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El fútbol: política por otros medios

Antes de Rusia, la Selección argentina jugará con la de Israel en Jerusalén, la nueva capital del país hebreo declarada prácticamente por Donald Trump y aceptada rápidamente por el gobierno de Netanyahu pese a que muchísimos judíos en todo el mundo, incluidos israelíes, se oponen.

Antes de Rusia, la Selección argentina jugará con la de Israel en Jerusalén, la nueva capital del país hebreo declarada prácticamente por Donald Trump y aceptada rápidamente por el gobierno de Netanyahu pese a que muchísimos judíos en todo el mundo, incluidos israelíes, se oponen. Además jugará en un estadio al que acaban de bautizar con un nuevo nombre. Se trata del Beitar Jerusalén, que luego de la oficialización de la capital y del traslado de la embajada norteamericana, pasó a llevar el nombre del presidente norteamericano: Beitar Trump Jerusalén. Esto, claro, luego de la reciente masacre perpetrada por el ejército israelí en las protestas de Gaza por ese traslado, que alcanza la escalofriante cifra de más de cien muertos. El club Beitar, varias veces campeón de la liga israelí, tiene un perfil controvertido por implementar políticas antiárabes y antimusulmanas y por impedir que cualquier jugador de ese origen y práctica religiosa integrara su equipo. Sus fanáticos son racistas y nacionalistas y se identifican bajo el nombre de Forever Pure (Puros para siempre) y por su intolerancia fueron objeto de un documental que puede verse por Netflix.

Volcán en erupción

Es decir, la Selección se meterá en el ojo de un volcán que está en constante erupción. Por fuera del suculento pago que recibirá, no hay nada de índole deportiva o profesional –ya que esas cuestiones las dirimirá ante los ojos del mundo en el Mundial dentro de poco más de dos semanas– que sume con su presencia en esa tierra caliente. Pero además, voces de todo el mundo se han levantado contra la presencia argentina en Jerusalén. En especial la de Mohammad Khalil Obaid, un jugador del club palestino Jameyet Al Salah, a quien durante las protestas de fines de abril, las balas israelíes le destrozaron las rodillas. En un mensaje por tweet pide a Messi y al equipo argentino que boicotee el partido con Israel y señala que no hay nada amistoso en disparar a jugadores de fútbol. En enero de este año, otros dos jóvenes jugadores que volvían de entrenar fueron baleados por soldados israelíes al acercarse a un puesto de control, sospechados de que estaban por arrojar una bomba. Este hecho fue denunciado públicamente, tanto que el 7 de abril pasado en Uruguay, cuando se enfrentaban los equipos Albión y Cerro Largo, el primero de ellos esgrimió una bandera palestina antes del juego; también hinchas chilenos y los del Celtic escocés denunciaron los hechos y pidieron por Palestina. Hace un par de meses la Asociación de fútbol palestino, ante los oídos sordos de la Fifa, pidió al Tribunal de Arbitraje, con sede en Suiza, que obligue a Israel a respetar el artículo que establece que las asociaciones miembro y sus clubes no podrán jugar en territorio de otra asociación sin su aprobación, en protesta porque seis clubes israelíes juegan en Cisjordania.

Cábala o solidaridad

Antes de debutar en el Mundial en México 86, la Selección argentina inició el rito de jugar en Israel, y en cada uno de esos encuentros recibía pedidos para que se abstenga y no participe dadas las permanentes agresiones israelíes a territorios palestinos. Ahora, el comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo de Palestina le pidió a Jorge Sampaoli que se sume a Roger Waters, Elvis Costello, Brian Eno y Peter Gabriel, entre otros, para boicotear cultural y deportivamente a Israel, porque no cabe duda, dice la misiva que le enviaron, de que la selección está siendo utilizada y que, en esta oportunidad más que en ninguna otra, la decisión de Israel de jugar el amistoso ante la selección es claramente política y busca normalizar la ocupación. En principio, no habría muchos elementos que pusieran en duda esa afirmación, por el contrario, la vuelta a la relación carnal del gobierno argentino con Estados Unidos; la reciente concreción de negocios bilaterales de Argentina con Israel –que está proveyendo de material bélico y capacitación a las fuerzas de seguridad argentinas–; el rol de brazo armado en Medio Oriente en defensa de los intereses comunes y el nexo endogámico de Israel con Estados Unidos, son razones de peso para que Argentina obedezca la sugerencia, que algunos atribuyen a Trump en su última reunión con Macri y otros directamente a Netanyahu, adoptando a su vez sugerencias del blondo norteamericano. Al principio, ante una comunicación de la AFA –de la que no hay dudas para donde patea– el técnico Sampaoli había objetado el encuentro con Israel esgrimiendo razones de tiempo y de inutilidad, ya que él prefería dedicarlo a hacer más rigurosas las prácticas previas y, por otro lado, porque no era un cabulero como, por ejemplo, lo había sido Bilardo. Las razones que las autoridades de la AFA le enrostraron al técnico argentino fueron puramente económicas: Israel pagaría el viaje a Moscú y depositaría una suma millonaria en la cuenta de la máxima entidad del fútbol argentino y, al mismo tiempo, garantizará la seguridad del equipo y, sobre todo, de Lio Messi, a quien el Mossad custodiará personalmente. El último diciembre, Messi firmó un acuerdo de patrocinio con una firma de electrónicos israelí, ya que buena parte de la población lo considera un ídolo. Tal situación hizo que las entradas para el amistoso se agotaran a la media hora de salir a la venta y que ya existe reventa a la friolera de mil euros.

Relaciones en riesgo

Sampaoli terminó sepultado por los argumentos e incluso el Chiqui Tapia, durante el viaje a Barcelona –etapa previa de entrenamiento– volvió a refrescarle que el 3 de junio, el Papa Francisco podría visitar al equipo argentino, que parte del gobierno macrista considera clave para amenguar los efectos del viaje a Jerusalén. Algo que en realidad –junto al partido con Israel– no estaba previsto porque la agenda indicaba que el 8 de junio, la Selección volaría directamente a Rusia. Antes del viaje, el presidente de la Asociación Palestina de fútbol le escribió al Chiqui Tapia recordándole que ese partido debía jugarse en Haifa, donde tuvieron lugar los anteriores, y que era notorio que la presión israelí sobre el gobierno argentino fue clave para que la sede fuera Jerusalén. Y agregó que tangencialmente la propia ministra de Cultura y Deportes del país hebreo lo había hecho saber señalando las buenas relaciones de su país con Argentina. El correo enviado a Tapia concluye mencionando un grave riesgo para las relaciones entre Palestina y Argentina: “El equipo nacional argentino tiene miles de seguidores entre el pueblo palestino y el resto del mundo árabe. Sería una pena que esta relación histórica se perdiera por la aceptación de la AFA de ser parte de las herramientas de Israel para normalizar sus graves y sistemáticas violaciones del derecho internacional y los derechos humanos”.

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