Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
“Abrir de par en par las puertas al universo digital” parece ser la consigna del mundo post-pandemia. Después de experimentar el encierro, y con los medios como único modo de contacto humano (un contacto no menos real que aquel experimentado “en vivo y en directo”), la “nueva normalidad” no se concibe sin la presencia de las nuevas “extensiones” del hombre, tal como las definió Marshall Mac Luhan hace más de 50 años.
En 1964, el intelectual canadiense ya avizoraba un planeta completamente digital (o eléctrico, como él lo llamaba) en un tiempo no demasiado lejano. En el libro publicado ese año Comprender a los medios de comunicación: las extensiones del hombre, Mac Luhan postulaba: “Situando nuestros cuerpos físicos en el centro de nuestros sistemas nerviosos ampliados con la ayuda de los medios electrónicos, iniciamos una dinámica por la cual todas las categorías anteriores, que son meras extensiones de nuestro cuerpo, incluidas las ciudades, podrán traducirse en sistemas de información”.
El statu-quo de “humano conectado” habilitado por internet (la red que simboliza la extensión de nuestro sistema nervioso central, en términos macluhianos) hizo realidad la profecía. Y la pandemia, con su consecuente necesidad de permanecer aislados, aceleró los tiempos de un proceso que apuntaló su impronta en los inicios del tercer milenio. Así las cosas, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), en una reciente videoconferencia definió la capacidad de acceso digital como elemento clave para el desarrollo de las naciones, y no dudó en afirmar que “en el mundo post-Covid el bienestar social no será posible sin la transformación digital”.
La máxima representante del organismo dependiente de las Naciones Unidas destacó que esta pandemia ha puesto de manifiesto la importancia del Estado y de sus instituciones para proteger los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. En ese sentido, y para asegurar que se cubran las necesidades básicas, se ha evidenciado que gran parte de los servicios brindados a la población requieren ser apoyados por las tecnologías digitales, ya que ofrecen canales vinculantes entre el Estado y la ciudadanía, facilitando la toma de decisiones mediante la captura y el análisis de grandes cantidades de información.
“En la región debemos trabajar en la universalización de internet”, indicó la funcionaria. “Si bien aún pueden existir algunos problemas de oferta, la principal brecha que tenemos está en la demanda, porque la población en su mayoría está cubierta en acceso al 3G o 4G en términos de redes móviles, pero aún tenemos 210 millones de latinoamericanos y caribeños no conectados, principalmente por problemas socioeconómicos, por problemas de acceso, por problemas de la brecha social que vive nuestra región”, agregó Bárcena.
Ya un estudio de la Cepal realizado en siete países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú y Uruguay) arrojó que menos del 25% de los empleados formales puede trabajar desde sus casas; menos del 40% de los niños vive en un hogar conectado, y sólo el 43% de las escuelas públicas primarias utilizan internet con fines pedagógicos. Por otro lado, más del 90% de las empresas se encuentran conectadas, pero sólo el 33% utiliza internet para la adquisición de insumos; y menos de la quinta parte de dichas empresas tienen canales de venta digitales.
En ese sentido, y para responder a la creciente demanda de acceso digital en el país, el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), hace unos días extendió el alcance del Programa Nacional de Acceso a Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para adultos mayores y mujeres que residen en zonas rurales, que fue lanzado en 2018 con el objetivo de “democratizar el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones”.
Ahora, la medida se amplió: “A fin de posibilitar el acceso a equipamiento que contribuya a la inserción, integración y desarrollo social mediante el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones de los sectores más vulnerables de la población a través de la entrega de tablets a municipios, asociaciones civiles, redes comunitarias y demás entidades intermedias con presencia territorial en barrios populares”, reza un comunicado de la entidad.
El esfuerzo que están realizando todos los gobiernos del planeta para lograr democratizar el acceso digital marca la medida de una revolución que no se detendrá hasta atravesar los límites que soñaron los más reconocidos cultores del género de la ciencia ficción. Ray Bradbury, Isaac Asimov, George Orwell y Aldous Huxley, entre otros, describieron el mundo del futuro como un conglomerado tortuoso, insomne, donde la humanidad se confronta con la inteligencia artificial, las “extensiones” se rebelan, se vuelven autónomas y carentes de toda compasión hacia sus creadores. Esos mundos fantasmagóricos, a pesar de responder a la febril imaginación de sus autores, mantienen la impronta de los antiguos, donde todo se resume en una cuestión de poder.
Pero fue un teórico que amaba las paradojas, tardíamente convertido a la fe católica, que gustaba desafiar a los poderosos industriales que le pedían consejos diciendo: “Dejen de preocuparse por el envase, dentro de poco tiempo la gente querrá ver el interior de los productos”, quien en los ya lejanos 60 no dudó en aseverar: “En la edad eléctrica llevaremos a toda la humanidad como nuestra piel”. Una profecía que se evidencia más actual que nunca, cuando un virus pone en jaque a todo el planeta, y lo muestra tan frágil, tan vulnerable como el tejido epitelial que envuelve nuestros cuerpos. Un mundo así sólo se salvará gracias a las acciones conjuntas, a la expresión de una mirada universal y amorosa que abrace multitudes y las preserve de la decadencia y la muerte. En un mundo así, los poderosos deberán ponerse al servicio de los débiles, comprender definitivamente que resulta menos costoso salvar el viejo mundo que conquistar nuevos… y que sobrevivir es la consecuencia.