Por Nicolás Tereschuk (Noticias Argentinas).- Desde que la Argentina inició un camino de recuperación económica tras la crisis de 2001, los episodios de críticas mutuas, tensión y desconfianza entre el país y el FMI han sido constantes, aunque no se trata de un caso aislado para el organismo, que acumula cuestionamientos en medio de la crisis global.
“Nunca aceptaremos ciertos criterios que el organismo ha impuesto a otros países. Ya conocemos esa película, ya sabemos lo que es la supervisión del FMI”. La frase, pronunciada como advertencia antes de la cumbre de ministros del Grupo de los 20 (G-20) en París, no provino de ningún funcionario argentino sino de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Brasil está a favor de aumentar el capital del FMI para que actúe como un freno a la crisis económica global, posición que rechaza Estados Unidos y que no convence a Alemania.
La fórmula que encontró el G-20 es marcar un compromiso para que el organismo que encabeza
De todos modos, Rousseff señaló que si bien su país está dispuesto a aportar más a las arcas del Fondo, descartó por completo hacerlo si el organismo encabezado por Christine Lagarde no deja de lado sus famosas “condicionalidades”.
Es que las exigencias que realizan los técnicos del FMI a cualquier país a cambio de dinero fresco no han cambiado en forma sustancial en décadas: reducción del gasto público, privatizaciones, eliminación de restricciones para las inversiones financieras, desregulación de mercados.
También el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, se ocupó de enfatizar que “el FMI decía que tenía una solución para todo, cuando la crisis estaba en Bolivia, Brasil o México, pero cuando golpea a países ricos se calla, entró en un profundo silencio”.
Del otro lado del espectro ideológico, Steve Forbes, editor en jefe de la revista Forbes escribió en una reciente columna que “para ser franco, el mundo no necesita al Fondo: hace más mal que bien” ya que, según evaluó “el planeta estaría mejor sin él”.
En línea con el discurso de algunos presidentes latinoamericanos, Forbes advirtió que “el problema es que las recetas del FMI casi siempre perpetuaron la pobreza de sus pacientes”.
Sobre el papel del Fondo ante la crisis de la deuda de los países europeos, el editor advirtió que los consejos del organismo han sido “tóxicos” ya que “predica la austeridad sin las necesarias políticas paralelas que engendran el crecimiento”.
Se trata de expresiones que sirven para poner en contexto el enorme peso todavía se le da en algunos sectores de la Argentina a las recomendaciones o señalamientos del organismo internacional.
En ese marco, la cumbre de ministros del G-20, donde se discute una salida consistente a la crisis europea, avanzaba sin demasiadas definiciones, más allá de un compromiso para no dejar caer a los bancos en problemas.
A la espera de un compromiso europeo a fines de este mes para no empeorar la situación internacional y de cara a la reunión de jefes de Estado del G-20 que tendrá lugar en noviembre próximo en Cannes, las dudas continuaban siendo más que las certezas.
Las protestas que por estas horas se desarrollaban en las principales capitales de todo el mundo no aparecían como una buena noticia para los líderes políticos del primer mundo, en el marco de los desafíos que enfrentan.
Las decenas de miles de manifestantes en las calles de Roma, a sólo algunas horas de que Silvio Berlusconi lograra sostener la continuidad de su gobierno en el Parlamento, pero también las protestas en Nueva York, Madrid y la City londinense aparecían como una luz de alarma en todo el mundo.
No hay elementos aún para saber si ese tipo de protestas tendrán más capacidad de influencia política que las “antiglobalización” de fines de la década del 90, pero lo cierto es que las manifestaciones se suceden, amplían y logran repercusión en la prensa internacional.
