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El fin del monopolio del maniquí estandarizado

Las leyes están. Sin embargo, se sigue dilatando la implementación que puede garantizar la accesibilidad a la vestimenta sin padecer el derrotero expulsivo de la búsqueda, de la falta de variedad

Por Romina Sarti*

Era 1995 y con el curso nos íbamos a Bariloche por el viaje de estudio. Ya cerca de la fecha del viaje tuvimos una reunión en la sede de la empresa. Nos querían vender 300 packs extras de excursiones bastante costosas, pero hacían énfasis en aquél para ir a esquiar. Era un delirio de sólo pensarlo, sobre todo cuando la mayoría no conocíamos la nieve. Recuerdo con horrible precisión que el coordinador, por el que moría de amor el 80% del curso, se puso a hablar de los trajes de nieve, en respuesta alguna pregunta de una madre. Sin que yo preguntara nada me miró y me dijo, quédate tranquila que hay talles especiales. La carcajada fue masiva. Tenía 17 años y me sentí avergonzada y furiosa. Avergonzada por ser gorda, furiosa por la burla cómplice de pares. Dudé mucho en ir a ese viaje. Intenté mil vericuetos para evitarlo. Un solo comentario me había condicionado negativamente, al punto de querer evitarme la posibilidad del disfrute. Sólo quería desaparecer. De ahí en más comencé a incorporar el hábito escapista: evitaba encuentros y salidas, y me fui poniendo reticente a socializar. Me fui encerrando cada vez más. Hacía dietas hipocalóricas y mucha actividad física, para luego atorarme compulsivamente con comida. Generé un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) con el que convivo al día de hoy.

Esa época era distinta a la actual. Encontrar ropa era una odisea, literal. No compraba lo que me gustaba, compraba lo que encontraba. Haciendo memoria, podría asegurar que siquiera sabía qué me gustaba. Para mí no había nada (entonces quizás ni existía). Mi ropero se disputaba entre ropa de embarazada y ropa “de señora mayor”. Me fui acostumbrando a “embolsarme” en la tela.

 

Ley de Talles Nacional y repercusiones en la Legislatura Provincial

La vestimenta no es sólo una necesidad, es una forma de expresión de la identidad personal y un derecho reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Sin embargo, como sabemos, por más que un Derecho esté regulado, no implica necesariamente su implementación.

En Argentina la Ley de Talles se aprobó en 2019 y en 2021 se reglamentó. Según reza en el artículo 1 de dicha ley:

El objeto de la presente ley es establecer un “Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria” (SUNITI), correspondiente a medidas corporales estandarizadas, regularizado conforme la reglamentación específica que disponga la autoridad de aplicación, con destino a la fabricación, confección, comercialización o importación de indumentaria destinada a la población a partir de los doce (12) años de edad. (ver)

 

Estudio antropométrico

Esta es una investigación que permite relevar las medidas y proporciones de los ciudadanos, a fin de confeccionar con confiabilidad estadística, distribuciones de frecuencias de talles para cada grupo etario, por género y región, para poder conocer el porcentaje de personas incluidas dentro un rango de talles considerado. (ver)

Que responda a las corporalidades propias de la población argentina y a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), además de un Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria (SUNITI) elaborado en base al estudio antropométrico realizado por la autoridad de aplicación, utilizado por los fabricantes y comercializadores, para indicar a los consumidores, de manera inequívoca, detallada y precisa, las medidas del cuerpo de la persona a la que la prenda está destinada. (ver)

Por último, y a través del decreto 375/2021, el Poder Ejecutivo estableció:

Que la falta de la estandarización en el sistema de identificación de talles de indumentaria es una problemática que tiene repercusión no sólo en los distintos sectores dedicados a la fabricación, confección, comercialización e importación de estos productos sino, fundamentalmente, afecta el interés de las consumidoras y los consumidores. (ver)

Por su parte, en la provincia de Santa Fe, la diputada provincial por el Frente Progresista Lionella Cattalini presentó el proyecto de ley para adherir a la ley nacional de talles. Nos cuenta por qué es importante darle impulso a ésta y afincarla en la provincia.

«La ley de talles es algo importantísimo en la realidad actual que estamos viendo. En primer lugar, porque no hay un cuerpo único y por ende no debería haber ropa única ni talles únicos, eso es una mentira que algunos nos quisieron vender durante mucho tiempo y nos quieren vender; entonces es algo que empieza a generar conciencia sobre los que se dedican a ese mundo, pero también sobre todo para los jóvenes de que no hay que aceptar modelos impuestos y que tenemos que tener acceso a ropa que incluya a todos y todas».

«Y también digo que para fomentar la producción, la producción local, hay muchos emprendedores y emprendedoras que quieren salirse de ese modelo muy arraigado con el pasado, pero necesitan incentivo, incentivo económico y apoyo desde el Estado, me parece que la ley viene también a pretender abordar toda esa temática».

 

Propuestas para la diversidad de gustos y bolsillos

Más allá de las legislaciones, es cierto que las propuestas de vestimenta en todos los talles irrumpen con eufórica expansión. Por ello conversamos con algunas de las tantas emprendedoras que no sólo venden ropa para todas las corporalidades, sino que generan un espacio cuidado, de acompañamiento y asesoramiento hacia la clientela, siempre en sintonía con el estilo de la marca o propuesta. Quisimos recuperar su palabra sobre el significado e impacto que tiene trabajar desde y para la diversidad (de cuerpos, de gustos y de bolsillos).

El denominador común que guía los inicios de cada una de las entrevistadas son las propias experiencias de no encontrar aquello que buscaban. Lejos de “embolsarse” con lo que encontraban, accionaron para transformar desde su lugar, gestando no sólo una fuente de ingresos, sino una contribución muy importante a nivel sociocultural.

Renata arranco hace 8 años. Su dueña, Lucía Simonetta, nos cuenta que hace 5 años trabaja de forma exclusiva con su emprendimiento. Al principio personalizábamos remeras hasta el talle 62, porque no se conseguían con las estampas que una buscaba. Arranque por propia inquietud, y además no encontraba camisas que me cerraran en el busto, tengo 120 y una espalda talle L. No había ni camisas ni camperas: me cansé de tener frío y no conseguir nada. Comenzamos a hacer camisas con moldería propia. Arme un Showroom para que todas las clientas se sientan cómodas y tranquilas. No es un local tradicional, pensamos el espacio como un lugar seguro, cálido y cuidado. Me fue gustando cada vez más, vendemos en Rosario y afuera, en todas las provincias hay Renatitas.

Luli Pareti de El Ropero Off nos cuenta que comenzó en 2012: «En esa época en Rosario había un movimiento muy interesante llamado diseño independiente, lo que hoy conocemos como emprendedores. Era muy complicado dar a conocer las propuestas, ya que los costos de publicidad eran muy elevados. Por eso quería crear un medio virtual para que emprendedores o diseñadores independientes y personas interesadas en sus productos, que se encontraran y en un mismo espacio. El objetivo principal era generar un circuito más off de indumentaria y accesorios. Allí nace El Ropero Off. Luego fue mutando, con las redes sociales y al empezar ese recorrido empecé a ver la falta de diversidad de talles para que todas y todos se pudieran vestir. Empecé una búsqueda un poco más fina, trabajar con marcas que tuvieran esta diversidad, que estuvieran ampliando su curva. Cuando comencé no era ese el objetivo, pero fui viendo esa dificultad en el camino. Tratar de apuntar y buscar soluciones y pensar la moda desde otros lugares, desde lugares más inclusivos. Si bien no está resuelto, hubo cambios bastante importantes».

Marcela Cejas es la dueña de Yo Sin Culpa, local que desde 2012, ofrece diversidad de talles. «Hace 11 años inicié con un local de talle único», nos cuenta, «y comencé a cambiar los talles a partir de la necesidad de contentar a chicas que se acercaban buscando prendas grandes y que no se vieran como de una señora de otra época. Mi trabajo me hace muy feliz y me realiza a través de la satisfacción que experimentan todas las chicas que se acercan al local».

Julieta Kleier, de Mueck nos cuenta que desde pequeña padeció la falta de talles de la industria de la moda: «De chica pensaba que era la única y me daba mucha vergüenza. Más de grande empecé a comentarlo y supe que éramos muchísimas personas en la misma situación. Ahí decidí dejar de padecerme y camuflarme en la sociedad, y empezar a realizar alguna acción que pudiera generar un cambio en la forma de comprar y vender ropa, para las chicas que no nos conformamos con el tan detestable «talle único». Decidí emprender con un local con formato tipo showroom para darles más privacidad y comodidad a las chicas. Convoqué un equipo de diseñadoras de indumentaria, que hoy son más de 10, que producen especialmente para Mueck. Los conocimientos de confección de ellas y mi experiencia como «chica talle grande» generan una sinergia que nos permite hacer ropa con todos los detalles que buscamos a la hora de elegir una prenda: desde el género indicado, hasta las características de los largos, mangas, escotes, etcétera. También somos revendedores de varias marcas de industria nacional. Soy muy feliz generando sonrisas en los probadores».

Sonia de Chulas nos cuenta que comenzó hace 8 años: «Mi gran impulso fue sufrir toda mi vida la falta de ropa que me identifique, siempre tener que ponerme lo que entraba sin poder elegir como vestirme. Siempre fue un tema conseguir ropa para mí, por eso me metí en el tema para que no le siga pasando a otras mujeres: todas tenemos derecho a vestirnos como más nos guste sin tener que escuchar nunca más el «para vos no hay talle». Más allá de ser mi emprendimiento, es mi pasión lo que hago, ver la cara de felicidad de mis clientas cuando se llevan lo que quieren para ponerse es hermoso».

Florencia Pizzella maneja una feria americana desde 2017. La modelo local nos cuenta cómo desde su propia dificultad en conseguir ropa pensó en una propuesta de prendas buenas, bonitas y baratas con variedad de talles. «Mi feria se especializa en talles grandes, próximamente a medida. Mi ropa no tiene género, es para todxs y todas las corporalidades, desde el xs hasta el 60, obviamente, prendas únicas. Me pueden encontrar todos los viernes desde las 14 hasta las 21 en San Lorenzo 2157 – La Casona en Rosario».

Los maniquíes anacrónicos de las vidrieras ven disputado su monopolio por otras formas corporales concretas, innegables, reales. No hay vuelta atrás. Los derechos son claros. Las leyes están. Sin embargo, se sigue dilatando la implementación que puede garantizar la accesibilidad a la vestimenta sin padecer el derrotero expulsivo de la búsqueda, de la falta de variedad. Con la ropa no sólo “nos cubrimos”, con ella expresamos nuestra personalidad y gustos; incluso puede potenciar nuestra confianza y seguridad. Es la ropa la que debe adecuarse a nuestros cuerpos, a nuestra cultura, a nuestra identidad. Vestirse es un derecho y elegir también. Que empiece a haber propuestas para todas y todos es fundamental, ya que da cuenta de una sociedad que comienza a comprender que la caracteriza la diversidad desde todas las perspectivas posibles.

***

*Licenciada en Ciencia Política (UNR), aprendiz permanente, estudiante de las diversidades en todos sus niveles, docente de Problemáticas de la Discapacidad, Sociología de la Discapacidad, y de Metodologías en la Universidad del Gran Rosario (UGR). Columna de opinión “Cuerpas mutantes”. Miembro fundacional de IG: @alicya.para.iberoamerica (Asociación por la liberación corporal y alimentaria para Iberoamérica). IG: romina.sarti

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