María Julieta Colomer/Télam
Sociólogos, antropólogos sociales y antropólogas que hacen etnografía analizaron la «excepcionalidad» del festejo del triunfo de la Selección en el Mundial de Qatar, con millones de personas en todo el país, las cuales mostraron a «una sociedad que se autocelebró» protagonizada por «hinchas de sí mismos» y que saben que «la alegría de ser campeones, le pertenece».
«Como mega evento, como Copa del Mundo preferentemente masculina, el Mundial genera lo que en la antropología llamamos «comunitas», es decir, la posibilidad de resaltar los vínculos más profundamente humanos en sentido de comunión», dijo a Télam Nemesia Hijós, antropóloga, becaria del Conicet y docente ad honorem de la cátedra de Cultura Popular y Masiva de la carrera de Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
«Es un momento de fervor emocional, aunque no podemos dejar de pensarlo por fuera del exceso del mercado capitalista que lo posiciona para captar todas las miradas a través de los medios y las redes sociales, ya que en el momento específico en que ocurre el Mundial, casi no podamos ver otra cosa», agregó.
«Esto tiene que ver con lo que ocurrió a partir de 1990», destacó Pablo Alabarces, escritor y sociólogo, licenciado en letras en la Universidad de Buenos Aires.
«Comenzó un proceso vertiginoso de transformación del fútbol en la mercancía global más exitosa de todos los tiempos. Más exitosa que Hollywood o que Netflix, porque tuvo un enorme y rápido alcance global. El Mundial del 90 fue el primer Mundial global: todo el mundo lo vio al mismo tiempo. A partir de ahí el crecimiento fue vertiginoso, a tal punto que cada cuatro años la cifra de telespectadores se fue multiplicando», precisó el sociólogo.
Al respecto, el Mundial Qatar 2022 tuvo récord de audiencia televisiva en la final Argentina-Francia, el pasado 18 de diciembre.
La transmisión de la TV Pública aumentó el rating en un promedio de 38,4 puntos, con un pico de 40,9 puntos, según registró Ibope.
«Lo que pasó después con los festejos fue excepcional, algo que no ocurrió nunca», enfatizó Alabarces.
«Una multitud que volvió a festejarse a sí misma. Que volvió a cantar, gritar, bailar, que recuperó la alegría. Eso fue lo conmovedor», reflexionó.
¿Qué diferencias y similitudes hay entre el Mundial de 1978, el de 1986 y este último, en cuanto al festejo por parte de las y los argentinos?, preguntó Télam.
«El primer punto a considerar es la idea de alegría popular», sostuvo el doctor en antropología por la UBA y docente en la Universidad Nacional de San Martín, José Garriga Zucal.
«Esta idea, que es difícil de explicar sociológicamente, aparece porque hay un efecto central de construir que el triunfo del Mundial, da alegría. Se trata de una construcción social e histórica que estableció a partir de 1920 que cuando Argentina gana, ganamos todos. Entonces en el 78 y en el 86 también se festejó ganar el Mundial «, precisó Garriga Zucal.
«En el 78 la dictadura no convocó al festejo, sino que se produjo de manera muy espontánea cuando Argentina le ganó a Perú. La Junta militar le tenía pánico a la calle, de modo que no organizó ningún festejo», afirmó Alabarces.
«En el 86 también fue espontáneo. Y de igual modo sucedió en el festejo por la tercera copa, donde hubo una espontaneidad auto regulada. Todos sabíamos que teníamos que ir a festejar. Como mandato. Festejamos los octavos, los cuartos, la semifinal, y en la final, todos y todas estábamos esperando el resultado para saber dónde ir. Pero ni el Estado municipal ni el Estado nacional hicieron nada por nosotros, al contrario, lo boicotearon mal», agregó.
Por otra parte, los tres cientistas sociales consultados por Télam coincidieron en que una diferencia obvia fue la contextual.
«En 1986 aconteció el renacer democrático, y eso implicó que teníamos demasiado encima el terror, el crimen, el dolor de la dictadura y de la guerra de Malvinas. De hecho, al año siguiente fue la sublevación de miembros del Ejército en Semana Santa que puso en evidencia el peligro de perder la democracia, con lo cual el contexto fue totalmente distinto al actual», mencionó Alabarces.
En tanto, para Garriga Zucal, «la guerra de Malvinas fue clave en los festejos del mundial 86. La guerra como herida cruza totalmente cualquier idea de grieta política», destacó.
«La mención «De los pibes de Malvinas que jamás olvidaré» en la canción Muchachos muestra que 40 años después ese sentimiento se mantiene vivo».
«El mundo del fútbol hizo muchos homenajes al cumplirse los 40 años de la guerra. Durante el mes de abril de 2022, en cada estadio los ex combatientes salieron con los jugadores y fueron homenajeados. Eso fue muy emotivo».
«Esa relación entre fútbol y los pibes de Malvinas tiene mucha fuerza como sentimiento popular. Y la figura de Maradona es central por el gol a los ingleses», añadió el antropólogo.
La figura de Maradona con respecto a la de Messi es otra de las diferencias entre los distintos mundiales.
Para Alabarces la figura de Maradona «es más excepcional que la de Messi, al ser más compleja, plural y significativa».
Por su parte, Nemesia Hijós, quién se declara fanática del fútbol femenino y de Boca Juniors, interpretó que la figura de Messi «permite trazar una nueva esperanza hacia las generaciones de varones».
«Hay un imaginario circulando acerca de cómo es ese varón futbolista, que entra en disputa con la imagen del pibe de oro de Maradona, en tanto representación de la identidad nacional».
«Tanto Messi como esta generación de futbolistas nos invitan a complejizar esta imagen, y eso genera cierta ilusión en el sentido de que se complejiza el imaginario masculino nacional. Y, más allá del estilo futbolístico, el talento o la condición mítica de endiosamiento que se les traslada, me parece que ellos mismos nos están presentando otra alternativa del ser varón y ser varón futbolista», puntualizó.
«Una nueva figura de culto que estimula el apoyo colectivo y la capacidad de conducir al resto del equipo», insistió.
Según Alabarces, «todo esto tiene que ver con los cambios de la sociedad en relación con el fútbol en los últimos 30 años».
«Creo que esta es una sociedad mucho más futbolera que la de 1986. En varios sentidos, como en la transversalidad social, de género, de edad, de territorio», apuntó.
«Un ejemplo, 36 años atrás nadie hubiera supuesto que un equipo de fútbol de Entre Ríos hubiera llegado a jugar en la primera división. Porque nunca lo había habido y de pronto, en el año 1990, aparece un reordenamiento económico y territorial de lo que significan los capitales en la pampa sojera que llevan a que Atlético Rafaela juegue en primera división».
«Es decir, los cambios en lo económico, social y cultural fueron brutales. Pero, sobre todas las cosas, en la transversalidad de lo social», enfatizó.
«Si en 1986 alguien te decía que un hijo de la burguesía, un «cheto» del Cardenal Newman iba a ser presidente de Boca, era motivo de risa».
«El otro dato crucial sobre la transversalidad es el género. En esos años empezó una incorporación muy voraz de las mujeres en el fútbol como hinchas y después como practicantes», precisó el sociólogo.
A modo de cierre, remarcó Garriga Zucal, «para entender la fuerza que tuvieron los últimos festejos, aparece la idea, instalada ya desde hace unos años, de que el hincha argentino es hincha de sí mismo».
«Las y los argentinos tenemos una auto representación de nosotros como espectadores apasionados, fieles y fervorosos que nos «obliga» a hacer cosas como por ejemplo, esperar durante cinco horas un micro que no va a llegar nunca, como me pasó en los festejos del martes pasado», concluyó entre risas.