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El fútbol en tiempos de cuarentena por coronavirus

El organizador del ocio, lo menos importante de lo más importante, no estará ahí para rescatarnos. Queda lavarse las manos con agua y jabón, tomar cuidados sin psicosis ni paranoia pero con responsabilidad, y que esto pase. Como todo pasa, que también pertenece a la narrativa del fútbol.

Por Alejandro Wall – Especial para El Hincha

Empezó en los saludos con el codo. Siguió con partidos sin público. Un día llegaron las suspensiones de los torneos. Y hubo equipos completos que entraron en cuarentena. Hasta que algunos jugadores dieron positivo. El fútbol en tiempos de coronavirus quedó en un limbo, una consecuencia lateral, la menos importante, de una pandemia que tiene en alerta al mundo. Pero el fútbol, que siempre sirvió como matizador de los dramas colectivos, una forma de distracción, su show off de que nada lo derriba, esta vez podía convertirse en un problema. El apagón total para el necesario cuidado poblacional sólo podía ser parte de una especie de futuro distópico que ya está acá.

Hasta hace un mes, la preocupación más seria en el universo del deporte eran los Juegos Olímpicos de Tokio, que están programados para el 24 de julio. La epidemia tenía como epicentro China, se expandía por Asia y comenzaba a pisar Europa. El gobierno japonés reveló públicamente que estudiaba posponerlo. Ya se habían suspendido torneos en ese suelo, como ocurría en China, la casa matriz del nuevo coronavirus. Era muy remoto advertir para entonces en la posibilidad cierta de que un contagio global terminaría por bajarle el telón a todo, o acaso era la mirada inocente de quienes no son especialistas.

Pero si una liga china suspendida no entregaba grandes preocupaciones, algo comenzó a cambiar cuando el que tuvo que parar fue el Calcio, el fútbol que se mira por televisión. El norte de Italia entregaba las imágenes de una película de zombies con Cristiano Ronaldo, Paulo Dybala y Papu Gómez como actores secundarios. Todo era más cercano a los ojos argentinos.

El COVID-19, el nuevo coronavirus que se propaga entre estornudos y toses, por el contacto de gotas respiratorias, llegó un día a una conferencia de prensa de Jurgen Klopp cuando le preguntaron si el tema le preocupaba. El entrenador del Liverpool respondió con una lección de responsabilidad, la misma que no tienen algunos comunicadores y panelistas, jamás preparados para hacerle frente a una pandemia pero siempre listos para decir lo suyo como si fueran infectólogos express. “Lo que no me gusta es que la opinión de un entrenador sea relevante para un tema tan serio -respondió Klopp-. No es importante lo que diga la gente famosa”. Unos días después volvió a enojarse, quizá de modo exagerado, cuando le consultaron si no creía que al salir a la cancha quedaban expuestos sus jugadores, a punto de enfrentar al Atlético de Madrid por Champions en un Anfield repleto.

El tiempo mostró que esa pregunta era atinada. La Uefa suspendió la Champions y la Europa League. Otras ligas hicieron lo mismo. La NBA bajó el telón de su show. Equipos como Arsenal y Barcelona entraron en cuarentena. Lo mismo Juventus, donde Daniele Rugani dio positivo. Esta semana, después de que el coronavirus ingresara en un pasajero de avión a la Argentina, la palabra cuarentena se viralizó entre los argentinos con más fuerza que el COVID-19, un futuro de encierro se hizo posible no sólo entre los viajeros o la población en riesgo. Y entonces aparecía un partido como el que se jugó en Anfield, la remontada épica del Atlético de Madrid frente al Liverpool que hacía más leve el castigo de no poder salir de casa, lo convertía incluso en una fantasía. Tendríamos con qué entretenernos. Podíamos stockearnos de lo necesario y prender la tele que el fútbol ahí estaría. No sólo nos quedaba Netflix.

El fútbol, ensayó alguna vez el escritor Juan José Becerra, es nuestro ordenador del ocio, mucho más efectivo a las masas que el cine o el teatro, incluso que los libros, lo único a salvo de suspensión. El fútbol evade, se puede verlo sin pensar, sólo con un motor emocional. Como nunca esta vez se demolió ese gran malentendido de que el fútbol es un reflejo de la sociedad. El fútbol no es un reflejo, es la sociedad, su parte desmesurada, acaso sobreactuada, y también una forma de organización. “El fútbol -dijo el historiador Julio Frydenberg años atrás- puede ir por la misma corriente o no en cuestiones muy puntuales de la sociedad, de la cultura, la política. Puede ser un escenario para mostrar cosas y potenciales. Es un escenario de igualdad y de enormes desigualdades. No hay más que salir a la calle y ver que eso ocurre en la vida. No es un reflejo, es una especie de espejo”.

Un espejo que esta semana nos mostró su cuarentena, la cancha de Racing vacía, su silencio, mientras el equipo jugaba por Copa Libertadores. Y lo que parece el inevitable recorte de la vida social. No habrá por ahora Copa de la Superliga, no habrá eliminatorias, no habrá copas, no habrá nada en vivo para ver en televisión durante un tiempo. El organizador del ocio, lo menos importante de lo más importante, no estará ahí para rescatarnos. Queda lavarse las manos con agua y jabón, tomar cuidados entre nosotros sin psicosis ni paranoia pero con responsabilidad, y que esto pase con las menores fatalidades posibles, como todo pasa, una oración que también pertenece a la narrativa del fútbol.

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