es el ex intendente de Rosario y actual senador departamental. “Si el año que viene Miguel se presentara como candidato a diputado nacional sacaría más votos que el propio Binner”, sostiene la misma fuente mostrando los números del sondeo. Más que Miguel del Sel, en un empate técnico a su favor con María Eugenia Bielsa y muy por arriba de Agustín Rossi o Mario Barletta.
Lifschitz tiene ya decidido –y lo confesó públicamente– que quiere ser gobernador de Santa Fe. No piensa disputarle ese lugar del Congreso Nacional al ex candidato a presidente del FAP, aunque no va a ocultar cierta alegría por su popularidad que moleste o inquiete a Binner. Con él tiene poco diálogo. Casi no se han visto después de los comicios de octubre y no se hablan por teléfono. Nadie podrá, sin embargo, facturarle que no fue un hombre disciplinado del partido y que se cargó la campaña pasada para permitir que Mónica Fein fuera su sucesora y que en Rosario se traccionara a favor de Bonfatti. “Y eso que a Miguel todavía la pica la posibilidad de haber sido el que encabezara la fórmula del Frente junto con Mario Barletta. Binner, con Miguel, fue ingrato y tozudo al grado de la intransigencia a favor de Antonio, sin admitir la menor chance por quien había sido intendente dos veces en la ciudad y con mucho éxito. Y eso, duele”, explican con algo de rencor desde las oficinas de Lifschitz. El cuadro partidario se completa con el sector de Rubén Giustiniani, con quien los contactos tampoco son relevantes. “Ese sector, para adentro, quedó desintegrado. Es una expresión política con escasa fuerza ahora”, confiesa la misma fuente cercana al senador provincial.
El armado de la campaña para ser gobernador en 2015 ya ha comenzado. Basta verlo al ex lord mayor de Rosario recorriendo ciudades y pueblos de la provincia en donde teje redes de contactos y acumula prioridades y reclamos. Es ya tradicional en Lifschitz la toma personal de datos y su asimilación en un “disco rígido” envidiable que lo distinguió como administrador. “Le gusta la gestión concreta”, dice una de sus colaboradoras. Y completa: “Anota, graba, jerarquiza cada cosa que escucha”. Quizá ese sea uno de los mayores contrastes con el actual accionar de Fein, que queda inmovilizada en el discurso. “A Mónica le tocó un momento de crisis económica. Está como yo en el primer año de mi segundo mandato, fines de 2008 y principios de 2009”, confiesa Lifschitz a los suyos. “Le está siendo duro pero todavía tiene tiempo para encaminar su ciclo, si quiere repetir”, habría dicho en esas mismas charlas.
Un baile de tres
Aunque para todos es demasiado apresurado, los que analizan el devenir político ya pergeñan el escenario de la sucesión de gobernador. La reforma constitucional aparece casi inviable. Sólo un milagro acuerdista y un cambio de clima podrían propiciarla. En cualquier caso, nadie imagina que Bonfatti se autoabra la puerta a la reelección. Él mismo dejó ya entrever que la reelección debería ser desde el próximo titular de la Casa Gris en adelante. Semejante actitud sería la única que le evitaría protagonizar un papelón.
Planteadas las cosas así, los “lifschiztas” (el término es endemoniado) creen que la disputa va a volver a ser entre tres. Del Sel, alguien del Frente para la Victoria y el candidato del Frente Progresista. “Al ex Midachi lo van a seguir acompañando el reutemismo residual, el duhaldismo y el peronismo de derecha”, grafica la misma asesora. “El mayor problema lo van a tener a la hora de ver cómo el propio candidato arrastra tres años más de vida política sin asumir una sola postura técnica precisa”, completa la fuente. En esto habrá que dar la razón. Sigue siendo inadmisible que Del Sel, que obtuvo semejante cantidad de votos hace un año, no haya demostrado haberse formado en un par de áreas básicas de la gestión. No habla de servicios públicos, no conoce de líneas económicas y hasta hace ostentación de ignorancia de teoría política. En esto jugará el cansancio de la ciudadanía por las ofertas de siempre y ver si lo ayudan a cosechar votos “anti candidatos tradicionales” como fue en 2011.
Del lado del oficialismo el diagnóstico de este sector del socialismo es que la candidata que tiene los votos no ancla en los dirigentes que tienen el poder partidario: “María Eugenia Bielsa nunca va a ser digerida por el FPV. Y si persisten con Agustín Rossi o quieren generar alternativas como Alejandro Ramos, los resultados deberían serles esquivos”.
Por fin, Lifschitz está convencido de que el Frente Progresista Cívico y Social va a seguir funcionado, en esencia, con el PS y la UCR. “Más por conveniencia que por convicciones. Si no, vuelve el PJ”, dijo el ex intendente en una reciente tenida política con los suyos.
El actual senador departamental no descarta seguir invocando ese manejo de cintura que le granjeó tan buen trato con el kirchnerismo y que lo haga menos refractario al voto que puede apoyar al FPV. Hay que recordar que este ingeniero civil charlaba cotidianamente con Néstor Kirchner cuando era presidente y, gracias a los buenos oficios de ministros como Julio de Vido o Carlos Tomada, se destrabaron gestiones a favor de Rosario. “Con Cristina eso cambió”, dice la asesora del ex intendente. Es que la presidenta está cada vez más encerrada en sí misma y el recuerdo de los telefonazos o los encuentros en Olivos con intendentes, legisladores o dirigentes que cada día su esposo propiciaba es muy lejano. Mucho más en el espíritu dogmático de gestión de ella que en el tiempo mismo.