“Con Bonfatti vamos a tener una mejor relación que la que tuvimos con Binner que fue muy buena”.La Casa Rosadafijó, ahora sólo desde la voluntad, las pautas de su relación con Antonio Bonfatti, que en diciembre se convertirá en el heredero efectivo de Hermes Binner al frente del gobierno de Santa Fe.
A pesar de los chispazos de los últimos tiempos entre Cristina de Kirchner y el candidato del FAP, que se atribuyen al jaleo de campaña, en Balcarce 50 se preparan para mantener un vínculo “más que bueno” con Bonfatti una vez que termine la temporada electoral, en octubre próximo.
Es incierto, a simple vista, traducir el alcance real de esa intención. ¿Atenderá el gobierno nacional las demandas que hizo en estos años Binner respecto de igualdad de condiciones con otras provincias? Esas precisiones todavía están en preparación pero, como base, envían señales cordiales.
La cuestión es simple. En Casa Rosada interpretan a Bonfatti como un dirigente que se enfocará en hacer una buena gestión sin aspiraciones futuristas como las que alimentó Binner que, aseguran operadores K, hasta fue contemplado por Néstor Kirchner como hipotético compañero de fórmula.
En el gobierno se tientan con comparar los movimientos de la gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos. Parece una paradoja: como Bonfatti, Ríos es socialista y rosarina.
La comparación, de todos modos, responde a otra lógica: Ríos fue elegida por el ARI de Elisa Carrió, de la que despegó tiempo después para convertirse en una aliada K al punto que sus delegados en el Congreso jugaron con el oficialismo en las leyes más polémicas y difíciles.
El kirchnerismo presume que Bonfatti podría tener una actitud similar, al menos en eso de no ser un crítico brutal de Cristina de Kirchner, algo que nunca fue Ríos en parte por la necesidad de recursos y la dependencia de la asistencia nacional que tiene su provincia.
En el gobierno no se arriesgan a un diagnóstico sobre cómo se reconstituirá el PS luego de octubre, tras la derrota de Rubén Giustiniani y el fin de la aventura presidencial de Binner, cuando Bonfatti deba comenzar a gestionar. Advierten, sin embargo, que el gobernador podría surgir como una referencia menos compleja que Binner y, sobre todo, que Giustiniani.
Así y todo, esa expectativa no implica que paralice la reconfiguración del peronismo. Se espera, por caso, que Agustín Rossi sea confirmado al frente del bloque de diputados nacionales del FpV.
Esa determinación –que en gobierno se considera ya tomada– será un mensaje hacia la convivencia en el Congreso, donde se proyecta un bloque numeroso y, por lo tanto, agitado, más que una señal respecto de la franquicia K en Santa Fe.
Por lo pronto, a la espera de esa confirmación, Rossi hace los deberes. Diez días atrás, cuando se inició la discusión por la ley de Tierras enviada por la presidenta, el santafesino armó un scrum con la mendocina Patricia Fadel para defender el proyecto.
“¿Cómo se van a oponer? Acá estamos hablando de una cuestión de soberanía”, reprochó Rossi a tres diputados opositores sus objeciones a ese proyecto: la duhaldista-barrionuevista Graciela Camaño, Federico Pinedo del macrismo y Gustavo Ferrari del partido de Francisco de Narváez.
“A pesar de que les pagan mal, estos están más kirchneristas que antes”, murmuró uno de ellos cuando se retiraron los legisladores.
Se refería a que Fadel se queda sin fueros en diciembre porque por orden de Máximo Kirchner su lugar lo ocupó una dirigente deLa Cámporay a que Rossi no pudo garantizar la renovación de su hermano Alejandro.
Tienen motivos: Rossi espera ser renovado al frente de una bancada con más de 115 legisladores y Fadel ansía un cargo en el Ejecutivo.