El ministro de Infraestructura de Brasil, Tarcísio de Freitas, aseguró este martes que el gobierno de Jair Bolsonaro evalúa privatizar o liquidar un centenar de empresas estatales hasta 2022, en el marco de sus planes para reducir el tamaño del Estado.
“Obviamente, no estamos hablando sólo de privatizaciones, sino también de liquidaciones de empresas que no tienen tanto sentido”, declaró el ministro en una entrevista concedida a la radio CBN.
De Freitas no quiso detallar cuáles empresas podrían estar incluidas en esos planes, pero dijo que el gobierno asumido el pasado 1° de enero hará un “mapa” de la situación de las cerca de 150 estatales que dependen directamente del Ejecutivo, y sus subsidiarias.
También ratificó que su cartera estudia los planes de concesiones y privatizaciones ya previstos por el ex presidente Michel Temer, que incluyen puertos, aeropuertos, ferrocarriles y carreteras.
Medios brasileños especulan que la lista estaría integrada por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el Banco de Brasil, Caixa y Eletrobras.
Bolsonaro anticipó su intención de aprovechar esos planes y calculó que pudieran servir para captar inversiones, tanto nacionales como extranjeras, en el orden de los 7.000 millones de reales (unos 1.876 millones de dólares) este mismo año.
Entre los casos que están bajo análisis, agregó el ministro, figuran unos 5.000 kilómetros de carreteras, así como los contratos de otros 4.000 kilómetros ya en manos privadas, pero con contratos que vencerán próximamente y pudieran ser renegociados.
“Tenemos que ver todos los trechos (de carreteras) que tengan posibilidad de ser explotados comercialmente y pasarlos a manos de la iniciativa privada mediante concesiones, privatizaciones o sociedades mixtas”, indicó.
La intención del equipo económico de Bolsonaro, dirigido por el ministro de Economía, Paulo Guedes, un liberal formado en la Escuela de Chicago, es reducir a mínimos el tamaño del Estado, y liberar así las “amarras” que impiden que la empresa privada se convierta en el motor del desarrollo nacional.
Marcha atrás con la base militar de Estados Unidos
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, resolvió dejar sin efecto el proyecto de instalar una base militar estadounidense en el país, como había ofrecido la semana pasada al secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, informó este martes la prensa brasileña.
Así lo revelaron “altas fuentes militares” citadas por el periódico Folha de Sao Paulo, que agregaron que el mandatario desistió de autorizar la presencia de tropas estadounidenses luego de que el tema causó cierto malestar entre algunos generales.
El ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, fue quien transmitió la decisión del presidente asumido el 1° de enero, a miembros de las Fuerzas Armadas que –según el matutino– habían declarado que la hipótesis de contar con una unidad estadounidense en su territorio causaba “urticaria” en algunos integrantes de la fuerza.
En una entrevista publicada este fin de semana, Pompeo había asegurado que el propio Bolsonaro le manifestó, durante una reunión privada en Brasilia, su decisión de albergar una unidad norteamericana.
Según las fuentes consultadas por el periódico brasileño, esta propuesta realizada al secretario Pompeo no fue informada por Bolsonaro al Alto Comando del Ejército.
El canciller Ernesto Araújo, que también se reunió con Pompeo la semana pasada, es partidario de la aproximación con Washington y, en ese contexto, de la aceptación de la presencia de militares de ese país en territorio brasileño.
Estados Unidos tiene más de 800 bases en unos 80 países, pero ninguna activa en América del Sur.
En diciembre, una encuesta publicada por Folha registró que dos de cada tres brasileños se manifestaron contrarios a una política externa en la cual Estados Unidos tenga prioridad, como ha indicado el presidente electo, Jair Bolsonaro.
Según la encuesta, el 66% de los brasileños no están de acuerdo en el rumbo anunciado por Bolsonaro y el canciller designado, Ernesto Araújo, quien en sus escritos recientes considera al presidente estadounidense, Donald Trump el “salvador de Occidente” frente al globalismo y al “marxismo cultural”.