La muerte de Miguel Lifschitz puso en marcha un proceso de reordenamiento dentro del Frente Progresista, el principal espacio opositor de la provincia de Santa Fe, cuyo resultado es impredecible. Nadie sabe en qué decantará ese proceso, pero casi ningún actor político de peso duda a esta altura que las cosas ya no van a ser como antes.
Lifschitz fue el líder excluyente del Frente Progresista desde que Hermes Binner se corrió del centro de la política santafesina. Tanto en su gestión de gobierno como en su rol opositor al presidir la Cámara de Diputados, el dirigente socialista funcionó como ordenador de la coalición alumbrada dos décadas atrás entre el PS y la UCR, a la que más tarde iban a sumarse otras fuerzas políticas.
Sin Lifschitz, la continuidad del Frente Progresista tal como lo conocimos hasta ahora es una incógnita. El ex mandatario deja un vacío que será difícil de ocupar en su propio partido y en la coalición que integra, pero también en el tablero más amplio de la política provincial.
Hasta su muerte, el ex intendente y ex gobernador era el político con mejor imagen y con mayor intención de voto en territorio santafesino. Su potencial candidatura para un nuevo turno en la Casa Gris, en 2023, era casi un hecho, aun cuando ni siquiera había confirmado su participación en las elecciones intermedias de este año.
¿Cómo se llena el vacío que dejó la temprana muerte de Lifschitz?
Sin su líder y mejor elector, el Frente Progresista irá entrando, con el paso de los días, en terreno de deliberaciones. Una vez más, el radicalismo aparece como el árbitro que puede inclinar la cancha hacia uno u otro lado. Para las fuerzas políticas de la provincia de Santa Fe va a ser muy difícil abstraerse del esquema de híper polarización que se observa a nivel nacional.
Los interrogantes ganan fuerza a medida que avanza el calendario electoral: ¿El Frente Progresista va a poder plantarse ante la polarización entre el PJ y Cambiemos? ¿Se desnivelará el escenario de tres tercios en contra de los intereses del socialismo y sus aliados? ¿Qué van a hacer los radicales: se irán del Frente o darán pelea por liderarlo? ¿Vuelven las negociaciones en busca del armado de un “frente de frentes” que aglutine a todos los espacios no peronistas?
Pensando el futuro
En la sesión del jueves, el diputado socialista Joaquín Blanco –uno de los dirigentes más cercanos al fallecido ex gobernador– pronunció un discurso de homenaje durante el cual intercaló algunas referencias sobre las últimas acciones de Lifschitz antes del covid: “Miguel estaba pensando el futuro y se fue pensando el futuro”. Sobre el final del discurso, Blanco también izó las banderas partidarias, en un mensaje a propios y ajenos: “Miguel, tu proyecto continúa”.
Ese día el ex ministro de Gobierno de Lifschitz, Pablo Farías, fue elegido por unanimidad como nuevo presidente de la Cámara de Diputados. Tras la sesión Farías declaró: “Ahora es el momento de proteger al Frente Progresista. Ese era el deseo de Miguel Lifschitz. Por supuesto, habrá tensiones, pero estamos convencidos de que podremos sostenerlo”.
La arenga de Blanco y el reconocimiento de las tensiones internas por parte de Farías preanuncian movimientos en el Frente Progresista. En plano corto eso ya se expresó en la falta de acuerdos para ocupar las vicepresidencias de la Cámara baja, un tema que quedó pendiente para la semana que empieza. En un plano más general, el foco volverá hacia un tema que parecía sepultado y ahora recobra fuerza: el hipotético armado de un frente electoral que aglutine a todas las fuerzas no peronistas.
Algunos analistas han señalado en los últimos días que el escenario político va a cambiar radicalmente en la provincia de Santa Fe. “No hay ningún dirigente que hoy pueda ocupar el lugar de Lifschitz”, apuntó Martín Ostolaza en Radio 2. “El cambio sobre la política provincial es fuerte porque la figura opositora más importante era la de Lifschitz y su candidatura para 2023 era indiscutida”, acotó Lucio Guberman en la misma emisora.
Como Binner en su momento, Lifschitz funcionaba como amalgama del Frente Progresista: mantenía unidos a sus diferentes sectores internos, tan heterogéneos entre sí. Ahora está en duda el futuro de la coalición, principalmente por lo que vayan a decidir en las próximas semanas los líderes de cada sector de la UCR.
Tribulaciones radicales
El radicalismo se posiciona otra vez como árbitro. En 2015 inclinó la cancha a favor del Frente Progresista en Santa Fe y luego aportó al triunfo de Mauricio Macri a nivel nacional. En 2019, la división partidaria entre la UCR frentista y los radicales macristas terminó favoreciendo a Omar Perotti. En los últimos meses, parecían dispuestos a acatar la decisión de Lifschitz –que rechazaba ese frente de frentes– siempre y cuando el ex mandatario decidiese encabezar la propuesta electoral en la categoría de senadores. Ahora todo vuelve al punto de inicio.
Dirigentes del sector Radicales Libres adelantaron a El Ciudadano su idea de “fortalecer el Frente Progresista”. Tenían expectativas sobre una posible candidatura de Lifschitz, pero siempre remarcaron la necesidad de que los intendentes de las principales ciudades de la provincia –Pablo Javkin y Emilio Jatón– tengan más peso en la toma de decisiones al interior de la coalición. En ese sector del radicalismo piensan que es momento de acelerar ese proceso: “Estamos convencidos de la continuidad del Frente, privilegiamos el proceso político y creemos que es necesario articular con Javkin y Jatón las próximas decisiones”.
En cambio, desde el NEO –el espacio mayoritario dentro de la UCR provincial– todavía no anticiparon cuál será la nueva estrategia. Lo que está claro es que darán pelea por el liderazgo de la coalición. Desde hace tiempo los referentes de ese espacio vienen planteando que el Frente Progresista tal como lo conocimos hasta ahora ya no existe más. El propio Carlos Fascendini, vicegobernador de la gestión Lifschitz, ha señalado que es necesario “un nuevo esquema que supere al Frente Progresista y a Juntos por el Cambio”.
Si hasta 2019 el NEO sostenía la idea de alambrar la provincia para que la grieta no haga estragos dentro del Frente, los resultados de ese año parecen haber desdibujado esa estrategia. Ahora los popes de ese sector –Maximiliano Pullaro, Felipe Michlig y el propio Fascendini– piensan que hay que involucrar a la provincia en la disputa nacional y que el radicalismo santafesino tiene que ser un protagonista central en un frente amplio que enfrente al oficialismo nacional y provincial.
Por todo ello, en las próximas semanas serán determinantes las decisiones que tomen cada una de las tribus radicales; a partir de ellas se reconfigurará el espacio opositor y quedará más claro el escenario electoral de cara a los comicios intermedios.
Un nuevo tiempo
La última tarea política de Lifschitz estuvo vinculada con la renovación de autoridades partidarias. Formó parte del sector mayoritario que impuso la conducción de Mónica Fein a nivel nacional y la continuidad de Enrique Estévez como titular del partido en la provincia. El ex gobernador participó de ese proceso como militante y dirigente orgánico. Sus próximos pasos involucraban el armado electoral para 2021 y 2023, una tarea que ahora deberán retomar los referentes de su sector.
Para el socialismo ahora inicia un nuevo tiempo. En el desafío por sostener y afianzar el Frente Progresista ya no estará su último líder y su mejor elector. Pero lo que a primera vista puede parecer un problema también es una oportunidad. La excesiva dependencia del personalismo por sobre la construcción colectiva –algo que, por supuesto, es transversal a todos los espacios políticos– termina siendo un límite para cualquier proyecto de poder.
Obligado por las circunstancias, el socialismo tiene que reinventarse, como ya ocurrió tantas veces a lo largo de su historia. El legado de Lifschitz y las miles y miles de expresiones de cariño y respeto bajo la consigna #FuerzaMiguel pueden aportar sustento; el desafío ahora está en manos de sus viejos y sus nuevos dirigentes y militantes.