Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano
Cuando en 1983 se regresaba a la democracia en nuestro país y se dejaba atrás al oscuro período de muerte infringida por la última dictadura con su coro de moralistas, la sociedad argentina se abría a temas que habían sido vedados hasta entonces.
En la historia reciente se analizó bastante sobre la política y la economía del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) y, sin embargo, no se abordaron algunos aspectos de cierta libertad que experimentaron argentinos y argentinas durante esos años.
La historiadora rosarina Natalia Milanesio estudió esa forma de liberación sexual que se vivió en ese tiempo en su libro El destape. La cultura sexual en Argentina después de la dictadura. Según sus palabras “el destape fue el fenómeno sociocultural más importante y explosivo que marcó el regreso de la democracia, una avalancha de imágenes y narrativas sexuales explícitas que apenas unos años atrás la dictadura militar habría considerado vulgares, inmorales, indecorosas y peligrosas”.
La autora explicó qué significó ese fenómeno social, por qué no se había producido antes, qué avances permitió y cuáles fueron sus límites.
La sexualización de la sociedad y la cultura argentinas a partir de 1983
Sobre si el destape fue un desahogo social, Milanesio explicó: “Sí, porque la última dictadura militar censuró y silenció la sexualidad a distintos niveles. No existía una discusión abierta y honesta sobre el sexo, el cuerpo ni el placer en los 70. Los desnudos en el cine y en la gráfica estaban prohibidos, las sexualidades disidentes eran reprimidas, el erotismo femenino era ignorado. El destape, en cambio, fue la sexualización de la sociedad y la cultura argentinas a partir de 1983 a causa del regreso de la democracia. La apertura y liberalización profundas de la sexualidad ocurrieron como una reacción en contra del silencio, el pacaterismo y la censura anteriores, aunque sectores conservadores y la Iglesia católica los criticaron duramente. La nueva libertad de creación y expresión –poder escribir, filmar, debatir sobre sexualidad– fue una manera de experimentar y disfrutar la vida en democracia de manera concreta y cotidiana. Y también lo fue desde el punto de vista de las audiencias, es decir, poder consumir productos culturales con contenido sexual libremente”.
Los 80: momento de avance de los reclamos por los derechos sexuales y reproductivos
Acerca de las diferencias entre la sociedad argentina y la inglesa, que ya en los 60 vivió una liberación sexual, la historiadora apuntó: “En los 60 y los 70, los contextos autoritarios y represivos en Argentina no permitieron una “verdadera” revolución sexual de la envergadura de las que ocurrieron en otras partes del mundo. Existió una liberalización sexual, por ejemplo con la mayor aceptación social de las relaciones prematrimoniales, sobre todo, en el contexto del noviazgo. Sin embargo, temas como la experimentación sexual, el placer, el orgasmo, la sexualidad femenina y el sexo en el embarazo continuaron siendo tabú. Por eso el destape de los 80 es tan interesante: porque hay un debate sobre sexualidad más abierta y más honesta que en cualquier otro momento del pasado reciente. No sólo en discusiones en los medios sino también en ámbitos privados. Y con el boom de la sexología clínica y las campañas para la introducción de la educación sexual en las escuelas, la sexualidad se planteó como tema de consulta clínica y de formación de los sujetos”.
¿Es posible pensar que el destape haya permitido una base sobre la que avanzaron los reclamos de las minorías sexuales o de género que tuvieron atención un par de décadas después?
“El destape fue un fenómeno mediático y cultural que visibilizó la sexualidad en el ámbito público. Pero también hubo “otros destapes” más allá del cine, las revistas y la televisión: el de las feministas, de las minorías sexuales, de los sexólogos y de los expertos en salud reproductiva y educación sexual que visibilizaron un debate sobre sexualidad en relación a la identidad, el bienestar y la salud. En este sentido, los 80 representan un momento de avance de los reclamos por los derechos sexuales y reproductivos de gran transcendencia. Esos sectores sostenían que para vivir en una democracia real se necesitaba el fin de la discriminación sexual, el acceso a la anticoncepción y al aborto, terminar con la violencia sexual y que los niños y adolescentes de todas las clases sociales tuvieran educación sexual en las escuelas. Sólo cuando los derechos sexuales fueran legalmente reconocidos y socialmente respetados para todos los ciudadanos, se podría disfrutar de una democracia efectiva y plena”, señaló la autora.
El gran legado: la movilización, y la discusión pública sobre sexualidad y derechos
Sobre cuáles fueron los límites del destape (en cuanto a avances sobre libertades sexuales), Milanesio manifestó: “En lo mediático, el destape no fue ideológicamente homogéneo sino que combinó de forma contradictoria mensajes liberales y progresistas con otros anacrónicos y reaccionarios. Por ejemplo, además de la objetificación sexual de la mujer hubo una discusión honesta de las mujeres por las mujeres en torno al orgasmo femenino y de la mujer como sujeto sexual. En el ámbito de la política y las instituciones, los límites tuvieron que ver con la poca repercusión de las demandas por derechos sexuales como objeto de regulación estatal y de las leyes. Por ejemplo, no hubo ley de educación sexual en el periodo ni financiamiento nacional para clínicas de salud reproductiva en los hospitales públicos. Igualmente, la ley antidiscriminación aprobada, que incluyó aspectos como religión, raza, nacionalidad e ideología, omitió la orientación sexual. El gran legado, sin embargo, fue la movilización, la politización y la discusión pública sobre sexualidad y derechos a pesar del silencio y la inacción del estado”.