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El gobierno ganó tiempo y superó las 10 mil camas de terapia intensiva

En apenas seis semanas, se incrementaron en un 20%. También se distribuyeron unos mil respiradores. Con la tranquilidad de disponer de la infraestructura para enfrentar un pico de la pandemia, la nueva prioridad son los médicos: se lanzará un plan para el cuidado de los trabajadores de salud

Javier Borelli/Tiempo Argentino

La Argentina ya cuenta con 10.213 camas de terapia intensiva para la atención de los pacientes más delicados en su sistema de salud, lo que representa un incremento de un 20% desde el inicio de la emergencia sanitaria producida por el Covid-19. Cada una tiene un respirador, por lo que puede ser usada para tratar esta enfermedad. Según datos oficiales, al 2 de mayo, la mitad de esas plazas estaban ocupadas y solo 164 con casos de coronavirus (3% de las disponibles). Adicionalmente, la producción local de respiradores ya permite proyectar que para fines de junio el país contará con unas 12.500 camas críticas, lo que significará un incremento de casi un 50% de la capacidad en cuatro meses.

“Esperamos nunca usar esas camas. Pero de ser necesarias ya están”, explica a Tiempo el secretario de Calidad en Salud, Arnaldo Medina. “Esa situación nos da tranquilidad y nos permite centrarnos en otras prioridades, como es la provisión de equipos de protección personal (algo que siempre estuvo a cargo de los establecimientos y de las distintas jurisdicciones) y la formación de los equipos médicos de apoyo y reservistas”, añade. Al día de hoy, un 15% de los infectados son médicos, y para cuidar a quienes nos cuidan, el Ministerio ya elaboró un plan nacional que se presentará en los próximos días.

Impulso estatal

La emergencia sanitaria puso a prueba la capacidad de reacción del Estado ante una amenaza global de la que aún se sabe poco. En el caso argentino, además, ocurrió con un gobierno recién entrado en funciones y un área de Salud que apenas recuperaba su rol central luego de ser degradada a Secretaría en la gestión de Cambiemos. Por eso, explican desde el Ministerio comandado por Ginés González García, el aislamiento obligatorio fue clave para reducir la cantidad de contagios y aumentar la cantidad de días que toma el virus en duplicarse. Eso le dio tiempo al sistema de salud para aumentar la capacidad instalada y fortalecer a su personal.

Este hecho también puso de relieve la importancia del Estado como sostén de la salud pública. Los números de las camas críticas agregadas sirven de muestra. De las 1026 incorporadas al sistema de salud, 843 correspondieron al sector público (82 por ciento). Al 16 de marzo, por cada cama de terapia intensiva en el sector público había dos en el privado. Hoy la relación es 60% privadas y 40% públicas.

El Estado también fue determinante en la incorporación de respiradores. Según informó Presidencia, este fin de semana se distribuyeron unos 275 respiradores en distintos puntos del país, totalizando unos mil desde el inicio de la pandemia. La producción nacional ya está trabajando con capacidad de entregar 250 por semana.

Encaminada la estructura, el Ministerio de Salud fijó como prioridad el cuidado del personal. Además del Plan Nacional mencionado y la compra de equipos de seguridad, se colaboró en la importación de maquinaria para producir en el país los barbijos N95, los que tienen el mayor nivel de filtrado. Ese modelo es el que el Gobierno de la Ciudad pagó a 3000 pesos la unidad a una firma cuyo titular era también socio de la hermana de Horacio Rodríguez Larreta.

Pero aunque puedan reducirse los contagios entre el personal de salud, todos saben que habrá equipos enteros que tendrán que ser aislados. Por eso se abrió un registro de voluntarios que ya cuenta con unos 5000 profesionales. De ellos, según detallaron a este diario, hay unos 1200 kinesiólogos, 1500 enfermeros y 2300 médicos. Los listados fueron puestos a disposición de todas las jurisdicciones para que puedan ser convocados.

Entre estos voluntarios, un grupo de 500 médicos se ofreció para cubrir suplencias en cualquier punto del país. El grupo de “elite”, como le llaman internamente, ya fue capacitado y 120 fueron asignados. Entre ellos, hay 22 que están trabajando en Chaco, 20 en Esteban Echeverría, 20 en el Hospital Favaloro de La Matanza y 20 en Santa Cruz. Por último, el ministerio también extendió la residencia de los 3000 médicos que finalizaban su especialización entre abril y septiembre para no debilitar los establecimientos.

Bioética y nueva normalidad

A mediados de abril, la cartera sanitaria conformó una comisión de bioética integrada por referentes internacionales (OMS, Unesco, FLACSO) y nacionales (Fundación Huésped, Hospital de Clínicas, Sociedad Argentina de Medicina, etc) para analizar las políticas públicas tomadas en este tiempo: desde el aislamiento obligatorio hasta las salidas recreativas; pero también las decisiones que tienen que ver con la priorización del Covid respecto de otras enfermedades. “Porque habrá que adaptarse a una nueva normalidad con estas cosas”, explica Medina. “Hasta que no aparezca la vacuna, esto va a seguir como un problema, ya sea real o latente. Hay que pensar que esta pandemia es un claro producto de la globalización. Así que este tipo de amenazas llegaron para quedarse y tenemos que estar preparados”.

Los reclamos desde la trinchera

«Necesitamos 50 enfermeras más para cubrir a nuestras compañeras con licencia por riesgo, las UFU (Unidades Febriles de Urgencia) y la UTI con seis camas nuevas previstas para pacientes de Covid», reclama Claudio Gómez, miembro de la comunidad sanitaria del Hospital Ramos Mejía, que tiene tres trabajadores contagiados y otros 40 en aislamiento, además de dos cautelares a favor para que el Gobierno de la Ciudad cumpla con todas las medidas de protección del personal. Con un médico contagiado, entra en cuarentena todo el equipo y servicios enteros pueden suspenderse. Los números marcan que el 14% de los infectados en el país son miembros de la comunidad médica, y que nueve fallecieron, pero la realidad del personal difiere en cada distrito.

«¿Quién cuida a los que cuidan?», «Ni héroes ni heroínas: trabajadorxs», fueron las consignas durante las protestas de los últimos días en los 33 hospitales públicos porteños. «En el Ramos Mejía necesitamos mil kits diarios de protección y sólo entregan 400. Solicitamos escafandras y nos enviaron una protección precaria que fue donada», revela Gómez. En el Penna no sólo piden insumos o más incorporaciones: para los de guardia hay una sola (y diminuta) pieza en la que duermen ocho.

El Borda recordó en cuarentena otro aniversario de la represión del macrismo, el 26 de abril de 2013, y sin pacientes contagiados hasta el momento. El peligro, allí también, no son los de adentro sino los de afuera. «Es claro que los posibles vectores de contagio a los pacientes somos los propios trabajadores, que además nos desempeñamos en otras instituciones de salud», manifiesta Gabriel Cavia, de la Asociación de Profesionales del neuropsiquiátrico. Les entregan apenas el 30% de los 800 barbijos diarios que necesitan.

En Provincia, el último presupuesto de Salud de la gestión de María Eugenia Vidal fue un 5,5% del total, el más bajo de la historia. En ese escenario llegó la pandemia, que ya afectó a médicos de al menos ocho hospitales bonaerenses. «En los contagios del personal de salud también influye el pluriempleo: los que son portadores llevan el virus de un lugar a otro», expresa Fernando Corsiglia, vicepresidente de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud bonaerense (Cicop).

En Salta, la gobernación no entrega suficiente insumos, pero firmó un memorándum aduciendo que no se responsabiliza por el uso de materiales de bioseguridad que llegan a los hospitales vía donaciones. En Chaco, casi cien de los 315 contagiados son del sector médico, el mayor porcentaje del país. Enfatiza Ramona López, de la Asociación de Trabajadores de la Salud Pública provincial (Aptasch): «Sin atención primaria, no existe la salud colectiva, y así no vamos a vencer esta pandemia».

El eslabón más débil del sistema sanitario es el de recurrentes y concurrentes, sobre todo estos últimos, que no cobran salario ni tienen ART. En CABA son el 15% de la plantilla laboral. «Hay especialidades médicas donde les dijeron que no vayan, y en su lugar Ciudad contrató gente de afuera que no está capacitada y no conoce el hospital. Ahora, como falta personal, se planteó que volvamos, pero si nos pasa algo nadie se hace cargo», relata Florencia Delgado, y menciona el caso de un concurrente del Hospital Belgrano, que se contagió y está grave, entubado. Tiene 24 años. No posee factores de riesgo.

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