Por #SomosTélam
Sabrina Cartabia, la abogada argentina, feminista y antirrepresiva reconocida en la última edición de la revista Time como una “líder de la próxima generación”, advirtió que existe una creciente criminalización de mujeres y personas trans vinculadas a temas de narcotráfico y opinó que el feminismo tiene que “meterse de lleno” en esa discusión.
A menos de una semana de haber sido seleccionada por la influyente revista norteamericana para su versión internacional, en una nómina que también incluyó al futbolista francés Kylian Mbappé, Cartabia dialogó con #SomosTélam en su departamento del barrio porteño de Almagro y consideró que su elección como personaje “fue por azar”.
“Creo que me eligieron porque hice vocería para NiUnaMenos a nivel internacional y mi nombre quedó flotando en algunos medios internacionales. Entonces mi perfil era un excusa para hablar de algo más macro, que es la potencia que está teniendo el movimiento de mujeres en Argentina, mirado por todo el mundo”, afirmó esta porteña de 33 años, que se recibió de abogada en la Universidad de Buenos Aires con diploma de honor.
Capaz de ir con el mismo nivel de precisión de las definiciones del filósofo francés Michel Foucault al caso de Yanina Farías -una joven presa acusada de no haber cuidado de su hija asesinada por el mismo hombre que la violentaba-, Cartabia hizo un recorrido por sus ideas y su militancia feminista.
—#SomosTélam: Además de feminista, te definís como una abogada antirrepresiva, ¿cómo se da ese cruce entre feminismo y represión?
—Sabrina Cartabia: La represión en las mujeres opera en distintas esferas. Con la violencia policial, por ejemplo, si bien su objetivo directo es el varón joven, en el núcleo de pertenencia de esas víctimas de gatillo fácil hay madres, hermanas, novias, hijas, que se ven afectadas colateralmente. La institución médica hegemónica nos violenta, no podemos olvidarnos de la terrible violencia institucional que sufrió Belén en la provincia de Tucumán cuando fue por una emergencia obstétrica a un hospital pidiendo auxilio y se encontró con médicos que no sólo no la contuvieron, sino que además la denunciaron a la policía, lo que derivó en una causa penal que la tuvo presa dos años. Somos violentadas cuando tenemos que levantarnos a las 4 de la mañana para conseguir un turno en el hospital, no sólo para nosotras, sino para nuestros pibes, porque todo lo que es cuidado queda a cargo de la mujer. El sistema judicial nos violenta al juzgar nuestras maternidades sin ver los contextos. Nosotras con la Red de Mujeres y otros grupos hemos tenido casos de lo que la Justicia considera “malas madres”, mujeres imputadas por el delito de omisión porque sus parejas o ex parejas violentas habían matado a sus hijas e hijos, como el caso de Celina Benítez y Yanina González, a quien logramos liberar. Ahora tenemos presa por esta misma causa a Yanina Farías y a otras mujeres. O el caso de Higui, que estuvo presa por haberse defendido de una violación grupal y aún luchamos por su absolución. Pero también hay un avance de las fuerzas represivas sobre las mujeres vinculadas al narcotráfico.
—#ST: ¿Cómo es ese avance?
—SC: La feminización de la criminalización en cuanto al narcotráfico no es solamente un fenómeno de la Argentina, sino de toda la región. La orientación política represiva se centra en las mujeres y las cárceles se llenan de jefas de hogar, migrantas y personas trans. Ahí ves cómo el sistema se focaliza en los sectores más vulnerables porque ya no es que estén desbaratando ninguna banda narco grande. Lo vimos hace unos días, con la noticia de la mujer que estaba detenida por haber traído dos kilos de cocaína a cambio de 500 dólares que iba a usar para pagar el tratamiento de leucemia de su hijo. Nosotras somos quienes sufrimos tanto el avance de los grupos narcos como de “la lucha contra el narcotráfico” y esta represión impacta, además, sobre la vida de niñas, niños y adolescentes que quedan abandonados, en situación de calle, desprotegidos o institucionalizados por delitos que tienen que ver con el menudeo. En ese contexto, desde el feminismo tenemos mucho que aportar sobre las violencias, cómo se generan, cuáles son sus objetivos y cómo podemos hacer para superarlas pensando formas comunitarias de resolución del conflicto que no pasen por el castigo. El feminismo se tiene que meter de lleno en la discusión de narcotráfico porque es lo que está desestabilizando la región y está provocando un enorme sufrimiento y dolor a las poblaciones.
—#ST: ¿De qué modo trazás el vínculo entre patriarcado y capitalismo?
—SC: El capitalismo se asienta sobre la invisibilización de nuestro trabajo. No podría subsistir si no fuera porque nosotras trabajamos gratis para sostenerlo. Y eso creo que es lo que quisimos mostrar cuando hicimos el 8M (Paro Internacional de Mujeres). Si nuestras vidas no importan, si nuestro trabajo no importa, entonces produzcan sin nosotras. El capitalismo busca eludir nuestro poder productivo y reproductivo, si nosotras no estuviéramos haciendo nuestro trabajo en las casas, tareas de cuidado o las denominadas domésticas, sin remuneración, no podrían seguir adelante con la explotación que realizan. Esa explotación es cada vez más insoportable: vivimos peor, perdemos derechos, comemos peor, nos enfermamos más, nos niegan los derechos a los recursos y contaminamos más el planeta. Estas son discusiones que el feminismo encara y que el capitalismo elude.
—#ST: ¿Considerás que el feminismo es el movimiento político más potente de los últimos tiempos?
—SC: Yo creo que sí porque estamos incorporando la perspectiva, la experiencia y las necesidades de más del 50% de la población, que habían sido eludidas en las discusiones y en la elaboración de políticas. Entonces, al colocar eso sobre la mesa, el resultado será, sin duda, poner todo patas para arriba. Nosotras venimos a romper con todas las hegemonías, estamos levantando la cabeza después de un montón de años, en los que las cosas se pensaban y construían de otra manera. Hoy venimos a decir: No, este paradigma hay que cambiarlo.
—#ST: ¿Cómo creés que será la reacción?
—SC: Violenta, sin duda. Donde comenzamos a crecer nosotras en poder, donde las formas sutiles de violencia que nos mantenían sumisas ya no funcionan, más violenta se va a poner la reacción. Eso lo dice la filósofa feminista Judith Butler: “Cuando el status quo comienza a perder su hegemonía se pone violento”. Y si no, mirá Brasil o Estados Unidos.
—#ST: ¿Y Argentina?
—SC: Creo que todavía la violencia reactiva es suave y me parece que eso tiene que ver con que Argentina ha vivido el proceso de Memoria, Verdad y Justicia que no transitó ningún otro país de Latinoamérica. Pensá el NiUnaMenos: dijimos tenemos un femicidio cada 30 horas y la gente salió a la calle. En cambio, en Colombia o Guatemala hay cinco femicidios por día y en México ni saben cuántos hay porque no están contabilizados. Esto habla de una naturalización de las violencias que nosotros no tenemos y es porque pudimos ver de frente el horror en la última dictadura cívico militar y conocer ese proceso terrible en los juicios, en las películas y en toda la producción cultural que acompañó la militancia de Memoria, Verdad y Justicia.