Esta obra de arte tuvo lugar en la temporada 1985/86, en un verdadero partidazo entre Napoli y Juventus en el San Paolo. En un encuentro muy parejo y con el cero a cero que parecía inamovible en el marcador, el árbitro del encuentro señaló tiro libre indirecto adentro del área a favor del conjunto napolitano. El que tomó la responsabilidad no podía ser otro que el Diez de enrulada cabellera.
El contexto no parecia favorable para El Pelusa: un compañero le debía pasar la pelota antes de realizar el golpeo, y la barrera rival no respetaba la distancia requerida por el reglamento. Como si fuera poco, la número cinco debía ensayar una parábola perfecta para que pueda bajar a tiempo y en una distancia muy corta.
Pero Maradona lo consiguió. Le tocaron la pelota, y el oriundo de Villa Fiorito, acarició el balón, superó el paredón de hombres vestidos de negro y blanco que buscaban ponerse adelante del disparo, y dejó sin opciones al arquero de la Vecchia Signora. Lo que parecía imposible, lo hizo parecer fácil, y el San Paolo rebalsó de euforia y festejó el triunfo ante la poderosa Juventus.