Ana Clara Pérez Cotten, Télam
Con un planteo que se distancia del verosímil para generar personajes caricaturescos o con vaivenes complejos que permiten explorar el poder de las narrativas a la luz del poder del dinero, series como Succession y The White Lotus o la novela multipremiada del argentino Hernán Diaz, Fortuna apuntan a recrear las costumbres y la vida privada de las clases altas para habilitar, desde la ficción, una ventana voyerista a la riqueza.
El boom alrededor de Succession, la serie de HBO que cuenta cómo el patriarca Logan Roy, una suerte de avatar de Rupert Murdoch, transmitió su legado a sus tres hijos -el ambicioso Kendall, el frío Roman y la maquiavélica Shiv- contó en sus cuatro temporadas con asesores para garantizar que los personajes se movieran igual que lo haría alguien con un patrimonio de 18 mil millones de dólares.
La serie trasciende la mera sátira de millonarios para explorar, con cierta curiosidad, la existencia de seres completamente ajenos a la realidad. En los primeros compases de la cuarta temporada, Logan (a menudo el más razonable en términos de “pies en la tierra” aunque impiadoso con sus propios) se cuestiona sobre la naturaleza de las personas para poder entender su propio negocio vinculado a los medios y la comunicación online. Se debate entre números, datos y cifras sin lograr encontrar una respuesta, mientras un empleado raso lo observa atónito. A este empleado Logan lo llama “amigo”, acaso porque es una de las pocas personas que no busca aprovecharse de sus millones.
Entre viajes urgentes por Nueva York en helicóptero, aviones privados, guardarropas de lujo, casas en lugares costosos en distintas partes del mundo, los personajes de la serie se mueven con aire casual por una riqueza inusual, como si fuera un mero telón de fondo. ¿Es una reproducción verosímil de ese 1% que representa a los más ricos del planeta? A Mariana Heredia, que es doctora Sociología por la École des Hautes Études de París y que desde hace dos décadas trabaja sobre el tema de las élites argentinas, la serie no la cautivó y la abandonó después de algunos capítulos. “Me resultó caricaturesca porque apuesta a personajes muy sórdidos y desagradables, totalizadores”, aseguró la investigadora a Télam y apuntó que, más que a una clase, retrata al sector específico que dirige grandes corporaciones en un mundo globalizado.
“Hay muchos ricos que se han desprendido de los negocios productivos porque no les interesa organizar su vida alrededor de eso”, advirtió Heredia, quien es autora de ¿El 99% contra el 1%? Por qué la obsesión por los ricos no sirve para combatir la desigualdad (Siglo XXI), un libro repleto de escenas y testimonios sobre las clases altas del país. La autora rescata un punto interesante de la serie: la forma en la que retrata la transferencia de carisma en los negocios familiares, un punto que puede leerse fuera de la esfera de las grandes corporaciones y trasladarse, por ejemplo, como una pregunta a la política para pensar el legado de Cristina Fernández de Kirchner o Mauricio Macri. “La lógica de las sucesiones de poder no implican solo negocios”, sostuvo.
Al momento de analizar la falta de grises de los personajes de la serie, recupera el trabajo de la socióloga norteamericana Rachel Sherman, quien en su libro Unesy Street mantuvo entrevistas con 50 de las familias más ricas de Nueva York para retratar la preocupación de los millonarios de la gran ciudad por “ser razonables” e incluso la ansiedad que sienten muchas veces por no poder criar a sus hijos en contextos más plurales.
Para Heredia, el “problema del borde” en los personajes de Succession -sin límites, caprichosos, sin preguntas sobre sí mismos- también es sintomático de algo más amplio: “Cuando pensamos en personajes como Milei o Bolsonaro nos horrorizan y pasamos días haciendo diatribas. Pero la pregunta que debería armarse es otra: ¿Quién limita a estos personajes? ¿No hay ahí un rol vacante?”.
¿El mundo que construye Succession nos propone escapar de nuestra realidad? La doctora en comunicación, Celeste Wagner, profesora del College de periodismo y comunicaciones de la Universidad de la Florida, advierte que hablamos de un consumo “escapista” cuando las audiencias quieren distanciarse de su realidad material más directa, ya sea el estrés de su trabajo, su rutina diaria, o simplemente lo conocido”. “En general a muchas personas les atrae poder sumergirse en un mundo diferente aunque sea por unas horas. En mi propio trabajo de investigación, las razones que la gente da para explicar esto tienen que ver con poder alejarse de las preocupaciones diarias o de las angustias de la vida de más largo plazo como la enfermedad o el duelo. Estadísticamente hablando, casi nadie puede sentir similar su vida a la de las y los protagonistas de Succession. En ese sentido, quienes miran la serie en general están escapando de cualquiera sea su propia realidad”, explicó.
Considerar que el universo de los ricos y poderosos en general ha estado sobre-representado en la televisión, sobre todo en la televisión de Estados Unidos. “Cada vez hay menos series sobre la vida de la clase trabajadora y, si las hay, suelen estar invadidas de mensajes del american dream, superación o romantización del sufrimiento”, dijo y explicó que consumir entretenimiento para entristecerse o para llorar es algo que muchas personas encuentran placentero, en general esas son decisiones de regulación emocional que la gente toma conscientemente.
“En entrevistas de investigación, las personas te dicen muy claramente cómo eligen contenido según el estado emocional que quieren vivir y el que quieren evitar. En ese sentido, muchas personas no encuentran entretenido consumir televisión que indague mucho en las dificultades económicas de familias de clase baja o temática que pueden ser más «densas» y si lo hacen, a veces es con humor o idealización. Por eso, espiar la vida de los ricos suele despertar o bien curiosidad, porque es un mundo desconocido para la mayoría, o también algo aspiracional: muchas personas disfrutan de ver la vida que querrían vivir”, explicó.
Sin embargo, cree que con la serie de HBO pasa algo particular y coincide con Heredia en que la alimenta un estereotipo: «No creo que haya mucho de un consumo aspiracional entre sus audiencias, porque la vida que vemos reflejada es una vida sin afectos reales, de codicia irrefrenable y una falta de felicidad en casi todos los personajes. Hay algo placentero de ver la supuesta cima hecha pedazos. Al fin y al cabo, uno termina de ver cada episodio confirmando un estereotipo recurrente en la televisión: que los ricos son moralmente corruptos, infelices y hasta malvados (y por ende los demás no estamos tan mal). De alguna forma, esto refuerza el status quo porque genera una división moral entre los de arriba y los de abajo y por ende ser «bueno» es quedarse abajo».
Otras series como The White Lotus, también de HBO, eligen representar la vida de los más ricos en el lado b, con escenas de vacaciones o relax. “The White Lotus es estética y temáticamente muy distinta a Succession pero también recurre a la representación de la riqueza como algo podrido y sobre todo triste: las familias infelices, los hijos malcriados, los vínculos superficiales, la frivolidad, la soledad y, por supuesto, la muerte y el crimen. En ese sentido, no son realmente muy distintas en cómo representan a la sociedad y cómo pueden hacer sentir a las audiencias”, reflexiono Wagner.
Ganadora del Pulitzer, recomendada por Barack Obama y el New York Times, la novela Fortuna de Hernán Diaz batió récord de ventas con una historia de estructura polifónica que explora el capitalismo y el mundo de las finanzas. Para meterse en ese mundo, el autor adoptó su vocabulario y se documentó históricamente. “Me interesaba que la novela tratara principalmente del capital financiero, que es un capital abstracto, que para citar del libro, es el capital que engendra capital, que engendra capital, que engendra capital. Las genealogías incestuosas de capital. Me interesaba eso más que una fortuna que estuviera arraigada en mercancías, bienes tangibles, servicios porque en el capital financiero se ve una relación inversamente proporcional entre valor financiero y valor social. Es decir, no hay, en general, una construcción de valor social”, contó Diaz a Télam durante su paso por la Feria del Libro para presentar la novela. La apuesta del escritor va un poco más allá de las representaciones que hicieron Succession y The White Lotus porque se anima a “blanquear” que si el dinero es ficción, las dinámicas de las relaciones sociales también lo son, en la medida en que el dinero las determina y las cristaliza en clases, roles, accesos, privilegios y status. Tal vez la adaptación del libro en formato serie con la actriz Kate Winslet pueda mostrar algunos de los matices que todavía faltan para conocer (sin prejuicios) cómo viven los dueños de las grandes fortunas.